Es muy conocida la leyenda del Cid Campeador. Guerrero feroz y temido de la Edad Media. Héroe de las Cruzadas cristianas, que, para pesar de sus seguidores, murió de fiebres muy altas en Valencia y no en el campo de guerra. Entre tanto, cuenta la leyenda que para la siguiente batalla montaron al Cid en un caballo, lo ataron a la silla y lo sacaron al combate; al verlo, los musulmanes se echaron a correr aterrorizados. El Cid, inclusive de muerto, había ganado una batalla más para la causa.
El modelo primario exportador, rentista, comerciante y centralista, primorosamente denominado Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo (MESCP), está agotado. Al igual que el Cid, el modelo murió por complicaciones internas, pero el Gobierno insiste en revivirlo y a sacarlo a las batallas montado en un unicornio azul para amedrentar y hacer retroceder, sin éxito, a los Jinetes del Apocalipsis y los tercos indicadores macroeconómicos que cada día se deterioran.
Veamos por qué el modelo es un zombi que se olvidó de caer. El MESCP, que es una reedición del viejo extractivismo nacional desarrollista, propone que los sectores estratégicos, como hidrocarburos, minería, electricidad, recursos ambientales, deben generar el excedente para que el Estado los distribuya a través de: 1) bonos y políticas de lucha contra la pobreza a la sociedad y 2) los asigne a otros sectores generadores de ingresos y empleo como la industria manufacturera, el turismo, el desarrollo agropecuario, el comercio, los servicios y otros. Esta idea presentada por un divisor de aguas en el pensamiento económico cree que el Estado es como el monstruo mitológico Hidra, tiene al menos nueve cabezas: planificador, empresario, inversionista, regulador, benefactor, promotor, banquero, cambista y doctora corazón.
El sector hidrocarburos es visto como el más importante generador de excedente, razón por la que nacionalizado. En efecto, este, en el 2014, generaba 5.489 millones de dólares de renta petrolera. Con estos recursos se repartieron bonos, se hicieron obras de infraestructura, museos, canchas de fútbol, se crearon empresas estatales a diestra y siniestra y se pagaron subsidios. Era la época de la Bolivia Saudita, con jeque incluido. Sin embargo, esa renta ha bajado a 2.289 millones de dólares en el 2022. Es decir, menos 3.200 millones de dólares de excedente. ¿Qué paso? ¿Por qué el gas se hizo gas? Pues, los neorevolucionarios hicieron una tremenda fiesta rentista y se olvidaron de la actividad más elemental en la industria: seguir buscando gas, invertir en exploración. Hicieron una deliciosa sajta con la gallina de los huevos de oro, YPFB, para la fiesta del rentismo. Y ahora, con cara de que yo no fui, quieren curar el ch’aqui endeudándose, vendiendo el oro de las reservas internacionales y, una vez que el burro salió del corral, invertir en exploración. A esperar años lavados y peinados con el puño en alto.
El sector minero, si bien ha crecido, no generó rentas para el Estado por los bajos impuestos. El ejemplo emblemático es la minería del oro, que el año pasado exportó 3.000 millones de dólares y solo pagó el 2% de regalías, o sea, 60 millones de dólares. Aquí el excedente se lo transfirió en su totalidad a la nueva oligarquía minera.
El sector eléctrico no genera excedentes económicos; al contrario, Bolivia tiene una oferta de electricidad de 3.500 megawatts y solo consume la mitad. El resto se pierde.
Un otro excedente económico es generado por el sector coca-cocaína, que modestamente se puede estimar que produce, por año, como 2.000 millones de dólares; por supuesto no paga impuestos. Gran parte de este excedente se va a las nuevas élites cocaleras y a los demás eslabones de la cadena de valor de este gran negocio.
Finalmente, y no por ello menos importante, la otra renta importante generada en los últimos años, está en el sector comercial, buena parte informal. Este sector se impulsa por el excedente petrolero, en forma de gastos e inversión pública. Pero, al bajar la plata del gas, se comenzó a usar el excedente acumulado de las reservas internacionales. Estas últimas fueron usadas para mantener el tipo de cambio nominal fijo y también para facilitar las importaciones legales y el contrabando.
Cabe recordar que, en Bolivia, las compras del exterior han pasado de 2.926 millones de dólares, en el 2005, a 13.000 millones de dólares en el 2022, solo de importaciones legales. Si a esto sumamos una estimativa modesta de 3.000 millones de dólares de contrabando, la renta del sector comercial fue de 16.000 millones de dólares. Esta renta fue generada por un tipo de cambio nominal fijo y un tipo de cambio real apreciado sustentado con pérdida de reservas internacionales.
Durante más de 15 años, el Estado distribuidor colocó el excedente económico en más de 70 empresas públicas de dudosa rentabilidad, y dilapidó recursos en una burbuja de consumo sobre todo comercial. Además, transfirió a ciertos grupos bonos y rentas.
Asimismo, a través de precios subsidiados de los hidrocarburos y varios alimentos, también el Estado transfirió los excedentes a toda la población, sin distinguir ricos o pobres. Cuando caen las exportaciones de gas e ingresos de la renta del gas, las subvenciones se cubren perdiendo reservas internacionales.
Ninguno de los sectores, actividades o empresas a los cuales el Estado transfirió el excedente económico generó mayor producción, ni aumentó exportaciones o gatilló mayores ingresos por impuestos. El excedente económico se derramó en la arena del rentismo y la ineficiencia de varias empresas estatales.
Además, como he señalado, la fuente de ingresos de los sectores estratégicos ha bajado significativamente. La renta petrolera se redujo a un 8% del Producto y no se ven, ni en el corto y mediano plazo, otros sectores de recursos naturales que la sustituyan. El litio está lejos todavía de generar excedentes. Por el momento, es una promesa de aquí a cuatro años.
Por lo tanto, el modelo económico del Gobierno está agotado estructuralmente, porque no puede generar los excedentes económicos para seguir funcionando. Una vez más, el gas se hecho gas de la mano del MAS. Ahora bien, se quiere revivir al zombi MESCP colocándolo en terapia intensiva, buscando transfusión de sangre de créditos internacionales y queriendo vender las joyas de oro de la abuela (el uso de las reservas internacionales). Estos parches solo prolongarán la agonía.
El cadáver del modelo económico, el Cid Campeador, saldrá varias veces más al campo de batalla, pero cada vez será menos efectivo. Urge un nuevo modelo desarrollo. Sobre esto, escribiremos las próximas semanas.