Tomando el té

Denisse Arancibia Flores 05/02/2023
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Tomando el té con tías y primas que quiero mucho, pero a quienes frecuento y entiendo poco, salió el tema de la menstruación. Todas mis primas con hijas pequeñas empezaron a contar sus anécdotas y poco a poco me di cuenta de que todas las niñas de nueve o diez años, en la familia, ya menstrúan. ¿Tan pequeñas? —Son las hormonas en la comida— dice una de las primas. —Es el pollo— confirma otra. ¿Y eso es todo? No hay visitas al doctor, investigación acerca de la razón, modos de sobrellevar esta pubertad precoz, de acompañar psicológicamente un proceso para el cual sus cuerpos podrían no estar preparados… No, nada de eso, “llegó Andrés” y listo, ni modo, que se la banquen como todas lo hicimos y que aprendan en el camino. ¿Más té?

Las anécdotas continúan, y se van convirtiendo en comentarios como: “por eso yo ya no la dejo sola con sus primos”. Una tía dice que le da muchísima pena que ya todas menstrúen. —¡Qué desgracia, tan chiquitas!— Yo me pregunto si es buena idea seguir heredando el concepto de que ser mujer puede ser un montón de “desgracias corporales conjuntas”. La otra tía dice que le da miedo. ¿Miedo? ¿Por qué? Nadie lo dice, pero todas lo pensamos, mientras comemos hojarascas con dulce de guayaba, nuestras niñas de nueve o diez años que ya menstrúan, gracias al violento patriarcado en el que vivimos, se convierten automáticamente en potenciales madres fruto de una  violación. ¿Cómo le explicas eso a la niña que está aprendiendo coreografías de TikTok para matar el rato? Estas niñas son material “embarazable” en un país donde el embarazo en niñas y adolescentes superó los 38.000 en 2021 (fuente: Servicio Nacional de Información en Salud, SNIS); donde se cree que los embarazos no deseados son una “bendición”. ¿Cuántas de mis sobrinas se embarazarán antes de los 18? Somos una familia religiosa y “jailona”, mis primas pueden pagar abortos clandestinos y seguros. ¿Cuántas serán obligadas a ser madres? ¿Cuántas saben que el aborto en Bolivia se permite bajo determinadas causales? Una galleta de coco más y ya.

Mientras tomo un ruidoso sorbo de té, pienso: Yo no podría ser madre, no sabría cómo explicarle a mi hija lo que está pasando con su cuerpito, yo a mis 41 sigo sin saber, del todo, lo que pasa con el mío. A mí nadie me lo explicó. Mi madre hizo lo que pudo, pero es que a ella tampoco le explicaron. Somos parte de una cadena de desinformación, miedo, vergüenza y pudor. Y no encontramos las herramientas o disposición para romper la cadena.

Esas niñas, con tan solo nueve años en mi familia “jailona”, ya tienen que privarse de cosas como la piscina o un pantalón blanco; mientras otras en la India tienen que dormir fuera de su casa cuando están menstruando, usar en ese tiempo la misma ropa y los mismos utensilios porque se cree que son impuras. ¿Cómo le explicas eso a una niña que está tratando de aprender el “Himno a la Alegría” en flauta dulce para su examen de música?

¿Cómo serán las cosas cuando tengan 16 o 20 años? Algunas tendrán horrendos dolores de ovarios y la desinformación, el miedo y el pudor no dejarán que tomen medicamentos o terapias alternativas, no podrán decidir sobre sus cuerpos hasta muy adultas y siempre tendrán la opinión de alguien más diciéndoles qué hacer. ¿A qué edad sufrirán su primer acoso callejero? Sufrirán violencia ginecobstetra (seguro), tendrán que escuchar estupideces como “sin condón es más rico” y tendrán que asumir ellas los molestos y costosos métodos de control natal. Mis sobrinas estarán bien porque tienen los recursos y el acceso a esa información. Las niñas de Asia Meridional o África Occidental probablemente ya estarán casadas con hombres que les triplican la edad. ¿En cuántos lugares de nuestro país se aceptan los matrimonios infantiles?

“Son muy pequeñas para ir al ginecólogo”, ¡qué miedo! En este país ir al ginecólogo da miedo hasta los 41. ¿Esas niñas tendrán compañeros de escuela que saben lo que pasa? ¿Esos niños estarán siendo criados para que se burlen si ven una mancha roja en el uniforme de la compañera? ¿Para quitarles sus toallas higiénicas en clases y mostrárselas a todo el mundo? Lo más probable es que sí.

Nunca olvidaré cuando tuve que comprarme toallas higiénicas teniendo 13 años, la señora de la tienda me dio el paquete envuelto en papel periódico —para que nadie sepa que estás con “la macana”— me dijo; mi mamá también la llamaba “la macana”; es parte de la norma cargarle toda la negatividad posible a algo tan natural como sangrar por unos días al mes. También me acuerdo de la cara de impresión de mis compañeras de trabajo cuando, ya con más de 30 años, le encargué a mi colega hombre, que iba a la tienda por dulces, que me trajera un paquete de las regulares. Fui juzgada por menstruar y pedir ayuda para no tener que subir y bajar gradas estando sin una compresa.

Quiero creer que nuestras niñas de nueve o diez son y serán una generación que no tenga que sufrir con el presupuesto mensual para tratamientos y productos que deberían ser gratuitos y considerados parte esencial de la salud pública. De que sea una generación que ya no tenga que ver publicidades donde la menstruación es un líquido azul. Que no tengan que negar el color de la sangre, que no tengan que fingir que somos indestructibles mientras sangramos, que tengan la libertad de botarse en cama dos días si se les da la gana. Espero que sea una generación que tenga la libertad de descubrir que por ahí el sexo, en esos días, es más rico. Que tengan la opción de no perdonar ni aceptar una pareja que no respete lo que le pasa a su cuerpo. Espero que sea una generación en la cual, si deciden ser madres, manejen los términos exactos para explicarles a sus hijas todo este asunto; sueño con que sean una generación que viva en un país al que le importe cuidar su salud sexual y reproductiva. ¿A cuánto estamos de que esto suceda?

Se acabaron las hojarascas, yo me voy, sola, por esa la calle oscura, bajo mi propio riesgo. El precio de la libertad de caminar sola es vivir en peligro constante; pero ese es tema para otro té.

* Es directora de cine y guionista.

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