Oposición propia

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 27/01/2023
PUBLICITE AQUÍ

El partido en función de gobierno prácticamente no tiene rival enfrente. Pese a que durante anteriores procesos electorales se le pidió que se uniera, la escuálida oposición política en Bolivia nunca lo hizo y, no solo eso, distintos candidatos incluso llegaron a pelearse. Al final, terminaron presentando varios binomios que restaron fuerza al voto contrario al del Movimiento Al Socialismo (MAS).

Ante ese panorama, habiéndose constituido hace más de tres lustros como un partido fuerte, el MAS ganó las últimas elecciones generales (2020) holgadamente. Así fue que Luis Arce fue electo como presidente.

Y, al no tener una oposición fuera, el oficialismo la desarrolló dentro, donde hay una disputa cada vez más pública y desembozada. Por un lado están los partidarios del Gobierno y, por otro, los que apoyan a la actual dirigencia nacional, afincada en el Chapare.

Ser oficialista, hoy en día, ya no es lo que era. Y eso lo saben bien quienes, a medida que avanza el denominado “proceso de cambio”, encuentran más dificultades para describir, entender, explicar y justificar algunas de las decisiones que toman e imponen las nuevas élites de su partido.

¿Cuántos de los seguidores del MAS se identifican ahora con la “revolución democrática y cultural”, cuyos giros no han sido todo lo que se esperaba o, quizá, todo lo que se anunciaba?

La historia enseña que nunca hubo una revolución —por democráticas que sean las apariencias tras las que se presente— que no siga una secuencia que va de las ilimitadas ilusiones a las grandes frustraciones, pasando por periodos más o menos largos de dudas e incertidumbres, paulatinos desengaños y conflictos internos de carácter ético, moral, sentimental o intelectual. Es cuando toca la hora de las disidencias, las purgas, las traiciones... Y cuando los límites entre la lealtad y el servilismo se hacen tan difusos que quienes no se detienen en consideraciones tan poco prácticas llevan las de ganar.

Todo parece indicar que ese es el punto del proceso al que hemos llegado. Y por si aún hubiera dudas, desde las más altas cúpulas se las despejó al anunciarse la inauguración de la “quinta etapa”, la descrita como una “ofensiva estratégica” contra los “enemigos internos”, los “infiltrados”, los “traidores”.

Como es natural, en la nueva etapa el camino es más estrecho y en él ya no caben todos los que iniciaron la marcha. Es que el nuevo rumbo, el que conduce a un destino más preciso, ya no es compatible con mucho de lo que se ofrecía en el itinerario original. Y quienes no lo acepten… están de más. Para cierta dirigencia política, las personas son descartables, meros instrumentos que se desechan una vez que han cumplido una determinada función, sencillamente, porque  dejaron de serles útiles y pasaron a ser un estorbo. Las 36 naciones en cuyo nombre se sustituyó el nombre de la República por un Estado Plurinacional son un buen ejemplo.

Pero los pueblos indígena originario campesinos, a los que se atropella para que cedan su lugar a quienes en su nombre les llevarán, por carretera, el progreso industrial, no son los únicos desechados. Con ellos van quedando en los márgenes quienes creyeron que la defensa del medio ambiente estaba por encima del pragmatismo desarrollista; o quienes creyeron que terminaron los tiempos de la impunidad cuartelaria. Y también quienes todavía creen que la causa de los derechos humanos o la libertad de expresión son cuestión de principios y no un medio para vencer a los “enemigos internos” en la disputa por el poder.

Compartir:
Más artículos del autor


Lo más leido

1
2
3
4
5
1
2
3
4
5
Suplementos


    ECOS


    Péndulo Político


    Mi Doctor