Persistente migración

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 15/12/2022
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De larga data es la historia de los bolivianos que se marchan al exterior en busca de un mejor porvenir, y que allí, en algunos casos, son objeto de abusos y de ofensas a su dignidad. Recordamos a este respecto que hace décadas, cuando la industria del azúcar era de las más prósperas en Argentina, hacia este vecino país se dirigían centenares, miles de bolivianos —“braceros” dieron en llamarlos—, tentados por las promesas de ganar buen dinero. Apenas lograban unos pobres ahorros tras años de dura tarea desde que asomaban los primeros rayos del sol hasta bien entrada la noche.

Pues bien, eso que acontecía en la segunda mitad del siglo pasado, en lugar de desaparecer al influjo de las corrientes democráticas, de justicia, de hermandad entre los pueblos, y fundamentalmente de defensa de los derechos humanos, se ha profundizado y extendido, a tal punto que hasta en la vieja Europa se ejercitan esas prácticas indignas sacando ventaja de una pobre gente que llega con sus urgencias a cuestas.

Largas y dolorosas historias se han tejido y se han dado a conocer sobre los regímenes de esclavitud a que son sometidos los bolivianos en el extranjero. De Brasil se han conocido sobrecogedores dramas; de Estados Unidos, lo mismo; como está dicho, de la opulenta Europa occidental y también de lejanas naciones de Asia, hasta que volvemos a la hermana Argentina adonde, pese al deterioro de su economía, siguen migrando los nuestros y algunos resultan víctimas de la violencia, de la fatalidad y del trabajo esclavizante, ciudadanos bolivianos que tratan de ganarse la vida a pulmón lleno.

La migración al vecino país ha disminuido, pero poco. Las colonias de bolivianos siguen siendo grandes, particularmente en Buenos Aires, de donde esporádicamente llegan noticias de crímenes cometidos entre ellos y, con menor frecuencia, reportes de condiciones laborales degradantes, particularmente en talleres textiles. El asunto se repite desde hace muchos años, sin que los gobiernos donde acontecen estos hechos logren poner atajo a las violaciones de los derechos fundamentales, a las ofensas a la dignidad humana, a los casos de corrupción que dan paso a una serie de irregularidades.

Culpa mayor quizá haya que endilgarles a los sucesivos gobiernos nacionales, porque solo salieron en defensa de los compatriotas en el exterior con unas declaraciones líricas, cuando mucho con unos tibios acuerdos binacionales que no fueron puestos en práctica, y porque no se preocuparon de lo principal: propiciar dentro de la patria las condiciones para que nuestra gente tenga ocupación segura y más o menos bien remunerada de manera que no emigre, y con idéntico propósito crear fuentes de trabajo con sueldos decentes. Tampoco estimulan las actividades productivas, no incentivan el esfuerzo personal ni colectivo, no dan seguridades jurídicas ni garantías a los inversionistas, no se esmeran en consolidar mercados para el fabricante, para el industrial minero, para el artesano, para los hombres de la agropecuaria...

En Bolivia, cumplir la ley es peligroso, porque pone al inversionista a expensas de un Estado con uno de los peores sistemas tributarios del mundo.

Los últimos gobiernos se han abocado más a la politiquería y al afán de venganza, o a atacar a los potenciales compradores de nuestros productos, que a la búsqueda de soluciones a este problema a través de convenios que contemplen intereses comunes.

Bajo esas perspectivas, desde el humilde obrero hasta el profesional competente continuarán haciendo fila para emigrar al exterior, donde tendrán un plato de comida y unos pesos para mandar a los suyos, así sea recibiendo —en los casos más extremos— trato de esclavos. (R)

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