La actualidad del partido de gobierno

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 25/06/2023
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Desde su estatuto, y su nombre, el Movimiento Al Socialismo (MAS) no es un partido político. Lo denominaron “Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP)” y por ello su sigla completa es MAS-IPSP.

Pero, ahora, el instrumento está partido, en el sentido de que se ha dividido en, por lo menos, dos partes. Las fracciones fácilmente reconocibles son la de los “radicales” —o evistas— y la de los “renovadores” —o arcistas—.

Las peleas internas son comunes en las organizaciones políticas, pero se espera que tengan un nivel de confrontación de visiones ideológicas e ideas. En cambio, las pugnas al interior del MAS-IPSP se han constituido en peleas que frecuentemente degeneran en enfrentamientos físicos y en intercambios de insultos. Y cuando las injurias quedan cortas, sin problema alguno se pasa a los golpes y los sillazos.

El MAS, que despertó ilusiones de miles de personas cuando ganó por primera vez las elecciones generales, ha perdido el concurso de políticos y ciudadanos que, antes de recurrir a la diatriba, eran capaces de proponer argumentos e ideas políticas, e incluso hacían tímidas autocríticas.

En las facciones del instrumento político están plenamente identificados algunos políticos que, con actitudes chabacanas, han salido del anonimato para ocupar el podio de parlamentarios carentes de formación e ideas al punto de justificar sus dietas a fuerza de insultos y ofensas. Así, han degradado el discurso político a su más bajo nivel.

Desde el punto de vista semiológico, habrá que decir que el lenguaje dominante en un grupo social es reflejo de la personalidad, conducta y valores de sus miembros. Así, en una universidad es lógico escuchar de investigación, estudios clínicos, filosofía o literatura. En una organización deportiva seguramente se habla mucho de disciplina, vida sana, esfuerzo físico y mental, sacrificio y descanso. Por el contrario, en una organización criminal se hablará de asaltos, fugas, armas y capturas.

En ese contexto, ¿qué conclusión puede sacar uno del lenguaje que utilizan a diario los dirigentes del MAS? A lo que se debe añadir que la pugna interna explotó por pegas, recaudaciones obligadas y prebendas, como se refleja a diario en las declaraciones públicas de personajes que, sin rubor, admiten que recibían incentivos económicos ilegítimos, por decir lo menos.

Ahora bien, tanto por el lenguaje como por las acciones políticas concretas, es evidente que en el MAS existe una fuerte confrontación interna que algunos políticos califican como división y, basados en esa percepción, se alistan para correr en las próximas elecciones.

Pero, a juzgar por las últimas interpelaciones parlamentarias, la bancada masista ha demostrado un claro pragmatismo: salvarán a todos los ministros por muy nefastos que sean porque nunca le otorgarán una victoria a la oposición. Hábiles como son, se han convertido en su propia oposición y le han robado la escena a las demás fuerzas políticas.

Paradójicamente, el MAS que repite hasta el cansancio el relato del golpe de Estado y el de la recuperación de la democracia, no admite la disidencia interna. La dirigencia radical afín a Morales se estrella contra Luis Arce y David Choquehuanca y busca expulsarlos de su propio partido.

Así están, sumidos en su propia degradación y víctimas de la angurria de poder de sus principales dirigentes. Al paso que van, además de todo aquello que no logró su escuálida oposición, según lo advirtió el propio exvicepresidente Álvaro García Linera, pondrán en riesgo su victoria en 2025.

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