En política, como en la vida misma, nada ocurre “porque sí”; todo es parte de sucesivos hechos que mejoran o empeoran momentos. Así, la democracia se recuperó en 1979 y se comenzó a disfrutar recién en 1982, después de la interrupción a los gobiernos transitorios de Walter Guevara Arce y Lidia Gueiler Tejada, a quienes el sistema golpista militar sacó mediante Alberto Natusch Bush, Luis García Meza y Celso Torrelio, retornando tras el último presidente militar y de facto, Guido Vildoso Calderón, que entregó el mando no por casualidad sino tras el agotamiento del sistema “golpista” y la idea democrática que se imponía, empujada por Carter, desde EEUU y, los europeos que empujaban otras alternativas, entre ellas la propia caída del muro de Berlín.
Bolivia se sumó a la ola democrática y fueron los gobiernos de Hernán Siles Suazo, Víctor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, Gonzalo Sánchez de Lozada (dos veces), Hugo Banzer Suárez, Jorge “Tuto” Quiroga Ramírez, Carlos D. Mesa Gisbert, Eduardo Rodríguez Veltzé y, hasta que llega Evo Morales, los que dieron certidumbre democrática al país. Se cuentan 24 años y meses de una democracia que funcionaba de manera formal, institucional e ininterrumpida.
Hoy, a la distancia en el tiempo, se puede advertir que desde el gobierno de Hugo Banzer Suárez/Tuto Quiroga se comienza a dar un novedoso cambio de comportamiento en las radicalidades de tendencia izquierdista; sobre ese cambio, me permito compartir teorías propias e hipótesis de trabajo con quienes leen estas líneas.
Partamos desde 2023, de la amenaza pública de “hacer arder el país” proferida por el masismo “evista” que avisa al país que, que sí, desde el poder, entiéndase el gobierno de Arce y sus satélites instalados en TSE “o las altas cortes”, TCP, o TSJ, se intenta ejercer una interdicción legal de Morales, sea, no validando Lauca Ñ (Congreso del MAS evista, en Cochabamba) o se ejerza la CPE en dos artículos: 167 (residencia ininterrumpida de estadía en el país, de cinco años; si las elecciones se hacen en octubre, él no tiene esos cinco años ininterrumpidos, porque volvió, en noviembre de 2020, la otra es la discusión de la re-elección, artículo 168; una vez de manera continua, con la chicana de que esta candidatura es o sería discontinua. Dejémoslo ahí y vamos al objetivo de este trabajo.
El cambio de comportamiento: de la subversión guerrillera fracasada, hasta la insurrección que dio resultado.- Atrás habían quedado las armas del ELN, el EGTK, CNPZ y otros grupos menores que se siguieron ejercitando en tiempos democráticos, hasta antes del 2000, que fue cuando comenzaron a ensayar otras formas de hacer lo mismo, de manera diferente.
La guerra del Agua; Cochabamba.- Ese fue el escenario de un primer ensayo. Entre enero y abril del 2000. El “detonante”: la privatización del abastecimiento de agua potable en el municipio capitalino. Desde la izquierda, se deja atrás o ensaya una especie de ruptura con el pasado “guerrillero” y se produce el “adentramiento en otras formas subversivas”; hoy, entiendo que eso fue el inicio de una manera de probar hasta dónde aguanta el poder la protesta continuada y sin tregua (mejor si hay muertos propios y, lo tuvieron). Ensayaron el año 2000; desde entonces se practicó, en varias ocasiones, la sustitución de la guerrilla por la protesta violenta.
