La silla de Genaro Flores

A. Germán Gutiérrez Gantier 25/08/2023
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Una silla es un objeto útil en diferentes actividades laborales, domésticas y otras más. Últimamente, ha cobrado popularidad al ser un instrumento contundente para romper crismas.

La silla en la política es un símbolo que representa estructura y ejercicio de poder, por ello mismo se vuelve la prenda más deseada de líderes, partidos políticos, mesiánicos, dirigentes, militares, civiles; en fin, es una pieza altamente deseada.

Su sola mención ocasiona la elaboración de planes y estrategias para poseerla. Quienes llegan a ella tienen comportamientos de diverso orden: unos la honran, otros hacen lo contrario, muchas veces es una muestra de cómo pasas de la gloria al oprobio.

El líder mexicano Emiliano Zapata, en 1914, cuando llegó al Palacio Nacional en México junto al legendario Pancho Villa, no se quiso sentar en la silla presidencial porque dijo que estaba maldita y sentenció: “El que se sienta en esa silla se vuelve loco”. No se equivocó.

Hay varios ejemplos de orates sentados en la silla presidencial que, con solo posarse en ella, sus facultades mentales se ven perturbadas y trastornadas.

Su uso es tan amplio que nunca deja de ser noticia. La silla, en la historia política, tiene un espacio bien ganado: siempre está asediada.

En el congreso de la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia cobró renovada notoriedad cuando los congresistas se agarraron a silletazo limpio, lo cual ocasionó lesiones en cerca de 800 asistentes y la elección de dos dirigencias paralelas.

Este es un remedo de mal gusto de la Csutcb, que se fundó en 1979 a la cabeza del gran líder campesino Genero Flores, después de que se había logrado expulsar del Gobierno a la dictadura de Hugo Banzer Suárez y se vivía todavía un tambaleante proceso democrático con la instalación de gobiernos interinos que sucumbieron nuevamente al golpe de Estado de García Meza.

La Csutcb fue, junto a la COB y los partidos políticos democráticos de ese entonces, la punta de lanza en la recuperación de la democracia encabezando la lucha del pueblo en contra de la dictadura.

Genaro Flores fue el primer Secretario Ejecutivo de la nueva organización sindical campesina y fundador del movimiento katarista en Bolivia. En 1981 fue apresado por la dictadura narcodelincuencial y baleado por paramilitares que lo dejaron paralítico. A partir de ese momento utilizó una silla de ruedas, que sin embargo jamás le impidió estar presente en las luchas sindicales y políticas de Bolivia. 

Una silla cobraba nuevamente notoriedad. Era una muestra de la brutalidad de la dictadura en contra de sus detractores y una evidencia imborrable de la valentía de un ser que no se amilanó.

No hay duda de que los actuales dirigentes masistas, que se han apropiado de la Csutcb, no saben de su gloriosa historia; no deben siquiera haber escuchado hablar de Genaro Flores y su silla, del katarismo menos. Si lo hicieron, disimulan su existencia porque sienten el peso moral del fundador.

De ser una organización clave para la recuperación y construcción de la democracia, la han convertido en una destinada a sostener a la dictadura, a disputar su conducción no para servir al indígena originario campesino y construir su ideario, sino para ponerse al servicio de los amos del poder y pasarse por las narices al katarismo. Esta es una afrenta a todas las luchas, conquistas, sacrificios, heridos y muertos por una causa.

El MAS, en su afán de consolidar su dictadura, debe borrar de la mente de sus afiliados la idea de democracia, del significado de las luchas campesinas, del rol de los líderes fundacionales. Prefiere soliviantar la lucha tribal violenta entre sus grupos. 

Los objetivos y sueños del katarismo quedaron olvidados. Fue más fácil usar los nombres históricos bautizando organizaciones dedicadas al asalto de las arcas estatales y a manejar el Estado desde la ignorancia histórica que seguir con consecuencia un ideario.

Los detentadores de la actual csutcb (minúsculas a propósito) son violentos, cobardes y amorales. Al igual que sus jefes, no pugnan por ideas, lo hacen por mezquinos intereses. Creen que un sillazo les dará espacio en el Gobierno y les llegará el reconocimiento de sus jefecitos con retribuciones burocráticas y manejo de recursos a discreción.

En su violencia cobarde y prebendal usan sillas de plástico, a lo más algún palo que les causará unos cuantos puntos en sus cabecitas vacías; encima, las sillas seguramente son compradas o alquiladas por alguna entidad del Estado, total no les cuesta.

Llorosos y sufridos, unos y otros se quejan de su mutua violencia. Los dirigentes de las fracciones reclaman furiosos establecer responsabilidades a los causantes de semejantes actos. Encima son cínicos e imbéciles, se olvidan de que hay videos y fotos de sus luchas que muestran la verdad.

Aun así, logran su propósito básico: distraer mediáticamente a la ciudadanía del descalabro gubernamental. En lo interno, se dividen para evitar el reinado de un solo candidato. En su borrachera electoral no toman en cuenta que con cada silletazo caen sus expectativas de reproducir el poder. No se dan cuenta de que esos golpes fueron directamente a la nuca del masismo.

Mientras tanto, ¡qué alto, pero qué alto está la silla de ruedas de Genaro Flores, que resurge poderoso su recuerdo de líder campesino y katarista, en tanto los otros parecen unas pulgas dándose con sillitas que causan risa y una pena infinita a la vez!

¡Ay, miserables morales! Su ajayu ya no los acompaña en su aspiración de construir nada ni sostener idea alguna, excepto ser servidumbrales a la dictadura.

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