Ciertos políticos del ala evista del Gobierno han sugerido que la crisis económica en curso va a terminar en una hecatombe como la de mediados de los años 80, cuando gobernaba la Unidad Democrática y Popular (UDP). En la época, una profunda crisis política destrozó tanto el gobierno de izquierda como el propio Estado y la hiperinflación puso al borde de la muerte a la economía.
Frente a esta afirmación, el Gobierno sale a desmentir la visión apocalíptica del futuro de sus compañeros y aprovecha la oportunidad para posicionar, en la opinión pública, una idea que crisis es lo que pasó en el periodo de la UDP y, por lo tanto, comparativamente con esa época, la situación macroeconómica actual sería de bonanza. Crisis eran las de antes, ahora, esta coyuntura es una reunión de té de señoras inglesas debatiendo apasionadamente sobre los beneficios de las flores de lavanda en la aromaterapia.
Vivimos dos periodos históricos muy disímiles, pero que también tienen similitudes. Entre tanto, ambos pueden ser catalogados como de crisis, aunque con causas y síntomas sean diferentes. Uno y otro reflejan un tipo de agotamiento del patrón de desarrollo extractivista.
La crisis económica de la UDP se originó a finales de los años 70 después del auge del modelo de estatismo. Durante el periodo banzerista (1971 - 1977), la economía creció, en promedio, al 5,5%, gracias al aumento significativo de los precios de los minerales y el ingreso de préstamos baratos que venían del reciclaje de los petrodólares.
La bonanza económica, entre el año 2006 y 2015, se explica también por el aumento significativo de los precios del gas, los minerales y la soya. Al mismo tiempo, la reducción de la deuda externa ayudó al crecimiento: ésta bajó del 64% del Producto Interno Bruto (PIB), en el 2004, al 17%, después del perdonazo externo en el 2007. En ese periodo, el PIB creció en promedio en 5% al año.
Una primera similitud, entre estos periodos, además de las tasas de crecimiento próximas, es que antes de la crisis, ambos modelos económicos disfrutaron contextos externos fabulosos, y adoptaron modelos económicos con fuerte inversión pública. Inclusive tuvieron símbolos de progreso parecidos. En los años 80, la autopista La Paz-El Alto, en la actualidad es el teleférico. En ambos periodos había un nacionalismo desarrollista parecido.
Los gatilladores de la crisis: A finales de los años 70, Bolivia salía de una dictadura militar y enfrentaba una crisis de balanza de pagos. Fuerte caída de los precios de las exportaciones, en especial de los minerales y colapso de la deuda externa. Súbitamente se secaron las fuentes de financiamiento internacional y comenzó la crisis.
Considerando el fin de la bonanza externa en 2015, la economía boliviana perdió un 33% de sus ingresos de exportaciones en este año. Al igual que en los 70, la economía sufrió un shock externo negativo originado en la caída de los precios de las materias primas. Pero al contrario del periodo de la UDP, donde no había recursos y no se tenía fuentes de financiamiento, los gobiernos de Morales, Añez y Arce se endeudaron interna y externamente y utilizaron más de 12.000 millones de dólares de las reservas internacionales (RI) para sustentar el crecimiento.
En este ámbito de comparación, si bien, en ambos periodos, la crisis se origina en el sector externo de la economía, el sistema económico, en los años 2015 y 2023, estaba mucho mejor preparado para afrontar los desajustes de la balanza comercial que a mediados de los años 80. Se pudo diferir la crisis.
El deterioro de las variables macroeconómicas en el primer quinquenio de los años 80 fue muy rápido. Frente a la caída del financiamiento externo, el deterioro de la balanza de pagos y el incremento del conflicto distributivo, el gobierno de Siles se vio obligado a financiar sus gastos e inversiones con emisión inorgánica de dinero (señoreaje). El resultado fue una recesión de -4,5% en el periodo 1980 y 1985. En 1981, la inflación llegó a 23,5% para después explotar, en 1985, hasta llegar a un 8.170%. Bolivia registraba una hiperinflación. Entre 1980 y 1984, las reservas internacionales del Banco Central fueron negativas: -327 millones de dólares el peor año, 1982. La deuda externa durante 1980 y 1985, en promedio, representaba el 75% del PIB. En el auge de la crisis, el déficit público superó el 25% del producto, el promedio en el período en análisis fue de 16,1%. La moneda nacional se devaluó brutalmente, un dólar llegó a costar millones de pesos bolivianos.
El año 2014, punto de inflexión de la crisis actual, el deterioro de los indicadores macroeconómicos fue diferente, y mucho más pausado, que en los años 80. El PIB se desaceleró lentamente. En 2013 se alcanzó la mayor tasa de crecimiento: 6,8%. Pero, en 2014, se llegó a 5,4% y a 4,8% en 2015. Y entre 2016 y 2018, el PIB sólo aumentó en 4,2% al año. En 2019 continuó la caída, 2,2% y en 2020, con la pandemia y la cuarentena, llegó la recesión: -9%. Después en el 2021 y 2022, el PIB reboto en 6% y 3.5% respectivamente, pero con sector gasífero cayendo en -8%.
La inflación estuvo bajo control debido a los subsidios a los hidrocarburos y alimentos, registrando tasas muy bajas durante este periodo. Represamos la inflación, pero ahora no hay los recursos financieros para seguir manteniendo los diques de contención.
En 2015, las RI eran superiores a los 15.000 millones de dólares, pero después cayeron a menos de 3.000 en 2023. Estas fueron utilizadas para sustentar la demanda interna, gastos e inversiones públicas. Asimismo, la deuda total (externa, interna y de empresas estatales) subió mucho y alcanzó el 80% del PIB, en 2022. Así mismo, el déficit público entre 2014 y 2022 fue muy alto, en promedio, un 7.7% del producto y ahora no se lo puede financiar. El comportamiento del tipo de cambio fue diametralmente opuesto al periodo de la UDP, se mantuvo fijo, pero a costa de perder muchas RI y pero, ahora que hay un serio problema de liquidez, el régimen cambiario está bajo amenaza.
A mediados de los ochenta el Estado estaba quebrado, ahora tiene serios problemas de financiamiento, sobre todo, porque se ha reducido su principal fuente de ingresos que provenía de la renta hidrocarburífera. Esta se redujo entre el 2015 y 2022, en 3.200 millones de dólares.
En suma, hay semejanzas y grandes diferencias entre ambos periodos, lo que no significa que ambas crisis no sean profundas y complejas. Ambas reflejan diferentes tipos de agotamiento del modelo primario exportador extractivista y rentista. Las causas de las crisis son disímiles y sus síntomas también. Por supuesto, las soluciones son, así mismo, distintas.