Hemos sido testigos de la segunda mayor quiebra bancaria en Estados Unidos, después de la ruina de Lehman Brother en 2008, el Silicon Valley Bank (SVB) se declaró en bancarrota, sumándose al hundimiento Signature y First Republic Bank que pasan a ser controlados por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés), perjudicando a inversores y empresas emergentes (startup) principalmente.
SVB, nombrado por Forbes como uno de los mejores bancos este año, afectó empresas como Roku en casi 500 millones de dólares lamentándose de no poder: “cumplir con los requisitos de capital de trabajo, gastos de capital y efectivo físico de las obligaciones contractuales conocidas para los próximos 12 meses y más allá”; también, Roblox dijo que alrededor del 5% de sus reservas de efectivo, el equivalente a $us 150 millones estaban en SVB; otras empresas afectadas son: Acuityads Holdings INC, Astra Space INC, Rocket Lab USA, Stitch Fix, Circle, etc.
Cómo un efecto domino, vimos la estrepitosa caída del gigante Credit Suisse, fundado en 1854, dañándose la imagen, reputación y prestigio de Suiza, como país de tradición financiera, poniendo en entredicho la solvencia, confianza, excelencia de la banca y su sistema financiero.
Otrora funcionando como un reloj, este banco considerado “demasiado grande para quebrar” puso en tela de juicio todo lo que hasta ahora conocemos y nos repiten, a punto de desatarse el pánico universal por tener implicaciones financieras globales, hasta que son rescatados por otras entidades privadas o el mismo Estado, como en el caso suizo, causando indignación en los ciudadanos, debatiéndose hoy en día, el riesgo moral que implica rescatar bancos con perjuicio del bolsillo de terceros.
Mientras los principales bancos del mundo, como el JP Morgan Chase tienen una capitalización de 398 mil millones de dólares americanos aproximadamente, ICBC (China) con 221 mil millones, Bank of America con 227 mil millones, Morgan Stanley con 148 mil millones, HSBC Bank con 140 mil millones, Wells Fargo con 149 mil millones, China Construction Bank con 169 mil millones, bitcóin se alza frente a estas entidades con 556 mil millones de dólares de capitalización, venciendo al banco más grande del mundo, superando incluso a empresas como Tesla que tiene 487 mil millones de capitalización. Estos resultados nos demuestran que estamos frente a un cambio de paradigma y rumbo a la criptoeconomía.
Es hora de bitcóin, es la conclusión lógica, mientras más bancos caen sube su precio, se fortalece más, como si absorbiera el dinero del mundo igual que un agujero negro. Más ahorristas, capitalistas e inversores están corriendo a refugiarse en la moneda digital que, dicho sea de paso, está superando las estadísticas en la creación de direcciones de billeteras digitales, atrayendo a millones de personas al mundo blockchain y la Web3 de lectura, escritura y propiedad, evolución natural del capitalismo.
Mientras bitcóin está aguantando la ofensiva de gobiernos liberticidas, el Parlamento Europeo respaldó abrumadoramente al primer Reglamento sobre los Mercados de Criptoactivos (Ley MiCA), de esta manera, se pretende entregar seguridad jurídica para la adopción institucional con la claridad regulatoria que las empresas están buscando. Esta ley, modelo y referente para otros países, es la más completa hasta ahora para bitcóin y otros criptoactivos.
Bitcóin es una propiedad que está en manos del propietario, sin intermediarios, nunca será negado y no deja de funcionar desde su creación (2008-2009), mientras los bancos no devuelven los ahorros, bitcóin es fuerte, confiable, inmutable, limitado en su suministro, escaso, demostrando en momentos de crisis su envergadura y para qué fue creado: “menos confianza y más verificación”, como el mismo Satoshi Nakamoto escribió en el bloque génesis: “El Canciller está a punto de dar un segundo rescate a los bancos”. Bitcóin declarado muerto innumerable número de veces, no necesita de rescate alguno.