El transporte de pasajeros no es una actividad comercial más, sino que se considera un servicio público. Debido a ello, en la mayoría de los países está regulado y no sometido a la libre oferta y demanda.
Hubo transporte desde siempre, pero se masificó a partir de la invención del automóvil. Hoy en día existen transportes de todo tipo: los tradicionales terrestre, marítimo y aéreo y, en las ciudades, también diferentes tipos como el subterráneo, o metro; el aéreo por cable, mejor conocido como teleférico, y uno intermedio que es el metroriel, una mezcla de los anteriores que no es otra cosa que un tren de alta velocidad que circula sobre rieles, generalmente, por encima de las calles normales.
Como sabemos, la modernidad ha llegado a pedazos a Bolivia y, actualmente, solo conocemos dos de los tipos de transporte masivo que ya son comunes en otros países: el teleférico, que está en La Paz, y el más nuevo tren metropolitano de Cochabamba.
Es necesario hacer notar que, a diferencia de Bolivia, son muchos los países que han conservado el servicio de trenes y este, en esos lugares, forma parte del sistema de transporte masivo de pasajeros. En Bolivia se usó el tranvía solo por una corta temporada y, luego, cuando se masificaron los automóviles, se desechó el tren de manera ingenua. Hace solo unos años, la Alcaldía de Sucre procedió a retirar los rieles que estaban en la avenida Jaime Mendoza, descartando así la posibilidad de rehabilitar el servicio de tren entre la capital y Potosí. Se lo pudo haber modernizado o migrar a la modalidad de alta velocidad.
Desglosamos los sistemas de transporte urbano conocidos para mostrar todas las posibilidades existentes y las diferencias con otros países donde este sector sigue siendo responsabilidad del Estado. Ese es el caso de España, por ejemplo, donde hay sistemas de transporte metropolitano que integran a todos los existentes: metros, trenes y buses. Las rutas de los buses se han trazado tomando en cuenta las paradas de los metros y las estaciones de ferrocarril. Eso permite que las personas no solo puedan movilizarse rápidamente en las ciudades, sino entre estas. Así, un pasajero que vive en Alcalá puede tomar en la estación el tren que lo llevará hasta la parada del metro en Madrid, en donde se bajará para tomar un bus hasta el trabajo.
Para entender mejor, hagamos de cuenta que Sucre, Potosí y sus ciudades intermedias tienen sistemas de transporte metropolitano; es decir, buses y trenes que conectan a ambas ciudades, pero, en estas, las paradas de ambos están interconectadas de tal manera que los pasajeros puedan tomar un bus o tres desde Sucre a Potosí y, una vez en esta ciudad, bajarse en una parada en la que tomarían un bus de ruta corta hasta su trabajo. Así, una persona que viva en la Capital puede trabajar en la Villa Imperial y viajar de ida y vuelta cada día, y viceversa. Para que esto funcione es imperioso que los horarios de salida y de llegada se cumplan milimétricamente.
Esos son los sistemas de transporte ideales y de servicio. En Bolivia, un gobierno tuvo la mala idea de declarar libre al transporte y dejó de controlarlo. Desde entonces, el transporte se convirtió en un verdadero caos. Y como el Estado no está a cargo del sector, ni les paga sueldo a los choferes, estos dependen de sí mismos o de los dueños de los vehículos. No mejoran sus servicios, ni siquiera renuevan sus unidades vehiculares y se aglomeran en los centros de las ciudades. Tenemos uno de los peores servicios de transporte y, para colmo, cada tanto quieren fijar tarifas sin que su contraparte sea la mejor.