Guerra sin dignidad

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 06/12/2023
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La guerra ha asolado siempre a la humanidad, pero hasta en las más cruentas se mostraba dignidad y quedaban resquicios para el honor, ese que impelía a respetar al enemigo sin importar su condición. Lo que está ocurriendo entre Israel y Hamás es una guerra, pero carente de los más elementales principios de aquel respeto marcial.

Nada parece que vaya a poder hacer cambiar de opinión al Gobierno israelí en su ofensiva contra Gaza, posiblemente porque desde que se conformó tenía claro lo que buscaba. Netanyahu aceptó la alianza con la derecha ultranacionalista que solo contempla una solución para la convivencia con los palestinos: echarlos al mar.

Seguramente Hamás estuvo trabajando en esa lógica desde que se conformó el Gobierno el pasado invierno, y aunque resulta complicado creer que una de las inteligencias militares más potentes del mundo no se enterara de lo que iba a suceder aquel sábado 7 de octubre, lo cierto es que las acciones fueron salvajes y condenables, tanto para que resulte complicado creer que no esperaban una reacción de ese calibre de Israel tolerada de entrada por el mundo occidental, porque efectivamente las salvajadas se narran de distinta forma, según por donde vengan.

El Ejército israelí, finalmente, incursionó también por la vía terrestre: lleva ya tres fases en ese campo de guerra. A casi dos meses del cruento ataque de Hamás, ocurrido el 7 de octubre, no han sido suficientes las primeras denuncias de bombardeos contra hospitales en la Franja de Gaza, ni siquiera las condenas internacionales. En las últimas horas se ha informado que continuarían.

En ese contexto, llama la atención el despliegue político internacional que el Estado de Israel ha llevado a cabo, con presiones específicas en medios de comunicación, embajadas, empresas y políticos. No es menor la cantidad de noticias de los medios centrales, que cada día cambian de enfoque, ni los tibios posicionamientos que los políticos de primera fila están tomando. En estas, Europa se lleva la palma mientras Joe Biden calcula al detalle cada una de sus palabras.

El objetivo del despliegue, aparentemente, trata de mantener el asunto en una crisis regional. El reciente ejemplo de lo ocurrido en Ucrania da aún más alas a los israelís, que insisten en argumentar su legítimo derecho a la defensa siendo esa la única similitud —forzada— que se pueden trazar entre los dos conflictos, pues Gaza ni siquiera es Estado, ni tiene ejército, y es un territorio técnicamente ocupado.

Hace tiempo que se viene rumiando aquello de la Tercera Guerra Mundial, y hasta hace no mucho parecía haberse perfilado lo suficiente: Rusia había abierto las escaramuzas con el tema de Ucrania mientras China, todopoderosa, amenazaba Taiwán haciendo retroceder a Estados Unidos. La pandemia creó un clima todavía más propicio para el canibalismo, no al revés, y en general los países del “sur global” —ese concepto— han perdido el miedo y aceptan posiciones divergentes con Occidente en lo que ha venido a llamarse: multilateralidad. Sin embargo, todo indica que es la crisis de las hipotecas chinas, por el sobreendeudamiento asumido, lo que ha contribuido como nada a rebajar la tensión en un mundo cada vez más dispuesto a anteponer lo económico a cualquier otro principio.

El mundo pacífico no debe perder nunca de vista que, en las actuales condiciones de la geopolítica internacional, si las grandes potencias continúan jugando con fuego, todos, sin excepciones, corremos serio peligro. Lo mejor siempre será deponer las armas y solucionar los conflictos mediante la diplomacia del diálogo y el entendimiento, para molestia de unos pocos líderes de países que trabajan día y noche por llevarnos a una guerra permanente.

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