Los riesgos medioambientales se encuentran entre las cinco principales preocupaciones de la población en todo el planeta (World Economic Forum, 2020). Por esa razón, desde hace unos años, la sostenibilidad y la responsabilidad social se han convertido en temas centrales en el mundo empresarial.
Propuestas como la responsabilidad corporativa o la inversión sostenible, que surgen del propio sector privado, están reformulando lo que se considera aceptable y beneficioso a la hora de invertir y consumir. Así, la gestión empresarial está cada vez más orientada a los “stakeholders” (grupos de interés) y busca un impacto positivo en la sociedad y el mundo.
Esta visión ha generado –y genera– una gran aceptación entre los consumidores, inversores y otros grupos de interés, lo que nos lleva a una tendencia ante la cual el mundo empresarial no puede mantenerse indiferente; más aún si tomamos en cuenta el grave impacto social y económico que ha acelerado la pandemia.
Ante esta nueva realidad, es cada vez más relevante mejorar las prácticas medioambientales, sociales y de gobernanza, una visión que persiguen los criterios ESG (Environment, Social, Governance, por sus siglas en inglés), los cuales ayudan a medir el impacto de las empresas en la sociedad y el mundo. Hoy esos criterios son cada vez más utilizados porque permiten determinar el atractivo de una empresa y se han convertido en una guía a la hora de decidir una inversión, ya que aportan un significativo valor intangible y reducen riesgos.
Grandes e importantes empresas en el mundo apuestan a los criterios ESG como creadores de valor; porque una propuesta ESG no solo conlleva una mayor atracción para el talento y la inversión a largo plazo, sino implica una reducción de costes, acompañada de marcos regulatorios más beneficiosos.
Los criterios ESG, implementados correctamente y acompañados de una comunicación asertiva y transparente, redundan en la reputación de la empresa. Se habla del “walk the talk”, de dar ejemplo: empresas que generan acciones de ESG dan el ejemplo a otras empresas, generando así un contagio positivo.
Nadie puede ignorar el valor real que los intangibles aportan a la reputación de una organización. Entre esos intangibles encontramos, por ejemplo, el propósito. Introducir una propuesta de propósito en la compañía mejora su reputación, y el impacto de la reputación, cuando se le une el propósito, es mucho mayor, se la puede mejorar hasta un 30%.
En los últimos años se ha incrementado el número de inversores institucionales que adoptan activos de inversión responsable. A través de modelos de medición de intangibles, como la reputación en tiempo real, se puede conocer al instante el impacto de acciones y momentos clave en la percepción pública, por ejemplo.
Considerando el valor en la era de los intangibles, ser capaces de controlar, monitorear y gestionar es clave, no solo para mantener una ventaja competitiva en la mente del consumidor, sino también para atraer la atención de posibles inversores y para impactar doblemente en la reputación de la empresa. Los criterios ESG están aquí para ayudarnos y orientarnos en esos objetivos estratégicos.
* Es economista corporativa especializada en asuntos corporativos e institucionales.