La línea carnavalera

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 17/02/2023
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Hay psicólogos que dicen que el Carnaval es algo así como una catarsis colectiva, una fiesta en la que el desenfreno consigue aliviar la presión acumulada por un mundo en el que la necesidad de comer deriva, necesariamente, en la de trabajar, lo que apareja una serie de presiones de las que uno se libera, precisamente, cuando da rienda suelta a sus sentidos.

El Carnaval es, en la inmensa mayoría de los casos, la fiesta del desenfreno y por ello los excesos se toleran más que en otros días del año, y también se justifica el jolgorio.

¿Cómo se festeja? Eso depende del lugar donde uno se encuentre. En Santa Cruz, por ejemplo, un departamento tradicionalmente dicharachero, la elegida reina del Carnaval renunció a ese título indicando que no le parecía mantener este año el nivel de celebraciones de otros. Se refería a la situación de encarcelamiento de su gobernador, Luis Fernando Camacho. De todos modos, se designó a otra persona en su lugar y los festejos continúan. Con quejas y todo, el Carnaval cruceño mantendrá nomás su carácter festivo.

Oruro se ha esforzado por que el Carnaval de este año sea mayor que en los anteriores, afectados por la pandemia. La fiesta dedicada a la Virgen del Socavón quiere recuperar su alto nivel de visitantes y no se ha medido en gastos. Este fin de semana abundarán los famosos, aquellos que tienen llegada internacional, hoy denominados “influencers”, entre los que destaca el creador de contenidos audiovisuales Luisito Comunica y la actriz Carla Ortiz, que filmará escenas para su próxima película, nada más y nada menos que “La Chaskañawi”.

Pero, en medio de todo este panorama macro están los problemas menudos que afrontan algunas ciudades, especialmente por los efectos colaterales de los festejos carnavaleros. Como suele pasar, algunos excesos en el juego con agua y espuma han provocado alarma debido a que los participantes no se miden y mojan o embadurnan a todos por igual.

Respecto a esta actitud, es preciso recordar que los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás; y que, si bien las personas tienen derecho a jugar y a divertirse, aquellas que no quieren hacerlo también tienen derecho a transitar por las calles de sus ciudades libremente, sin que las mojen ni les cubran la cara de espuma.

Habrá que recordar que, de un tiempo a esta parte, el juego con agua ha dejado de ser la inocente manera de divertirse mojando y haciéndose mojar, como ocurría antaño. Se ha pasado de usar baldes a llenar globos con agua para arrojarlos con una violencia inaudita. A partir de ahí, la acertada decisión de la Policía Departamental de Chuquisaca de asignar efectivos a los lugares donde el juego con agua es mayor; por ejemplo, en la Plaza 25 de Mayo y en el Parque Bolívar. No prohibir el juego con agua, aunque dejando expresa la recomendación de ser conscientes en este carnaval, también parece haber tenido un buen efecto en Sucre.

En Potosí, en cambio, los excesos han sido la tónica en medio de la prohibición municipal de no usar el agua para los juegos carnavaleros. Funcionarios municipales fueron sorprendidos emborrachándose en sus oficinas, en horario laboral, y una joven sufrió contusiones cuando intentaba escapar de un juego con agua en el que ella no participaba.

Y es que la línea entre lo que está bien y lo que está mal es muy delgada, y más aún en carnavales. Habrá que cuidarse de no rebasarla.

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