Cambio de horario (II)

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 20/06/2023
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El problema del horario de invierno en la región andina del país es que resta una hora de trabajo cada día.

Cuando el frío comienza a sentirse, se retrasa en media hora el horario de ingreso a los establecimientos educativos y se adelanta el mismo tiempo a la salida de los establecimientos que trabajan en el turno vespertino. Como las temperaturas siguen bajando, se modifica en media hora el ingreso y la salida. Las escuelas y colegios de la mañana comienzan a trabajar una hora más tarde y los vespertinos dejan de hacerlo una hora antes. Si se suman las horas perdidas, el global es realmente preocupante.

Así, el horario de invierno se vuelve sectorizado; es decir, se aplica solo al sector educativo, pero, salvo las excepciones de algunas instituciones públicas, el resto del país sigue funcionando en el horario habitual. No existe sincronización y esto provoca caos, especialmente para los padres que deben llevar y recoger a sus hijos de los niveles inicial y primaria. Si le sumamos el congestionamiento vehicular, entenderemos por qué nuestras ciudades se convierten en un pandemonio al mediodía.

¿Es posible considerar un cambio de horario general en Bolivia, con el fin de evitar la pérdida de esa hora diaria? Para responder a esa pregunta, primero veamos si se toma una medida de esa naturaleza en otros países. Sorprenderá saber que aproximadamente la mitad de las naciones del mundo lo hacen, aunque por diferentes motivos.

Europa es el continente en el que el cambio de horario es general, debido a una directiva de la Unión Europea (UE) y por razones de protección del medio ambiente. Los países integrantes de la UE son 27, y todos aplican el cambio horario, pero los países europeos que lo hacen son más: 49 en total. En América del Norte hay ocho países que hacen un cambio horario; en Asia, siete; en Australia y Pacífico, cinco; y en África y América del Sur, dos, respectivamente. Los países de nuestro continente que lo hacen son Chile y Paraguay.

La diferencia está en que no hay horario de invierno, sino de verano. Lo que se hace, especialmente en la UE, donde se aplica una directiva internacional, es adelantar el reloj una hora a fines de marzo —cuando comienza el verano— y, al llegar a octubre —cuando comienza su invierno— lo vuelven a la normalidad, o bien lo retrasan una hora. Otra diferencia: estos cambios de horario no están vinculados a la temperatura, sino a la luz solar. En verano, los días son más largos, porque amanece más temprano y anochece más tarde, y con el cambio horario se busca aprovechar lo más posible la luz natural y reducir el consumo de la luz artificial.

Aunque ya llevan años aplicándose, los resultados han demostrado que no se ha alcanzado el objetivo propuesto de reducir significativamente el consumo de energía eléctrica. Por este motivo, la UE dejó en libertad de acción a sus estados miembros para utilizar el horario que vean conveniente.

Lo cierto es que, a partir de criterios desconcertantes, algunas autoridades educativas, como las de Chuquisaca, han tomado determinaciones que, evidentemente ilegítimas, han ameritado el rechazo de la población. ¿No es ilógico que, en puertas de la llegada del invierno, y después de las bajas temperaturas de los últimos días, decidan volver al horario habitual y no continuar con el ampliado de media hora?

A esto se debe sumar las reiteradas observaciones de las autoridades de Salud y de los voceros del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), que han hecho varios llamados a mantener el horario ampliado de media hora debido, precisamente, al riesgo latente de que los estudiantes se contagien de enfermedades respiratorias.

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