‘Ustedes son completamente prescindibles e irrelevantes’ fue el tenor de un reportaje en el último Péndulo Político del CORREO DEL SUR. La principal referencia para tal afirmación viene del popular filósofo Harari, que sostiene que muchas gentes ya no serán necesarias para la producción de bienes y servicios, con todas las consecuencias para ellas. En mi opinión, toca a la pregunta más fundamental de: ¿Cuál es el significado de la vida? Mi primera reacción es: ¿Acaso el significado de la existencia humana es producir bienes y servicios? Voy más por el lado de que el humano busca su felicidad y realización personal en este mundo, y los bienes y servicios son medios para lograr aquello. Si los podemos mejorar y lograr más eficientemente, bienvenido sea.
Creo que el temor a los cambios grandes en la vida humana, como son la Revolución Industrial (la verdadera de hace dos siglos y medio), la automatización (desde hace décadas) y ahora la inteligencia artificial (AI), proviene de amenazas más puntuales: Primero, la pérdida de un ingreso para vivir. Sin embargo, como demuestra la tasa de desempleo históricamente baja en muchos países avanzados, es más una transición hacia ingresos de otro tipo de empleo o actividades. Además, los promotores de la IA parecen estar conscientes del riesgo, sugiriendo un salario básico universal, así reconociendo la relevancia de los seres humanos. Ambos puntos deberían ser retos gubernamentales.
Segundo, ¿qué haremos en el tiempo libre? Me viene a la mente un argumento utilizado en contra de la abolición de la esclavitud: que los liberados no sabrán cómo organizar sus vidas. Considero que es un problema de lujo y una gran oportunidad para el despliegue de cultura, recreo y formación permanente de todos los humanos y para las nuevas actividades económicas que esto implica.
Tercero, los bienes y, especialmente, los servicios perderían la calidad humana. Me parece un temor infundado, porque justamente ahí está la oportunidad para que los humanos sigamos imprescindibles y relevantes. El fracaso del primer hotel robótico en Japón insinúa que siempre habrá demanda para atención humana, para servicios que se distinguen en empatía y calor sentimental.
Fuera de las películas de ciencia ficción, no veo que la tecnología pueda dominar al hombre. Al final, somos los humanos los que definimos el riesgo que queremos tomar individual y colectivamente, y las reglas y seguridad que imponemos, sea eso frente a tecnologías como los automóviles, los celulares o la inteligencia artificial. Y estas tecnologías siempre han traído beneficios para la humanidad, si no ya hubieran desaparecido. No necesitamos competir con las máquinas o redes, sino aprovecharlas y priorizar nuestras relaciones humanas y oportunidades de aprender, disfrutar y enriquecer la vida.
Más que contrarrestar el avance tecnológico, mejor nos concentremos en el desarrollo humano, para encontrar y defender nuestra posición en la sociedad y el mundo, para disfrutar de ella y sentirnos realizados.
Que el debate continúe, porque significa que estamos aprendiendo, avanzando y a la vez teniendo cuidado.
