Encadenamientos históricos (*)

Edgar Cadima G. 11/09/2023
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Es frecuente que, en etapas electorales, los partidos políticos marquen distancia con la historia y se presenten como impolutos y sin ataduras a esa historia pasada. Milei (Argentina) durante su campaña dijo que iba a dar un giro de 540 grados con todo y poner su país en la antípoda de su situación actual. Terrible desafío que corresponde a una lógica pendular que busca pasar, radicalmente, del populismo estatista al polo del liberalismo anarco-capitalista. La historia dará cuenta de esa intención si gana las próximas elecciones.

La historia de nuestro país, la está marcada por ese ritmo pendular de pasar del estatismo al (neo)liberalismo y viceversa, como una forma de marcar distancia o diferencia radical con la historia anterior. El MAS no sólo ha marcado ese movimiento pendular, sino que ha porfiado en tratar de hacer “borrón y cuenta nueva” con casi toda la historia política y económica anterior al 2006, año en el que inició su gestión, a fin de justificar lo “novedoso” que ellos decían traer: el proceso de cambio. Lo hicieron aplicando el complejo de Adán, creyendo que con su gestión comenzaba la historia y se hacía realidad el nuevo paraíso terrenal; denostando o negando toda la experiencia republicana y, simultáneamente, revalorizando las virtudes indígenas-milenaristas, como la panacea para nuestra sociedad, embaucando a ingenuos que creen posible volver a esos tiempos precolombinos o reconstruir esas civilizaciones en la actualidad.

Otros ven la historia boliviana de forma lineal, como pedazos segmentados o por etapas sucesivas, una después de otra, con contenidos predeterminados. Cada etapa se concibe como un bloque cerrado, sin continuidad con la anterior (“se agotó”)”, buscando que los nuevos detentadores del poder inicien una nueva etapa histórica.

Esas formas de comprender la historia son engañosas o demagógicas; sirven para dar forma a un discurso emocional y no tienen sustento serio para concretarse coherentemente. La terca historia persiste por mucho que se la quiera ocultar; los hechos están ahí, registrados y, aunque se los niegue, la memoria colectiva social hace referencia a hitos históricos que alimentan la actualidad y que, estando presentes, esperan ser considerados e interpretados para dar sustento a ese futuro que se desea construir.

Quienes se proponen reconstruir el Edén desde cero olvidan que existen procesos que requieren continuidad o corrección para construir una nueva realidad. Esta radicalidad negadora o distorsionadora de la historia no puede ser carta de presentación política para iniciar una gestión y sólo debería ser aplicada a procesos políticos agotados a fin de no pecar de restauradores de una historia pasada o caduca como, por ejemplo, el feudalismo.

Frente a ese reiterado complejo, que vende ilusiones para construir la historia desde cero, es pertinente comprender la historia de nuestro país como ciclos interconectados por permanentes encadenamientos históricos, que arrastran lo mejor o lo inconcluso de procesos anteriores. Así, el nacionalismo del MNR y la revolución nacional de 1952 tiene su encadenamiento histórico con las demandas y los procesos políticos de la generación de la guerra del Chaco; la recuperación de la democracia de 1982 tiene su encadenamiento con la revolución nacional de 1952 y los procesos abiertos en todo ese tiempo; el “proceso de cambio” iniciado el 2005 se encadena con todos los procesos anteriores, particularmente con el proceso de recuperación democrática de 1982. Desde esa perspectiva, el país que ahora deseamos construir debe recuperar los aspectos positivos de la historia y de las gestiones anteriores, darles continuidad o reorientar los procesos inconclusos, desechar los incorrectos o contraproducentes, para dar forma y contenido a los nuevos procesos que se abran

Por ello, un nuevo gobierno que asuma el poder, no se encuentra con una historia en blanco, facultado a reescribir o iniciar todo de nuevo, sino que hereda los problemas y los asuntos pendientes que, se supone, conoce y debe encarar. Frente a esa herencia, sedebe identificar esos problemas o eslabones pendientes del encadenamiento histórico para asumirlos según corresponda, además de encarar los nuevos desafíos que se propone. No se trata de continuismo acrítico, ni de temor o tibieza de enfrentar los problemas heredados de gestiones anteriores, sino de habilidad política para resolverlos o darles el óbito en el mejor interés nacional.

Así, más allá de aspectos de orden programático económico, político o social que puedan tener los partidos, señalemos algunos eslabones de ese encadenamiento que, entre otros, deben ser asumidos a futuro:

  • La democracia, como sistema de convivencia político/social, recuperada el año 1982, pero permanentemente acosada por tendencias autoritarias o manipulada por intereses sectarios que buscan estigmatizarla, proscribirla o reducirla a un mero acto electoral. La ciudadanía ha internalizado el concepto de democracia ciudadana y de lo que ahora se trata es de consolidarla y profundizarla en el ejercicio de todos los ámbitos de la vida política y social (partidos, organizaciones sindicales y sociales, familia, etc.).
  • La inclusión política y social en tanto política de Estado, como proceso continuo iniciado con el reconocimiento de la ciudadanía mediante la ley de sufragio universal de 1952, pasando por la participación popular (1994) que consagró el derecho ciudadano de participar en la gestión estatal, para concluir con la inclusión social y política plena de indígenas, campesinos y cholos en la gestión estatal y la vida social (2009) A pesar de esa inclusión plena, aún se arrastran pulsiones racistas, regionalistas y discriminatorias , lo que constituye permanente. 
  • Las autonomías regionales que se encuentran constitucionalizadas, pero que no han desarrollado ni avanzado por la mentalidad centralista del régimen.

Como vemos, no se trata de “borrón y cuenta nueva” sino de evidenciar y dar continuidad a esos procesos positivos y desechar aquellos otros que fueron negativos para el desarrollo de nuestra sociedad (extractivismo, excesiva regulación al emprendimiento privado, culturalismo fundamentalista, plurinacionalidad excluyente, mediocridad funcionaria, pongueje político, prebendalismo, patrimonialismo estatal, etc.).

Comprender la historia, dar continuidad a aspectos significativos y resolver los problemas pendientes no significa ser indulgentes con las deficientes gestiones del gobierno del MAS o maquillar su modelo de gestión autoritaria y kakistocrática. El régimen masista ha sido malo y negativo para el país y es una obligación recuperar las décadas perdidas a pasos agigantados y marchas forzadas, Pero, ello no significa avanzar cegados por el odio y la negación, sino avanzar con la continuidad histórica que exige retomar aspectos importantes para su profundización, corregir los distorsionados: dejar de lado lo negativo y proponer nuevos desafíos de acuerdo a las nuevas circunstancias.

Todo esto no supone ser indulgentes, olvidar o sobreseer las responsabilidades personales que, por acción u omisión, cometieron.

* Edgar Cadima pertenece a la plataforma Una Nueva Oportunidad, que no necesariamente comparte las opiniones del autor.

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