Este mes, exactamente el 4 de septiembre, en consonancia con el Día Mundial de la Salud Sexual que se conmemora desde 2010, se recordó el “Día Nacional de la Educación Sexual y Reproductiva Responsable”. Una ley, la número 520, promulgada el 13 de abril de 2014, así lo declara.
La iniciativa de fijar a esa fecha como un día internacional destinado a concienciar a la población acerca de la promoción de los derechos sexuales, la diversidad sexual, así como la salud sexual y reproductiva de una manera placentera, sin discriminación o riesgos, nació de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS, por sus siglas en inglés).
Otro de los propósitos de esta conmemoración es divulgar información acerca de los factores de riesgo, enfermedades de transmisión sexual y contagios, así como las precauciones pertinentes para una vida sexual saludable.
Pese a que existen muchos argumentos que justifican la mencionada fecha, la Ley 520 fue promulgada de manera tan reducida, y, además, carente de didáctica, que no se aplica en el país más que para la emisión de determinados mensajes, la mayoría de ellos con el fin de promocionar a autoridades circunstanciales.
La norma en cuestión solo tiene dos artículos y el segundo se limita a encomendar su aplicación a los niveles de gobierno subnacional: “El Órgano Ejecutivo y las Entidades Territoriales Autónomas en el marco de sus competencias, en coordinación con las instituciones públicas y privadas involucradas, implementarán programas, campañas, ferias, talleres, seminarios de información integral, respetuosa y preventiva en cuanto a la educación en salud sexual y reproductiva responsable”. Basta con leer ese precepto para darse cuenta de que la ley no ha sido aplicada, por lo que su promulgación no ha tenido ningún efecto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como “un aspecto central de la persona a lo largo de su vida que engloba el sexo, la identidad de género, los roles, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción, que se vive y se expresa en pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, roles y relaciones. Aunque la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas ellas se experimentan o expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales”.
Esta presentación de la sexualidad desde la complejidad requiere formación en educación sexual por parte de quienes se dedican al cuidado, fomento, prevención y educación para la salud de las personas.
Desde esta visión, disponer de una educación sexual de calidad hace posible que la sexualidad se viva en libertad, basada en la comunicación, el respeto y el placer, además de dotar a las personas de conocimientos y estrategias que las ayuden en el funcionamiento normal de la actividad sexual.
Lo que se requiere, entonces, es responsabilidad, partiendo de los padres, para luego pasar a los maestros cuyo rol en una educación sexual empática y solidaria resulta fundamental.