Esta nota debería haberse publicado hace tiempo, pero por ausencia del autor de esta columna se lo hace recién hoy, porque cuando se trata de música, de arte o de cultura, nada es extemporáneo.
En abril pasado, por casualidad o quizá también por coordinación, lo que sería ideal pero poco probable, la Gobernación, la Alcaldía y la Universidad participaron en la organización de diferentes conciertos en hermosos escenarios. Sucre, por unos días, volvió a ser la de antes: la ciudad culta. El público demostró su afición a las actividades artísticas. Los escenarios estuvieron llenos.
Los medios de comunicación, incluidas las redes sociales, les dieron amplia cobertura. El programa del concierto en el bello templo de San Lázaro, que lució además un altar restaurado gracias a la labor invalorable del R.P. Bernardo Gantier, detalla una breve historia de lo que es la Orquesta “Cuento del Mundo”, nombre utilizado de una composición de la ilustre poetisa Matilde Casazola, que estuvo presente. La orquesta, complementada con la participacion de dos musicos de La Paz y Santa Cruz, deleitaron a un publico que ovacionó al director, el maestro Gustavo Orihuela, orgullo de los chuquisaqueños y del pais en general.
Otro extraordinario concierto tuvo lugar en la Iglesia Catedral de Sucre. La Capilla Musical presentó un concierto de música barroca denominado “Tenebranum”, de los archivos catedralicios de La Plata resguardados en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, el lugar que conserva la memoria de la Patria. De mucho tiempo, se escuchó el histórico Órgano del Evangelio, un magnífico instrumento del patrimonio de nuestro país. La Capilla Musical cayó en el olvido durante muchos años, pero cobró nueva vida desde el año 2018 gracias al apoyo del R.P. Bernardo Gantier y del arzobispo emérito Mons. Jesús Juárez. El maestro de Capilla Gabriel Campos tuvo por supuesto destacada actuación.
Otro imponente escenario fue el frontis del Palacio de Gobierno, hoy de la Gobernación. El coro polifónico universitario y la orquesta de cuerdas de nuestra Universidad se destacaron también bajo la dirección de Juan Conrado Quinquivi Morón, que ha repuesto varias obras del reconocido músico peruano Pedro Ximenez de Abrill y Tirado.
Conciertos del nivel que se mencionan, en escenarios como los citados, se aprovechan con acierto para difundir nuestra riqueza y se suman a la cotidiana labor de otros emprendimientos exitosos como Orígenes, el Ballet de Amparo Silva o el de Marina Prudencio y el coro de Helga Cáceres, dirigido por su hija Lourdes Murillo.
Es peligroso citar nombres por el temor de omitir otros importantes, pero no queda más remedio que correr el riesgo. Esta nota, escrita un mes después de los comentados conciertos, es resultado de la emoción de ver que Sucre despierta de su letargo y que se puede ver el futuro con optimismo si se decide recurrir a nuestras tradiciones que, indudablemente, son nuesta fortaleza.