Dos semanas más. Ese es el tiempo que tendrán que esperar estudiantes y padres de familia para dejar de salir de casa por las mañanas con rumbo a los establecimientos educativos porque el Ministerio de Educación ha ratificado su posición en el sentido de que el descanso pedagógico de invierno comenzará en la fecha programada; es decir, el lunes 3 de julio.
Se trata de una mala noticia; especialmente para los Departamentos del área andina, pues son estos los que, por razones geográficas, registran las temperaturas más bajas. Los reportes de municipios poblados como Potosí, Oruro y El Alto dan cuenta no solo de altas tasas de resfríos entre los estudiantes sino, también, de congelamiento de tuberías y otros hechos provocados por el frío.
¿Qué está pasando? Esas ciudades estuvieron ahí desde sus inicios y el clima siempre fue ese. A estas, la estación invernal llega antes y se va con retraso; por tanto, siempre hubo frío. El detalle es que, ahora, hace más frío que antes porque el clima ha cambiado. El calentamiento global, que es el resultado de las agresiones que el hombre comete contra la naturaleza, no solo ha provocado que suba la temperatura en el mundo sino también el efecto contrario; es decir, que baje más que antes cuando el sol se encuentra en sus ubicaciones más lejanas del planeta, lo que se conoce como estación invernal.
A consecuencia del cambio planetario, en invierno hace más frío que antes. Lo han notado no solo los habitantes de la región de los valles de Bolivia —Chuquisaca, Cochabamba y Tarija— sino también la de los llanos. En Santa Cruz, por ejemplo, los frentes fríos intempestivos, que ellos denominan sur o surazo, son cada vez más gélidos. Por eso, si hablamos de vacaciones u horario de invierno, no solo habría que referirse a los estudiantes, sino a todos los demás habitantes del país.
La respuesta de los Departamentos andinos —La Paz, Oruro y Potosí— a la llegada del invierno es modificar el horario de ingreso y salida de los estudiantes. Primero se decide retrasarlos y adelantarlos en media hora y después, cuando el frío aprieta —como ahora— se retrasa y adelanta otra media hora. Como consecuencia de eso, se ingresa a los establecimientos educativos una hora más tarde, por las mañanas, y se sale una hora antes, por las tardes. La medida se refleja en el avance educativo: se trata, en uno y otro caso, de una hora perdida por día.
El problema del horario de invierno es que solo se aplica en el sector educativo y, eventualmente, en algunas instituciones públicas. Los horarios para almorzar siguen entre 12:00 a 14:00, así que la gente tiene que volver a sus casas para comer en ese lapso. Si el cambio de hora sería general; es decir, no solo para los estudiantes sino para todos los habitantes de una región, o el país entero, no se perdería horas de estudio o trabajo. Estamos hablando de un cambio horario; es decir, no modificar horarios de ingreso o salida, sino el reloj. Tomando en cuenta que el cómputo del tiempo es una acción convencional, basada en los movimientos de rotación y traslación de la Tierra, la verdad es que los países pueden fijar el horario que quieran.
Ocurre en casi todos los países de la Unión Europea, con el fin de aprovechar las horas en las que brilla el sol, y ahorrar energía eléctrica. En el hemisferio oriental, el verano comienza en marzo y es cuando los habitantes de los países referidos modifican sus relojes en una hora, puesto que todo se retrasa una hora. Por tanto, los estudiantes siguen ingresando y saliendo en los horarios de siempre, pero todo se ha retrasado una hora, incluido el almuerzo. No se resta tiempo de trabajo ni al trabajo ni al estudio.
¿Será esa medida aplicable en Bolivia? Veremos pros y contras en otro editorial.