Los llamados movimientos sociales, esas agrupaciones que, en la política Siglo XX eran llamados movimientos populares, se mostraron primero en Cochabamba en la llamada Guerra del Agua y, luego, en otro tipo de luchas y, en otras circunstancias en La Paz, donde se tuvo el tristemente célebre “febrero negro”, donde demostraron hasta dónde eran capaces de llegar, usando a niños de escuelas como punta de lanza para apedrear y quemar el Palacio Quemado, y, luego viene la Guerra del Gas, que tuvo como escenario principal la ciudad de El Alto, donde, bajo la conducción de la Central Obrera de El Alto y las Juntas Vecinales, asumieron “la defensa del gas boliviano”, oponiéndose a que este salga por Chile y, después, la salida de Carlos Mesa y Sucre, con la invasión minera para evitar la sucesión constitucional de Vaca Díez y Cossio, dejando en manos de Rodríguez Veltzé el mando del Estado. Repárese que, muy violento todo, pero, se mantuvo la “formalidad democrática”.
A estas alturas de la política ya no hay casualidades sino “causalidades”; difícilmente alguien pueda dudar que esto tuvo una ligación con la llegada al poder de Venezuela de Hugo Chávez Frías, que se alió con Fidel Castro y usaron esa experiencia de 40 años y la influencia de los radicalizados sin espacio, que se fueron a Chapare (los desplazados por el 21060) varias oenegés sobre todo, que hasta escribieron sendos ensayos sobre el derecho de la protesta constitucional, que hasta les servía para asegurar que defendían la democracia. Recuérdese al presidente Evo Morales y sus movimientos sociales presionando al Congreso para que aprueben la Asamblea Constituyente y el revocatorio. Y hablaban a nombre de la democracia y su defensa; cuando hicieron o diseñaron “su democracia”, pero es también “otro tema”.
Convengamos que, desde las protestas del 2000, reforzadas con la llegada de Morales al poder, lo que haya salido desde la calle ha logrado ser “reconocido” o “negado” con calificaciones diferentes; si es el populismo izquierdista el que lleva adelante la protesta o acciones de rebeldía, sean estas en las calles y caminos, huelgas de hambre, tomas de instituciones, bloqueos u otras maneras “pacíficas” (en muchos casos muy violentas) es un acto de defensa al Estado y su democracia; si se hace lo mismo para protestar por el fraude electoral, por poner un ejemplo claro, o por la ilegal repostulación o se reivindique la democracia, esa es una acción “de la derecha golpista”.
Morales y sus teóricos han logrado imponer la idea descalificadora de la “derecha golpista”, así sus impulsores (plataformas del NO-21F) no militen en política y asuman su derecho constitucional de reclamar; Morales lo ha consolidado también en los escenarios internacionales; tiene buena prensa, aunque ya está desdibujándose.
Digamos y entendamos que protesta es protesta y que estar a uno u otro lado ideológico, no se trata de acciones diferentes, sino de objetivos diferentes; el MAS justifica todo lo que hace desde el poder, donde se viola la CPE, los DDHH y se maneja una política “iliberal”, es decir, practican la formalidad democrática para imponer discutibles acciones de gobierno.
Morales y Arce están enfrentados. Arce, aunque salió de la costilla de Morales, deja claro que la criatura creada no resultó dócil porque disfruta más desde “la Casa Grande” que de un pinche ministerio donde ejercía de “cajero” y este tiempo va a ser de guerras, de comunicados, de declaraciones y de ver quién se asuma más víctima o más líder; aunque es solo uno el que tiene el poder y “la caja” de Estado… mermada pero para hacer obras, nunca para hacer política y reproducir el poder, de manera que Arce copa la parada y se mete a discutir el poder, donde se le presente la pelea.
Morales juega mucho con la forma ideológica, aunque nunca la haya entendido; es claro que ya no se le va a dar esa activación del clic solidario inmediato; los teóricos del Socialismo del SXXI ya miran a Arce como parte de ellos porque es poder y presidente; Morales es el marginal cocalero. Así actúan los mandatarios que tienen objetivos; ellos apuntan a la conformación de un club de un poder que junta a los autoritarios e iliberales; Morales ahí no tiene campo, salvo que sea presidente de nuevo… pero hoy, pone en riesgo los planes de la consolidación del modelo Socialista SXXI, de manera que, don Juan Evo va a tener meses de pelea dura y luego perderá en la interna.
La que sufre es la democracia.