La repentina aparición en el escenario nacional del ya célebre narco uruguayo Sebastián Marset, prófugo de la justicia, está estremeciendo varias estructuras de la evidentemente debilitada institucionalidad boliviana. Las aprehensiones de gente de su entorno no dejan de ser noticia, pero él no ha sido encontrado hasta ahora, pese a que no solo está siendo buscado en Bolivia.
Y es que todo indica que Marset hizo contactos con autoridades y, en general, funcionarios, tejiendo redes para obtener identidades falsas, entre otros favores que le permitieron establecerse en Santa Cruz y llevar una vida común y corriente, como la de cualquier otro ciudadano, sin que nadie sospechara de sus actividades ilícitas ni de su pasado delictivo.
Esas mismas “amistades” le permitieron escapar y gozar, hoy por hoy, de la impunidad de sus delitos. Así se manifiestan las garras del narcotráfico que, como sabemos, maneja una ingente cantidad de dinero y con él compra voluntades en países como Bolivia, donde la necesidad — pero, sobre todo, una deficiente educación— lleva a malos funcionarios a corromperse.
¿Cómo es posible que una persona como Marset se moviera a sus anchas dentro y fuera del país, sin que nadie supiera de sus vínculos con el narcotráfico?
¿Por qué el país se destaca en descubrir fábricas de droga, pero no en arrestar a los denominados “peces gordos” de esta actividad ilícita?
¿Quién le pone el cascabel al gato?
A este panorama inherente al área de seguridad del Estado hay que sumarles las disputas políticas. Resulta que ahora la ciudadanía no solamente asiste, como público en un espectáculo grotesco, a peleas de baja calaña entre los tradicionales bandos en disputa: oficialistas y opositores, sino que también escucha cada día las peleas internas del partido de Gobierno, el Movimiento Al Socialismo (MAS), y, el tema del narco Marset está siendo aprovechado para todos los fines interesados.
Por eso, en este punto, cabe hacerse otra pregunta: ¿Qué moral tienen los legisladores chapareños, que responden a la línea radical del MAS, liderada por el expresidente Evo Morales, para reclamar al gobierno de Luis Arce —con el que mantiene una férrea contienda— de lo que hace o no hace, después de que el planeta entero sabe que la producción de coca del Trópico de Cochabamba sirve para alimentar al narcotráfico?
A estas alturas, los ataques que recibe casi a diario el ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo, desde su propio partido, destacan más por lo bufonesco que por lo que representan en sí mismos. No se malinterprete esta como una defensa a esa autoridad —a la que en este mismo espacio se ha criticado en más de una oportunidad— ni a ninguna otra. De lo que se trata es de observar la realidad con la mayor objetividad posible y, para el caso del ministro Del Castillo, la “guerra sucia” desatada al interior del MAS, a falta de una oposición con peso específico, deja una sensación de revancha o de interés en desprestigiar la gestión de Gobierno, como parte de las inocultables pugnas de poder.
Por lo demás, va quedando claro que el país no está preparado para combatir el narcotráfico en su más tenebrosa expresión (se supo incluso que el huidizo Marset anda acompañado de un grupo de personas que portarían armas de guerra). La violencia es una triste aliada de los narcos y las mafias se aprovisionan de arsenales, así como no tienen mayores reparos en incurrir en secuestros, ajustes de cuentas y asesinatos, tal como lo hemos visto en meses pasados dentro del territorio boliviano.
En meses pasados, en otro editorial, habíamos advertido del temor de que esos actos violentos se repitieran, si esta clase de delincuentes peligrosos expanden su presencia en el país. Además, es importante señalar que todo esto es caldo de cultivo para que también se potencien otras actividades delictivas como, por ejemplo, la trata de personas.
Insistimos en la necesidad de fortalecer los vínculos con países vecinos e incorporar nuevas tecnologías para luchar contra el narcotráfico de una manera más decidida y más seria, considerando el alto calibre de los delincuentes involucrados en este tipo de hechos.