La protesta del magisterio urbano

Guillermo Mariaca Iturri 04/04/2023
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Desde que la educación se convirtió efectivamente en educación pública nacional ha tenido pocos momentos excepcionales. Éste es uno de ellos.

Desde 1955 las protestas del magisterio han tenido, casi siempre, objetivos marcadamente gremiales. Demandaban mejores salarios, ascensos por antigüedad, ingresos automáticos al servicio educativo una vez egresen de las Normales, que ningún otro profesional pueda dar clases en las escuelas públicas, etc. En contadísimas ocasiones han luchado por un interés de importancia nacional. ¿Qué ha sucedido, entonces, para que hoy todos los profesores de escuelas públicas urbanas tengan demandas políticas, pedagógicas e inclusive gremiales que van mucho más allá de sus intereses sectoriales de corto plazo?

El detonante ha sido, hay que reconocerlo, gremial. El Ministerio de Educación ha ordenado que los maestros añadan horas sin remuneración para enseñar contenidos para los que no han sido preparados. Pero inmediatamente, por iniciativa de algunos sindicatos regionales, la protesta tuvo contenido pedagógico. Han señalado que no sido formados para dar clases de inglés y lengua nativa, robótica, ajedrez, etc.; que las Escuelas Superiores de Formación de Maestros -las exnormales- no han adecuado su currículum a las exigencias de la nueva ley de reforma educativa del MAS; que el bachillerato técnico humanístico es un fraude (solo 20% de los colegios cuenta con el equipamiento mínimo para realizarlo). A eso se añade una observación de fondo: consideran que los contenidos de perspectiva partidaria (el Ministerio ha incorporado en la materia de Ciencias Sociales que en 2019 habría sucedido un golpe de Estado) no deben incorporarse al currículo. Ciertamente esto último ya venía sucediendo -los maestros estaban forzados a utilizar libracos como ‘Evito y el mar’-. Pero una cosa es el culto a la personalidad del expresidente y otra, bastante más grave, hacer de la historia contemporánea de Bolivia un antro partidario. La defensa de la libertad de pensamiento, como la de libertad de expresión, de culto, de asociación y los otros derechos fundamentales, han generado la movilización del magisterio para no ser utilizados como marionetas pedagógicas del poder.

La defensa gremial de la libertad educativa, entonces, se convirtió inmediatamente en la lucha política por preservar la libertad de pensamiento desde el interior de una consciencia pedagógica. Esta actitud y esta movilización tienen, por cierto, relevancia nacional. Pero, inclusive, la demanda por una jubilación con 100% de su salario no se reduce a un interés gremial. Si se logra este reconocimiento estatal se está afirmando que la educación tiene una importancia estratégica para cualquier plan de desarrollo nacional.

La respuesta ministerial, como podía esperarse, fue vergonzosamente partidaria. No propusieron respuestas a las demandas del magisterio y plantearon la organización de un Congreso Educativo Nacional. Claro que pretenden realizar ese Congreso considerándolo una movilización social y dándole a la Central Obrera Boliviana la responsabilidad de organizarlo. La COB no solo es apenas un títere del gobierno sino, como es obvio, no tiene idea de educación. Si organizara el Congreso educativo lo haría como suele hacerlo: preparando los grupos de choque, no cultivando el terreno para el debate de propuestas educativas.

Esta movilización del magisterio urbano boliviano reúne, como muy pocas veces desde 1955, una demanda nacional. Representa, por consiguiente, un grado de consciencia democrática que, finalmente, nos interpela a todos como ciudadanos y como patriotas. Sin embargo, como otras protestas (ADEPCOCA, los incendios en la Chiquitanía, la marcha de los discapacitados, y tantas más antes y después de la victoria democrática de 2019) no convoca a la diversidad ciudadana. Otra prueba de que esa victoria como esta movilización fueron momentos excepcionales carentes de liderazgo nacional y de apoyo franco de la oposición. Otra prueba de la necesidad imperiosa de convocar a la imprescindible construcción del bloque de unidad democrática.

En todo caso, el paro cruceño de ayer y la lucha del magisterio de hoy son semillas democráticas que están fructificando. La tea de la Junta Tuitiva está nuevamente encendida.

 

 

 

 

 

 

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