“Quiero ser una buena persona”

A TI, JOVEN CAMPESINO Pedro Rentería Guardo 21/04/2023
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Abandonado. Rechazado por su escasa familia. Perdido en la vorágine de una gran y lejana ciudad, Mateo (nombre ficticio) se nos presenta en estas líneas como testimonio vivo de la soledad adolescente que clama cercanía y compasión en un mundo demasiado complejo para nuestros menores. 

Pero antes de entrar en materia quiero garantizarles que esta columna no está confeccionada por alguna de las Inteligencias Artificiales (IA) que nos deslumbran con sus capacidades creativas. Es que el también confuso mundo tecnológico que nos rodea ya nos advierte a los adultos de los peligros latentes que comenzamos a entrever. Los medios de comunicación nos ponen al día de todo este desconcierto surgido en los últimos meses. 

La historia de Mateo, con sus 14 años, puede ser reflejo -más o menos nítido- de parecidas experiencias vividas por algunos de vosotros, changuitos del hogar-internado. 

Los rincones sucios y oscuros de la gran ciudad son testigos del rechazo familiar, de la huida del chico de un hogar maltrecho que nunca acogió a una familia cálida. De una situación desestructurada que despedazó un matrimonio y solo generó violencia y sinsentido. Y como siempre, el alcohol y otras adicciones hicieron de las suyas. 

Esas calles son las mismas que victimizan a nuestros niños y adolescentes por manos inescrupulosas, abusadoras, que rompen su inocencia, provocando dolor y sentimientos difíciles de entender y asimilar a tan cortas edades. 

En medio de su fragilidad, clamaba la rabia de Mateo contra una sociedad que hasta ese momento fue incapaz de ampararle con respeto y cariño auténticos.

En el deambular por la gran ciudad, las puertas abiertas de un templo se alzaron como posibilidad de saciar el hambre y de encontrar un refugio tan solo sea por unos momentos. Y fue una voluntaria, afanada en ordenar alimentos y ropas para gente necesitada, quien atendió a Mateo y le procuró una primera ayuda reconfortante para el chaval. 

Había mucho que sanar en el cuerpo y el alma de Mateo.

La obligada llamada a los servicios sociales y la apurada tarea de convencerle sobre la necesidad de aceptar el ingreso en un hogar de acogida el tiempo suficiente hasta regularizar su situación, fue el buen hacer de aquel grupo de voluntarios, conocedores de historias parecidas en su trabajo parroquial. 

Este relato, esta vivencia, me llega de la mano de la generosa voluntaria, a quien conozco desde hace años y que hoy me cuenta gracias a la comunicación que nos permiten las redes sociales. 

- Le manifiesto, padrecito, que tuve la oportunidad de conversar largo rato con Mateo hasta que pudo ingresar en el hogar de acogida. Chico listo y prudente… Me llamó la atención que conservara tanta cordura en el difícil y peligroso escenario en que se vio obligado a vivir -me escribió en una de sus misivas. 

Es ese misterio del ser humano -en este caso un adolescente- que inmerso en su drama es capaz de sacar a flote una manera de pensar y de actuar que, más allá de su lógica inmadurez, le protege con decisiones prudentes y benéficas. Uno se pregunta de dónde Mateo aprendió la sensatez suficiente, con su porción de rabia que comento arriba, para encajar el peligro, eligiendo el camino sano que le evitara la degradación en la que otros caen. 

- Cuando nos tocó despedirle, después de unas horas con nosotros en los locales parroquiales, estando ya presente la trabajadora social del hogar de acogida, y con una tímida lágrima en su mirada, nos dijo con firmeza y con la mayor naturalidad: “Yo quiero ser un buen chico”.

Les confieso, amigos lectores -changuitos y adultos- que en más de una ocasión he oído ese deseo en boca, sobre todo, de adolescentes. Diríase que es como una consigna que ángeles traviesos y amorosos depositan en su corazón. 

Son palabras que siempre me han impresionado. Hermosas palabras que nos siguen anunciando la bondad anónima que se esconde tras tantas historias malévolas. 

¿Qué será de ti, Mateo? Sea lo que sea, la bondad, siempre contagiosa, iluminará tu rostro, tu sonrisa. 

Gracias.

* Por viaje del columnista al exterior del país, esta columna se retomará recién en el mes de mayo próximo.

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