Esta semana terminó en Dubái la COP28, la Cumbre mundial del Clima. Una versión especial, con un presidente que es director general de la compañía estatal de petróleo de los Emiratos Árabes Unidos. “Como pedir al pavo de incluirse a sí mismo en el menú navideño”, como dijo algún comentarista. Hasta poco antes del acuerdo final, se oponía a incluir mención alguna sobre la disminución del uso de combustibles fósiles, o sea hidrocarburos, que es la principal causa del calentamiento de la Tierra y, por ende, del mayor impacto de los desastres naturales.
Sin embargo, en el texto final se logró incorporar una llamada a los estados para alejarse de los combustibles fósiles, con la meta de lograr la reducción neta a cero para 2050, lo que quiere decir que se debe equilibrar la emisión de gases de invernadero con la emisión que se retira o se compensa de alguna manera. El tiempo de 27 años es extenso, pero posibilitará desarrollar políticas e inversiones a largo plazo, algo que en muchas partes del globo aún está en su infancia.
El acuerdo final también incluye la triplicación hasta 2030 de la capacidad de generación de energía renovable, específicamente solar y eólica, algo que en base a la experiencia obtenida parece muy factible. En el mismo plazo, se quiere duplicar la eficiencia energética, muy relevante para reducir las emisiones sin afectar la capacidad productiva.
Escribí en algunas oportunidades sobre la importancia de la energía renovable, el futuro eléctrico y la ausencia de estos temas en las propuestas y decisiones políticas. Con este acuerdo mundial, es un momento oportuno para ponerlos en la agenda del Parlamento y del Gobierno. No victimizándose ni enfocarse solamente en la mitigación de los daños del cambio climático, sino ponerse metas, actividades e inversión para la reducción de las quemas forestales, promover tecnología para usar más eficientemente la energía en los diferentes sectores y, sobre todo, incentivar el cambio de la energía fósil a renovable en cuanto a generación y utilización.
En muchos países se han hecho avances significativos, donde resaltan las alianzas público-privadas, así como la generación por parte de la población en general, teniendo sus paneles solares domésticos integrados a las redes eléctricas. La participación del sector privado como productor de energía renovable es esencial en los países para el financiamiento de proyectos, los que son cada vez más factibles por la disminución de los costos y la creación de un mercado interesante. Para esta creación se debe garantizar la demanda, la entrega de energía al sistema interconectado y regular la subvención al combustible fósil para que el transporte y la industria que transiten a la energía eléctrica sean competitivos e interesantes para los usuarios.
En cuanto a esta subvención, que es un gran peso para el presupuesto estatal, en algún momento deberá ser debatida, pudiendo considerar alternativas para aliviar los costos para las familias y actividades económicas necesitadas.
Finalmente, habrá que promover el desarrollo de propuestas para acceder al fondo creado, también acordado en Dubái, para ayudar a mitigar los daños e invertir en energía renovable.
Desafíos interesantes.
