Vivimos días complicados que demandan discernimiento para construir la narrativa de la Bolivia que nos merecemos. No debe haber ingenuidad ni inocencia y todos los componentes del debate deben sustentarse en una búsqueda responsable, racional y madura, profundizada en la realidad, el futuro y la poesía.
No podemos seguir en este camino de desencuentros fratricidas, en el que perderemos todos, y corresponde desentrañar el futuro sin vergüenza ni complejos, con reflexión y estudio y asumiendo los riesgos que ello acompaña. En este recorrido colectivo hacia una Bolivia necesaria y posible estamos encontrando que hay una suma de claves que debemos interpretar correctamente. La lista de componentes se expresan en la gesta de Andrés Ibáñez; la Guerra Federal; el Memorándum de 1904; la Guerra del Chaco; la Revolución de 1952; la marcha hacia el oriente, la consolidación de la sociedad civil organizada; el reconocimiento de la diversidad cultural, económica y social; el retorno a la democracia el 10 de octubre de 1982; la consolidación territorial de la autonomía municipal, departamental e indígena; la prueba confrontacional y disruptiva del proceso de cambio desde el 2006; el fortalecimiento de la clase media; el despoblamiento rural y la irrupción de las ciudades.
Encontramos que el camino se abre complicado y debemos trabajar con inteligencia para integrarnos a los retos que enfrenta el mundo, que transita en la conectividad del tercer milenio. Sosegando el espíritu, debemos comprender las dinámicas de trabajo, competitividad, inclusión, sostenibilidad, integración, democracia y derechos humanos junto a los 8.000 millones de habitantes que habitan el planeta, y verificar si hemos logrado crear en Bolivia un acuerdo de culturas y pueblos que conviven en consenso, paz, derecho y justicia. Tendremos que interpretar, en esta nueva dinámica, el enfrentamiento que tuvieron las tierras de Grigotá, Enin, Kandire y el imperio de los Incas, y después lo hicimos desde nombres criollos y mestizos en Moxos, Chiquitos, la Chiriguanía y los centros de poder de las ciudades en Potosí, Charcas, luego La Paz, y que ahora se ha trasladado a Santa Cruz. Sin todos estos componentes, la ecuación no funcionará.
Esto que estamos viviendo no es una maldición, un designio ni un mandato divino; es una responsabilidad. Quienes encabezaron los ciclos anteriores excluyeron a los otros por razones raciales, culturales, económicas y sociales generando insatisfacción, incomodidad y violencia. Ahora, necesitamos sumar las respuestas de nueve oportunidades departamentales que sostienen la patria.
Este ciclo debe ser de inclusión y, sabemos que no será fácil. Y por ser democrático, sus dueños somos nosotros, la sociedad, la gente y la ciudadanía organizada. Retomemos la ruta desde donde empezaron los desencuentros y redefinamos la Agenda a partir del mandato del Referéndum del 21, la derrota del Código Penal Boliviano, la defensa de la Chiquitanía para que no haya más incendios depredadores. Recuperemos el valor pleno y la confianza en el voto para evitar fraudes, la justicia para que deje de ser corrupta, liberemos la energía productiva y creativa de todos, liberemos a la gente perseguida y encarcelada por razones políticas, cuidemos el Censo del año 2024 y las elecciones del 2025, y ganemos el poder en elecciones democráticas.
Ya hemos aprendido la lección. Ni un paso atrás.