Un medio de prensa local en su edición del 11 de mayo, apuntaba que: “En los últimos 20 años, el PIB de Bolivia creció de manera exponencial, casi seis veces. Excepto en 2020.
En 2002, el PIB nominal del país llegó a 7.917 millones de dólares y el año pasado cerró en 44.315 millones de dólares, casi seis veces más (460% de crecimiento)”.
El Presidente en su informe de media gestión destacaba que el PIB nominal había pasado de 40.703 millones de dólares en 2021 a 44.315 millones de dólares en 2022, la cifra más alta de nuestra historia, decía. También resaltaba que el PIB per cápita (ingreso por habitante) había crecido en 7,4% en 2022 respecto a 2021, pasando de 3.437 dólares en 2021 a 3.691 dólares en 2022. Para, finalmente, rematar, que desde 1990 hasta 2022 (32 años), el PIB per cápita se había multiplicado por cinco, pasando de 732 dólares a 3.691.
Inmediatamente surge una pregunta, ¿nuestra calidad de vida, nuestro bienestar es, hoy, cinco veces mejor que antes?
Si bien estas cifras son evidentes, no son relevantes para evaluar estas variables.
Esta cantaleta no es nueva. Morales Ayma y García Linera la repetían siempre. Si esto fuera cierto, realmente sería una proeza. Las economías de la región, y por qué no decir del mundo, podrían haber visto a la economía boliviana como el ejemplo a seguir. Lo que no ha ocurrido, por cierto.
Una primera observación. En 2021 el PIB en bolivianos alcanzó a 279.220,7 millones de bolivianos y en 2022 a 304.000,7 millones de bolivianos. Dividiendo estas cifras entre el tipo de cambio de venta, 6,96, obtendríamos un PIB, en dólares, de 40.118 millones y de 43.678 millones, respectivamente. Pero, por alguna razón extraña, para obtener las cifras expuestas por el presidente, el PIB en bolivianos fue dividido entre el tipo de cambio de compra, 6,86. Esta pequeña trampa hizo “crecer” este PIB en 1,5%, adicionales.
Una segunda observación, más de fondo, tiene que ver con la distinción que se debe realizar entre variables nominales y variables reales. A quienes hemos tenido la oportunidad de estudiar economía, en los cursos introductorios se nos enseña a distinguirlas. También, que ciertas variables deben evaluarse en términos reales, como el crecimiento de la economía, el Producto Interno Bruto, los salarios, etc.
Una tercera observación, también de fondo, tiene que ver con los regímenes cambiarios vigentes en los países. Hay una constatación empírica. Los PIB en dólares corrientes de países con diferentes regímenes cambiarios, no son comparables. Es decir; si una economía tiene un régimen de tipo de cambio fijo (Bolivia) y otra, un régimen de tipo de cambio flexible (Chile), sus PIB en dólares corrientes no pueden compararse; peor aún si existen múltiples tipos de cambio (Argentina). La razón es simple. En la economía con tipo de cambio fijo, el PIB en dólares resulta sobrestimado al dividirse el PIB en moneda corriente sobre una cifra fija (constante); en cambio, en la economía con tipo de cambio flexible, si el tipo de cambio disminuye el PIB es sobrestimado y, ocurre lo contrario si el tipo de cambio aumenta, el PIB es subestimado.
Por lo expuesto, en nuestro caso, el PIB nominal en dólares, claramente, no refleja el tamaño de nuestra economía y su evolución en el tiempo.
El Producto Interno Bruto (PIB) es la producción de bienes y servicios de un país en un determinado periodo. De aquí se sigue que el PIB nominal es esta producción valorada a precios actuales y el PIB real es esta producción valorada a precios de un año base. La utilidad del PIB real es que permite eliminar la distorsión originada por la variación de los precios.
Por lo expuesto, evaluaremos el comportamiento del PIB y del PIB per cápita, con base en la serie histórica, publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), denominada PIB en bolivianos de 1990 (al que llamaremos PIB real), disponible en su página web.
Con base en estas consideraciones, veamos lo ocurrido en los años referidos por la nota de prensa. Entre 2002 y 2022, el PIB real se ha incrementado de 23.297,7 millones de bolivianos a 49.356,4 millones de bolivianos; es decir, que se ha multiplicado por 2,1 veces, no por casi 6 veces. El crecimiento acumulado alcanzó a 111,8%, no a 460%.
Ahora veamos qué ha ocurrido con el PIB per cápita entre 1990 y 2022 (periodo evaluado por el presidente). La población en 1990 alcanzaba 6.728.000 habitantes y en 2022 a 11.961.042 habitantes. Por su parte, el PIB en 1990 alcanzaba a 15.443,1 millones de bolivianos, y en 2022 a 49.356,4 millones de bolivianos. Por lo tanto, el PIB per cápita en 1990 sería de 2.295,4 bolivianos y en 2022 de 4.126,4 bolivianos, de donde se deduce que el PIB per cápita se ha multiplicado por 1,8 veces, no por 5. Se puede decir: un crecimiento pobre, 80% en 32 años.
Una manera alternativa de evaluar el comportamiento del PIB y del PIB per cápita, en dólares, es, estimar este PIB con la tasa de crecimiento del PIB real publicada por el INE, partiendo de un año base. Para no retrotraernos mucho en el tiempo, remontémonos al año 2005.
El PIB en dólares en 2005 (año base) fue de 9.628 millones de dólares y en 2022 sería de 18.255,8 millones de dólares (estimado con la metodología propuesta). La población en 2005 fue de 9.229.155 habitantes y en 2022, 11.961.042. Por lo tanto, el PIB per cápita se incrementó de 1.043,2 dólares a 1.526,3 dólares. Es decir, que en 17 años se ha multiplicado por 1,46 veces. Eso es todo.
Evaluar el comportamiento del PIB per cápita es importante porque es un indicador del nivel de vida, del grado de bienestar. Así, países con alto PIB per cápita detentan altos índices de Desarrollo Humano (IDH); en cambio, países con bajos niveles exponen bajos niveles de este índice. En nuestro caso, entre 1990 y 2021 el IDH se ha incrementado de 0,635 a 0,692; es decir, 9% en 31 años.
Por lo expuesto, estos resultados revelan, contundentemente, que los discursos oficiales no guardan relación con la realidad. O sea que nuestra calidad de vida, nuestro grado de bienestar, a pesar del contexto económico extraordinario, no han sufrido mejoras substanciales, lamentablemente.
* La plataforma U.N.O. promueve el debate plural pero no comparte necesariamente los puntos de vista del autor.