Dicen las malas lenguas que el cuento de cabecera preferido de los hermanos y compañeros del proceso de cambio, antes de dormir, es: La industrialización de los recursos naturales y la industrialización por substitución de importaciones. Esta bella historieta de cuna se la repite hace 17 años, pero acurruca a los neorevolucionarios y los hace soñar con los ojos abiertos a la espera del príncipe de la producción.
Primera parte del cuento: La industrialización de los recursos naturales. La fábula va más o menos así. Un bello y azul día se nacionalizaron los recursos naturales. Y bajo la tierna mirada del líder y su fiel escudero económico se comenzó a generar excedente. La minería tradicional comenzó a producir los primeros lingotes en Karachipampa. El sueño de abuelos se cumplía. La siderurgia sigue un largo camino. Ahora sí el proyecto del Mutún irá adelante después del fraude de la Jindal y más de 10 años. También se desarrolla la nueva épica: la industrialización del litio. Ya llegan los chinos con el progreso.
Además, el gas natural debe permitir la creación de la industria petroquímica. Las plantas separadoras de líquidos, la producción de urea y los proyectos petroquímicos para producir etileno y polietileno: ¡plásticos! Avanzamos en la industrialización de gas, dicen emocionados, puño en alto, pero, pequeño detalle: el insumo básico de la industria, el gas, está desapareciendo. Al paso que vamos, la gran industria nacional petroquímica dependerá de la provisión de los campos gasíferos de Vaca Muerte en Argentina. ¡Uf, qué alivio! Todo se quedará en la patria grande.
En la generación de electricidad se habla de varios proyectos: plantas termoeléctricas y de ciclo combinado, pero con un precio del gas subsidiado y también con el insumo bajando. Aquí sí se avanzó. Gritan los corifeos del régimen. Bolivia tiene una capacidad efectiva máxima de electricidad de 3.614 megavatios (MW) y la demanda máxima del sistema en Bolivia es de 1.658 MW. Y si consideramos una reserva de 30%, el excedente sin mercado es casi otra Bolivia (1.600 MW). Avanzamos en la industrialización, pero con otro pequeño detalle ignorado: No hay mercado, local o internacional para la electricidad, waway. Pero, como los negocios no pueden parar, en el 2025 tendremos una mayor capacidad instalada de aproximadamente de 4.149 MW. Electricidad sin mercado, energía al pedo. El Gobierno anuncia la industrialización de la química de base con 42 industrias de base. El relato continúa.
El cuento de la industrialización populista cultiva la ilusión desarrollista de que Bolivia puede hacer la primera revolución industrial sobre la base de la agregación de valor a los recursos naturales, como Inglaterra, con un pequeño retraso de 200 años. La industrialización sería como una escalera. Subimos un primer peldaño: la industria pesada, la de base. Vamos bien, aunque un poco lento, pero después vendrá la industrialización liviana, todo dentro de la primera revolución industrial. Entre tanto, cabe recordar que el mundo ya está en la segunda (manufacturera), tercera (digital), cuarta (inteligencia artificial) revoluciones industriales; pero, parece que nuestras autoridades ni se enteraron.
La segunda parte del cuento es la industrialización con substitución de importaciones impulsada tanto por el sector privado como por el Estado. Esta propuesta busca ser la marca de la administración del presidente Arce. Somos el gobierno de la industrialización, reza la propaganda.
En el caso de la industrialización con sustitución de importaciones en el sector privado este tiene un programa estrella de crédito que se denomina “SI Bolivia”. Con él ya se habrían beneficiado 10.000 empresas, que recibieron recursos de 1.347 millones de bolivianos para sustituir importaciones que vienen de Chile, China, Argentina, Perú, Brasil y otros países. A estos sectores se le ofrecieron créditos con una tasa de interés casi de donación de 0,5% al año. Por el momento, podemos decir que el Estado piñata sí funcionó, se regaló dinero. Ahora bien, si consiguió el aumento o diversificación de la producción, es todavía algo qué se tendrá que evaluar. Lo dudo. Porque uno de los desafíos para realizar sustitución de importaciones es contar con una relativa protección del mercado local, que podría venir de un tipo de cambio real depreciado o de un mejor control del contrabando. En ambos casos, vamos en dirección contraria. Importar bienes de los vecinos y China está sumamente barato por la apreciación del tipo de cambio real y el contrabando no se lo controla. Por lo tanto, en este contexto tan adverso, sustituir importaciones es una tarea titánica.
Sobre los programas estatales de sustitución de importaciones cabe resaltar el más importante, que sería la producción local de biodiesel, que sustituiría la importación del diesel y gasolina tradicional, que en el año 2022, por ejemplo, representó un gasto de 4.200 millones de dólares. Para esta sustitución de importaciones, el Gobierno ha creado dos industrias productoras de biodiesel: una en Santa Cruz y otra en El Alto. La idea básica aquí es que sacaremos diesel del sorgo, las palmeras africanas, otros productos agrícolas y del aceite de cocina. En este último caso, les recomiendo que vaya haciendo muchas papas fritas y guardando el aceite para que le compre el Estado boliviano.
En el caso del biodiésel que viene del sector agrícola, el Gobierno todavía no nos ha explicado cuánto y por cuánto tiempo todavía importaremos diesel tradicional para producir el biodiésel. Comprenderá, amable lector, que para limpiar los campos, plantar, cosechar y transportar los insumos de la agricultura para producir biodiésel se necesitarán tractores, plantadoras, cosechadoras y camiones que utilizarán diésel y gasolina tradicional para producir biodiésel.
Existen alternativas a la industrialización populista descrita. Sí, waway. Es posible hacer que el litio sea la última frontera extractivista y la primera de la cuarta revolución industrial. Es posible la industrialización de los servicios. Esto lo veremos en próximos artículos.
tas.