Había leído ya sobre ChatGPT, un sistema de inteligencia artificial para conversar y recibir respuestas a cualquier pregunta, abierto a todo público. Pero aún no me entusiasmaba por probarlo. Varios de los comentarios que me encontraron eran cautelosos y negativos, como amenaza de nueva tecnología que denigre el genio humano. Te escribe textos sobre el tema que te interese, por lo que desaparece la creatividad y sorpresa en las obras artísticas. Y es un peligro para la educación, cuando cualquiera puede producir trabajos de aceptable calidad.
Aunque tengo cierta afinidad con los medios críticos donde leía esos comentarios, también soy crítico a los críticos: Sin avance tecnológico no hubiéramos tenido movilidades (un peligro para los peatones), aviones (volar es retar la ley de gravedad), celulares (causan cáncer y amenazan la comunicación humana directa), energía renovable (perjudica el negocio del gas), etc. Obviamente, los riesgos son en cierta medida reales, pero no significan un receso para el desarrollo y progreso de nuestras sociedades. Más bien, plantean nuevos desafíos para resolver aspectos negativos y convertir las tecnologías en útiles para el ser humano. Desafíos donde ahora la inteligencia artificial puede ayudarnos, pero nunca los resolverá solo.
Volviendo al ChatGPT, hace una semana un amigo me recomendó probarlo, que le ayudaba mucho para su trabajo profesional por la facilidad de encontrar información en internet de toda índole, hacer resúmenes, términos de referencia y cualquier otro documento funcional.
Escépticamente, le cuestioné si pudiera servirme para mis investigaciones históricas, considerando que mayormente me gusta estudiar documentos originales escritos a mano, que seguramente ChatGPT no podía encontrar y menos leer. Me convenció para hacer el intento. Lo hice, buscando sobre un personaje que aparece en mi libro sobre la Guerra de la Independencia, último producto de mi estudio, y quien recibe bastante atención en nuestro medio: Manuel Ascencio Padilla. Apareció un supuesto homónimo de Venezuela, nacido en 1774 y muerto en 1816, igual que nuestro Padilla, pero peleando con Simón Bolívar. Si pregunto si hubiera un vínculo con Bolivia, ChatGPT responde que ahí es reconocido porque vino con Antonio José de Sucre, que lo nombró en 1826 comandante del ejército boliviano. Si le confronto con la imposibilidad por los años, se disculpa y me da la razón, pero se reconfirma en su principal lazo con Venezuela. O sea, se inventa y confunde los datos, pese a que en el mismo internet ya hay una página de Wikipedia con la información correcta.
Mi conclusión: esta opción de inteligencia artificial es una experiencia interesante, pero no se puede depender solamente de ella. Claro, como es inteligencia artificial seguirá aprendiendo y ampliando sus conocimientos, por lo que en algún momento sabrá quien de verdad es nuestro héroe Padilla. Pero probablemente la respuesta de ChatGPT seguirá necesitando la revisión y complementación del ser humano para que realmente sea de calidad y distintiva. La inspiración, creatividad y análisis humanos siempre harán la diferencia, felizmente.
