El centro histórico de Sucre, patrimonio cultural de los sucrenses, de los bolivianos y de todo el mundo, gracias a las diferentes declaratorias del Estado boliviano y la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura), que no es cualquier cosa, sigue siendo atacado en su existencia y esencia por construcciones nuevas de diferente índole. Una de las últimas, en la calle Potosí/Dalence, ha recibido bastante atención mediática y parece ser observada en serio por la principal entidad responsable de la conservación del patrimonio arquitectónico, que es la Alcaldía de Sucre. Espero con éxito.
Me llamaron la atención las reacciones en Facebook, donde Correo del Sur publicó el asunto, que defendieron la construcción ilegal y atentatoria con el criterio que Sucre debe modernizarse, como hacen Santa Cruz y La Paz. Es saludable que haya diversidad de opiniones, pero me faltó mayor argumentación del por qué destruir edificación existente con carácter, el legado de generaciones pasadas, y llenar los pocos espacios abiertos en el centro con construcciones altas y sin aparente criterio estético, es igual a modernizar. Sucre da suficiente oportunidad para esas construcciones fuera del área del centro histórico, o sea, alguien que quiere invertir en un edificio nuevo, lo puede hacer en la mayoría de las zonas de la ciudad, como también se hace. Y ahí, hasta tiene otras ventajas de espacio y mejor acceso vehicular.
En mi opinión, modernizar es otra cosa, más cualitativo, algo que mejora la calidad de vida, la economía y convivencia. Por eso, más bien creo que es al revés: preservar el patrimonio es en verdad modernizar. Felizmente, hay muchos ejemplos en el mismo de Sucre, donde se ha modernizado edificios guardando el patrimonio, darle nuevo o mejor funcionalidad de vivienda, comercial o administrativa. Y a la vez, se fortalece la ventaja comparativa de Sucre, que ya la tiene con el reconocimiento de su patrimonio arquitectónico, para atraer turismo, beneficiando a muchos sectores, así como actividades culturales, conferencias, inversión en estas áreas y a la gente creativa. La economía naranja, cuyo concepto se enfoca justamente en ello, es considerada una oportunidad para lugares sin vasta base industrial, minera o agricultura y es reconocida por muchos expertos como opción prioritaria para el desarrollo de Sucre.
Si en algo otras ciudades progresistas envidian a ciudades como Sucre, es por ese patrimonio arquitectónico y cultural. ¿Qué sería de Paris, Roma, Barcelona, etc. si hubieran permitido la destrucción de sus centros históricos? ¿Estarían al mismo nivel, atrayendo a instituciones internacionales, artistas, millones de turistas?
Si de modernizar de Sucre hablamos, dejemos de confundir la destrucción del patrimonio arquitectónico con progreso. Más bien, aparte de la preservación y mejoramiento de las edificaciones históricas, propongo que pensemos en innovación de su burocracia en apoyo a nuevos emprendimientos, la promoción de su encanto y atracción, los servicios, la educación y salud.