La reunión que mantuvieron el lunes el presidente Luis Arce, los ministros de Economía y de Desarrollo Productivo y la cúpula dirigencial de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) es una buena señal para todos y una luz de esperanza para el complejo futuro que se avizora en el país.
Para nadie es un secreto que el tiempo de las vacas gordas se terminó y se podrían dedicar párrafos y párrafos para explicarlo, así como para decir qué pudo haberse hecho en procura de llegar a este momento en mejores condiciones, con la suficiente espalda como para afrontar lo que se viene. Más allá de la polarización —que se ha vuelto inmanente en la sociedad— nadie que tenga buena fe quiere que a Bolivia le vaya mal.
Los representantes del empresariado nacional han destacado el ambiente de cordialidad y la apertura de las autoridades en este importante encuentro, el primero de este tipo en el que participa directamente el presidente Arce, lo cual también significa mucho y puede ser considerado como una señal de que hay un cambio de actitud en el Gobierno.
En reiteradas oportunidades, este sector de la población, que da trabajo a miles de bolivianos y que no la ha pasado nada bien durante la época dura de la pandemia, buscó un acercamiento con el Ejecutivo nacional, en procura de encarar acciones conjuntas para mejorar las condiciones de todos en general. Por lo ocurrido este lunes, al fin fue escuchado y ahora es de esperar que este encuentro no sea el único y, más bien, se constituya en la piedra fundamental de un diálogo permanente y fructífero para el área productiva pública y privada del país.
El Presidente ha dicho, a través de sus redes sociales, que, como Gobierno, explicaron a los miembros del Comité Ejecutivo de la CEPB el “Plan Estratégico de industrialización con sustitución de importaciones” y que establecieron “trabajar coordinadamente y seguir impulsando la economía”.
El país necesita de la sinergia de la política gubernamental y el esfuerzo privado para salir adelante. Atravesamos por un tiempo de incertidumbre desde que empezara a reportarse un descenso de las Reservas Internacionales Netas (RIN): en 2014 llegaron a $us 15.122 millones y al 8 de febrero de 2023 estaban en $us 3.538 millones.
El 17 de ese mes, el Banco Central de Bolivia (BCB), a través de un comunicado, informó que las RIN se mantenían “estables” y que dicho monto “cumple con los parámetros referenciales para la administración de reservas determinados por organismos internacionales, cubriendo más de tres meses de importaciones de bienes y servicios, y más de dos veces el servicio de la deuda externa de corto plazo”.
Pero ese no es el único problema que enfrentó en el último tiempo la economía nacional. También se dio un proceso especulativo de la población respecto al dólar, y, para contrarrestarlo, el BCB asumió la venta directa de esa divisa.
Además, calificadoras de riesgo han rebajado su calificación de la economía del país. La último fue Moody’s, que, entre otras consideraciones, señaló que “(...) una gobernabilidad muy débil han contribuido a disminuir la disponibilidad de moneda fuerte y aumentaron las presiones de liquidez externa hasta un punto que amenaza la estabilidad macroeconómica”. No obstante, el Gobierno puso énfasis en que la inflación acumulada en el primer trimestre fue de 0,19%, una de las más bajas de la región, lo que refleja la estabilidad de precios.
El Presupuesto General del Estado (PGE) proyectó a finales del año pasado para 2023 una inflación de 3,57% y un crecimiento económico cercano al 4,8%. En las últimas horas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo la previsión de crecimiento económico de Bolivia a 1,8%. El año pasado proyectó un 3,2%. Para la región, prevé un crecimiento de 1,6%, dos décimas por debajo de lo esperado anteriormente, y muy lejos del crecimiento del 4% que registró en 2022.