Después de una jornada de movilización nacional contra la malla curricular, el Gobierno ha llamado al magisterio al diálogo.
El gesto no es menor, si la voluntad política fuera real, pero hay antecedentes que mueven a la duda. Hace pocos días, el ministro de Educación, Édgar Pary, acusó a “algunos dirigentes” de buscar “convulsionar el país”, y hasta comparó la situación actual con la crisis política vivida en 2019, que terminó con la salida de Evo Morales de la presidencia.
La protesta del magisterio, si bien tiene carácter nacional, está lejos de equipararse a lo ocurrido hace más de tres años y, por supuesto, son otras sus motivaciones, por lo que ese tipo de comparaciones solo provocan lo que se dice combatir: la politización del conflicto.
Otra ha sido la línea discursiva planteada este miércoles, al menos la señalada por el viceministro de Educación, Bartolomé Puma, quien anunció la convocatoria a reuniones a maestros urbanos, rurales y padres de familia y, además, reveló una primera comunicación.
El diálogo sobre la nueva currícula debió instalarse antes, pero no por eso es menos necesario, como necesario y transversal también es el abordaje de un mayor presupuesto para el sector de educación.
No se trata de buscar el “todo o nada” en demandas que forman parte de la historia del país. Sí, en cambio, es momento de comenzar su discusión, más si esta se encuentra intrínsecamente ligada al asunto que hoy moviliza a los educadores.
Al margen de las observaciones a contenidos políticos o ideológicos en textos escolares, o al resquemor –con cierto dejo conservador ante los contenidos sobre sexualidad y género, que merecen tratarse más ampliamente–, las inquietudes en las bases del magisterio son, además, concretas. En las marchas que se cumplieron este miércoles en todo el país se han planteado interrogantes sobre qué hacer ante las carencias tanto en infraestructura como en recursos humanos especializados, por ejemplo, para asignaturas como Robótica e Inglés.
¿A Bolivia le urge avanzar en estos campos? Sin duda. El camino y los recursos son los que generan grandes interrogantes.
Solo apenas un ejemplo. La Ley Educativa Avelino Siñani Elizardo Pérez ya dispuso, desde su promulgación en diciembre de 2010, la enseñanza de una lengua extranjera, “en forma gradual y obligatoria, desde los primeros años de escolaridad, con metodología pertinente y personal especializado”. Sin embargo, no se concretó por la falta del conocimiento del idioma en la mayoría de los maestros que, con la nueva currícula, deberían enseñarlo transversalmente.
Por esa y otras realidades similares, la demanda de los profesores de un mayor presupuesto para mejorar la calidad educativa no suena demagógica, aunque habrá que estar alertas a frenos sin sentido de grupos –más bien radicales– que suelen resistirse a cambios incluso graduales que no solo son necesarios, sino que también están siendo exigidos, cada vez con mayor fuerza, por la misma sociedad.
Sin vender sueños irrealizables, el Gobierno nacional debe encarar este debate con la responsabilidad y la seriedad indispensables. Y haría bien en encararlo sin incurrir en la omnipresente politización nuestra de cada día; algo que, por lo demás, lamentablemente, no ha sido evitado a su tiempo en algunos textos escolares...