Banalización de la violencia obstétrica

Pamela M. Quino Montenegro 13/09/2023
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Dentro del amplio espectro de los tipos de violencia que una mujer puede ser objeto, la violencia obstétrica podría considerarse como uno de los más invisibilizados o silenciosos. La discusión sobre las diferentes formas en las que este fenómeno se presenta, así como la necesidad de establecer legislación sobre ello, avanzó desde el 2007 hasta la fecha en países sudamericanos como Venezuela, Argentina, Brasil, México y El Salvador, mientras que en Bolivia las pugnas políticas diarias nos distraen de problemáticas que también merecen atención.

En Santa Cruz, durante el pasado mes de junio se presentó ante diversos medios de comunicación la denuncia sobre una presunta negligencia médica en un centro de salud, en el que un recién nacido habría fallecido durante el parto prácticamente degollado. A pesar de que el caso se encontraría en las instancias pertinentes para su investigación, habría que mencionar que en ese tipo de muertes difícilmente se podría considerar una causa natural (como por ejemplo una enfermedad) como antecedente del fallecimiento, ya que generalmente existe un camino previo de violencia. Así como en el delito de feminicidio, se pueden evidenciar una serie de maltratos físicos, psicológicos y hasta económicos, previos al fallecimiento violento de una mujer, en diversas ocasiones en la muerte de un recién nacido o mujer durante/posterior al parto pueden identificarse una serie de acciones y omisiones que son parte de la violencia obstétrica. 

Según la Organización Mundial de la Salud (2014), en todo el mundo las mujeres sufren de un trato ofensivo e irrespetuoso ya sea durante y/o después del parto, mismos que amenazan los derechos a la vida, la salud, la integridad física y la no discriminación. Debo mencionar que después de una revisión bibliográfica, es alarmante la cantidad de conductas de rutina que pueden considerarse como violencia, pero que se naturalizan cotidianamente y entre las que se encuentran las siguientes: frases groseras o humillación, coercitivas, discriminatorias, moralistas, comentarios negativos que constriñen a las mujeres, así como toques vaginales o rectales repetitivos y agresivos sin consentimiento, manipulación genital sin guantes, uso rutinario de episiotomía, realización de cesarías desnecesarias, falta de manejo adecuado de dolor, abandono y postergación en la atención de mujeres acusándolas de quejosas, escandalosas o poco colaborativas, así como el uso inadecuado de procedimientos y tecnologías como la utilización abusiva de la oxitocina; serían solo algunas de las acciones y omisiones que se constituyen en violencia obstétrica y que pueden provocar consecuencias leves o bastante serias en la salud física y psicología de la mujer, que desde luego pueden repercutir en el recién nacido, llegando a ocasionar en los casos más extremos la muerte de uno de ellos o de ambos.

Es amplia la cantidad de factores involucrados en este tipo de fenómeno, con el que convivimos a diario en Bolivia así como en Latinoamérica y que deberían ser analizados con el objetivo de buscar estrategias de prevención –más allá del establecimiento de sanciones punitivas– considerando la necesidad de trabajar activamente en las relaciones simbólicas de poder en diferentes ámbitos y que promueven la naturalización o incluso banalización de diversos actos negligentes/imprudentes de algunos profesionales de salud, indistintamente si son hombres o mujeres, mismos que difícilmente se identificarían como causantes de violencia obstétrica en sus diferentes formas, en ocasiones justificando que sus actos se realizan por el bien de las pacientes y sus bebés o por falta de infraestructura e instrumental (situación que merece un estudio propio), legitimando un ciclo silencioso de violencia que se perpetúa de generación en generación y del que hasta los gestores de ese servicio son partícipes indirectamente.

Encontrar a cada uno de los culpables de la comisión de un delito siempre será importante en la titánica búsqueda de la justicia; sin embargo, prevenir, analizar y activar un cambio de paradigma que hasta ahora se ha encargado de perpetuar actos violentos y denigrantes en una de las etapas más vulnerables de una mujer, así como generar las políticas públicas pertinentes, sería primordial para evitar que en un futuro se continúe naturalizando el maltrato y fallecimiento negligente de algunas madres y de aquellos que apenas llegaron a este mundo.

 

* Es abogada.

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