Merecido homenaje

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 06/06/2023
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Cada 6 de junio se celebra en el país el Día del Maestro como un reconocimiento a la fundación de la Escuela Normal de Maestros de Sucre, en 1917, luego de un largo proceso de maduración que culminó durante la gestión gubernamental de Ismael Montes, una de las más fructíferas de la historia republicana.

La Normal de Sucre —que después se extendió a la fundación de Normales en los demás departamentos del país y también en las provincias— fue, sin duda, un importantísimo hito en la enseñanza boliviana. Sus propulsores contrataron al belga Georges Rouma que, proveniente de Europa, diseñó la formación de educadores como parte de un formidable esfuerzo de modernización del país que se hizo durante aquellos años.

Lo que se pretendía con ese proyecto educativo era dotar a Bolivia de un sistema educativo capaz de preparar a niños y jóvenes para hacer frente a los desafíos de aquel tiempo que, de manera similar a lo que ocurre ahora, estaban lejos del alcance del limitado bagaje cultural de la mayor parte de la población nacional.

Rouma y los gobernantes de entonces eran conscientes de que el pilar fundamental de un sistema educativo eficaz son los maestros. Capacitarlos dotándoles de los instrumentos que la naciente psicología y pedagogía ofrecían, para que cumplan cabalmente su misión de llevar la luz del progreso a todos los sectores de la sociedad, la mayoría de los cuales estaban hasta entonces marginados del sistema educativo, fue la razón de ser de la flamante Normal.

El ambicioso proyecto, sin embargo, tuvo, entonces, una fuerte resistencia encabezada por quienes no creían en la viabilidad de un proyecto inspirado en la modernización liberal. Se dijo que la reforma propuesta por Rouma desconocía la idiosincrasia nacional y, sobre todo, de los indígenas, por lo que nunca contó con el pleno apoyo de las corrientes indigenistas y anticapitalistas, que ya entonces tenían una importante influencia en los ámbitos intelectuales y, por ende, en el naciente magisterio. 

Ahora, casi un siglo después de los encendidos debates en los que salían a la luz visiones diametralmente opuestas del proyecto educativo y del proyecto de país que había que adoptar, la situación no ha variado en lo fundamental.

Bolivia, pese al tiempo transcurrido y a los múltiples intentos realizados para darle un rumbo a su sistema educativo, sigue teniendo en él uno de sus puntos más débiles, lo que se constituye en uno de los mayores obstáculos para avanzar hacia la superación de la pobreza y marginalidad de la que aún es víctima la mayor parte de la población nacional.

Si en 1917 la discusión por el método a aplicar en el proceso de enseñanza-aprendizaje era meramente ideológica, ahora las diferencias son fundamentalmente sectarias, tal como se ha advertido en los nuevos textos educativos. 

Como no ocurría en mucho tiempo, los maestros pusieron el pecho a esos intentos, ganaron las calles y protagonizaron paros y bloqueos que, empero, no consiguieron lo que buscaban. Pese a la contundencia de sus protestas, tuvieron que retroceder un paso con la esperanza de luego dar dos. De todas maneras, en un contexto en el que el sector tradicionalmente contestatario, como era el de los mineros, ha pactado con el Gobierno, los maestros se convirtieron en el emblema de la resistencia en un terreno en el que todavía no se han disputado las mayores batallas.

Entretanto, centenares de profesores, hombres y mujeres, se sacrifican día a día por la formación, principalmente, de niños, adolescentes y jóvenes. Y algunos, incluso, dejan su vida en las carreteras del país, como se ha visto este año y también en años anteriores...

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