La decisión de un dirigente indígena de retirar la silla en la que pretendía sentarse el expresidente Evo Morales en Cala Cala, norte potosino, donde se desarrollaba el Festival de la Qhonqhota, derivó en consecuencias insospechadas: al también funcionario de la Alcaldía de Uncía no solo lo golpearon, como forma de intimidación, sino que en un cabildo decidieron expulsarlo de su comunidad. Luego, se conoció la lamentable noticia de que, fruto del estrés, su esposa había perdido al bebé que llevaba en el vientre. Al referirse a este caso, el diputado Daniel Rojas, de la facción “evista” del MAS, dijo que la justicia originaria está por encima de los derechos humanos y de la misma Constitución Política del Estado.
Morales no había sido oficialmente invitado a la fiesta de Carnaval de Cala Cala, pero se apareció, aparentemente sin previo aviso, acompañado de militantes que portaban banderas del Movimiento Al Socialismo (MAS). Martin Choque Condori, responsable de Culturas en Uncía, dijo que, después de haber arrojado la silla en señal de protesta, fue agredido por quienes acompañaban al jefe nacional del partido oficialista en dicho acto.
La prueba de lo ocurrido es un video que se viralizó en las últimas semanas. Allí se puede ver que, en efecto, al lugar donde se armó la testera llegó un grupo portando banderas del mencionado partido y que Morales estaba entre ellos. Aunque la grabación se sigue reproduciendo en las redes sociales, no llama la atención tanto el hecho como la reacción desproporcionada de los acompañantes del exmandatario. Puesto que estaban con él, y con banderas del MAS, es obvio que se trataba de adictos a esa agrupación política aunque, en este punto, es necesario hacer una salvedad:
A esta altura, al MAS no se lo puede juzgar como a un solo colectivo, puesto que en su interior hay pugnas que no se han preocupado en esconder. Por un lado está el ala radical, a la que se denomina “evista” por su vínculo con el expresidente, mientras que por el otro está el denominado bloque “renovador” o “arcista”, que apoya al actual presidente y exige cambios tales como dar paso a nuevos liderazgos.
El incidente en el norte potosino fue protagonizado por el ala “evista” que, como se ha visto a lo largo del gobierno de Morales, se caracteriza por recurrir a la violencia, pese a que tiene varias alternativas de reacción. Cuantitativamente, el MAS es la organización política más grande del país y su estatuto rige, o debería regir, la conducta de sus militantes. En él se pueden encontrar principios como el pluralismo, la democracia interna, la unidad y solidaridad, pero, el bando que mantiene el liderazgo de Evo no los toma en cuenta y a menudo incurre en imposiciones o, si no, directamente en agresiones como la de Choque Condori.
Eso explica varios de los episodios acaecidos desde que Evo Morales dejó de ser presidente. Se debe recordar, por ejemplo, que en diciembre de 2020 estalló una confrontación entre adherentes al MAS reunidos en Lauca Ñ, uno de los bastiones del exgobernante. Allí también volaron sillas porque, al parecer, existen sectores del partido que no se hacen entender con palabras, sino con silletazos.
Ahora no se arrojó una silla, sino que se volteó una. Como parte de la reacción desproporcionada de miembros del ala “evista”, legisladores del MAS salieron a declarar que Choque Condori no pertenecía a ese partido, sino a Alianza Social (AS); pero el propio afectado luego aclaró que sí es del MAS.
También lo acusaron de ser funcionario en el gobierno de Jeanine Áñez y posteriormente, en un cabildo, decidieron desterrarlo. Como dato: AS es la agrupación ciudadana de René Joaquino, que fue senador por el MAS.
El “evismo” tiene un problema y es que, haciendo honor a su nombre, lo hace todo a la sombra de su líder Morales. Ha llegado al extremo de personalizar al MAS incluyendo en su estatuto, como principio número 15, el “liderazgo nato” del “hermano Evo Morales por los grandes logros, avances y saltos cualitativos que realizó a nivel nacional”. (R)