El levantamiento revolucionario que tuvo lugar en Charcas, hoy Sucre, hace 214 años es un acontecimiento celebratorio no solamente para Chuquisaca, como, aún dos siglos después, muchos creen, sino también para Bolivia y para toda la América Latina. Nada más que por tan significativo motivo, la Capital del país merece una especial consideración y un mejor trato, sobre todo, de parte de los políticos con poder de decisión.
Los argumentos históricos son muchos. Para comenzar, los hechos que desencadenaron el inicio de la Guerra de la Independencia tuvieron como base fundamental a la Universidad San Francisco Xavier, que ha empezado a descontar el tiempo para su cumpleaños número 400, suceso que se conmemorará el 27 de marzo de 2024.
En esta ciudad, más propiamente en las aulas de la Academia Carolina, se debatieron las ideas del enciclopedismo que dieron lugar a la Revolución Francesa. De allí la importancia no únicamente continental, sino mundial de lo acaecido en 1809, que marcó el norte de la emancipación, a un principio, sudamericana, lo cual se alcanzó en 1825 con las resonantes victorias de Junín y Ayacucho. Así nació la República de Bolivia, no podemos olvidarlo nunca, en Chuquisaca.
Y, sobre tan sólido sustento del pasado, Chuquisaca tiene claramente proyectado su futuro como centro de la celebración del Bicentenario de Bolivia, que se cumplirá dentro de apenas dos años, el 6 de agosto de 2025.
Con estos antecedentes, no hay manera lógica de desconocer la necesidad de mirar prontamente hacia el sur del país a la hora de revisar las atenciones a territorios como el de Chuquisaca, que, al igual que Potosí y su —por centenios— generosísimo Cerro Rico, cedieron sus mejores años en aras de la construcción de pueblos enteros y no solo de la actual región sudamericana.
¿En qué momento nos encuentra este 214 aniversario del Primer Grito de Libertad en América Latina? Bolivia, sin lugar a dudas, arrastra cerca de dos décadas de desencuentros motivados en rencillas políticas que intereses partidarios se han ocupado de alentar para su propia conveniencia y en detrimento de la necesaria unidad nacional.
Por lo demás, el sempiterno centralismo no ha dejado de estar presente en el nuevo siglo, con el consiguiente perjuicio para los departamentos del sur. Fechas patrias como la de hoy y celebraciones como la proyectada en 2025, son propicias para repensar el tratamiento del país y el continente a aquellos territorios que han ofrecido su gente y su tiempo para cimentar una condición esencial para la democracia de cualquier nación: la libertad.
Sin lugar a dudas que, en lo interno, queda pendiente la superación de las diferencias entre bolivianos para construir juntos un país más justo y, por tanto, menos desigual.
El concepto de patria, que gira en torno de símbolos tales como la Casa de la Libertad, templo de la bolivianidad, es el llamado a recomponer la sociedad desintegrada que dejaron los luctuosos acontecimientos de 2019 y que, debido a la ingratitud de la memoria corta, tendemos a olvidar.
En ese entendido, sería oportuno que, a partir del reconocimiento de la importancia de Chuquisaca para la fundación y posterior desarrollo de Bolivia, aquel sentido patriótico —con una verdadera convicción de la necesaria de la unidad nacional por un futuro mejor para todos— se traduzca en hechos concretos a favor de regiones postergadas como esta, de modo que se repare una deuda histórica que es, definitivamente, indeclinable.