Javier Milei ha dejado de ser un “fenómeno”, pero sigue dando de qué hablar después de su resonante triunfo electoral en Argentina. Sobre todo en Bolivia, donde todavía abundan los análisis respecto a lo sucedido en los comicios del vecino país.
Uno de los denominadores comunes es equiparar el último ciclo de la política peronista en Argentina, que va de 2003 a 2023, con el del Movimiento Al Socialismo (MAS) que, sin embargo, comenzó tres años después, es decir, en 2006. En el caso boliviano se abrió un paréntesis con el gobierno de Jeanine Áñez, aunque, ciertamente, la de la ahora presidenta encarcelada fue una gestión transitoria y de poco (o ningún) brillo.
En Argentina, los kirchneristas tal vez quisieran ver a Milei como a Áñez, o sea, como un gobierno de transición dentro de su dilatado ciclo.
Pero, si se analizan fríamente las cosas, no solo se encontrará similitudes, sino también diferencias.
La principal similitud tiene que ver con el discurso. Tanto Evo Morales, en Bolivia, como los Kirchner en Argentina pretendieron imprimir un discurso fuertemente soberanista y antiimperialista, simbolizado en la recuperación de los recursos del Estado. En Bolivia se nacionalizaron hace ya tanto los hidrocarburos, mientras que en Argentina se recuperó Aerolíneas y YPF, entre otras medidas. Ambos gobiernos hablaron de industrializar y, ahí es donde están las diferencias: mientras en Bolivia se referían al gas y al litio en modo pionero, algo así como lograr algo inédito en el país, en Argentina el discurso pasaba por “reindustrializar”, por retornar a la época de la pujanza peronista cuando los grandes rubros estratégicos eran gestionados por el Estado y las industrias y las tecnológicas se asentaban en ese rincón del continente atraído por sus infraestructuras y profesionales.
Hay otras diferencias muy evidentes: mientras Morales se atribuía el hecho de haber incorporado a las clases populares a su gobierno, con polleras y sombreros, el kirchnerismo nunca dejó de sostenerse sobre nuevos lavados de cara a “la casta”, a la que refiere Milei, hablando de “justicia social” en plan caridad.
Hay también diferencias en la consideración ideológica: mientras el kirchnerismo se consideraba de izquierdas y aplicaba reformas fiscales para tratar de fomentar la igualdad de oportunidades, en Bolivia el MAS de Morales se vanagloriaba de la subvención para todos, del doble aguinaldo y de los bonos.
El ejercicio es interesante hasta que las interpretaciones se fuerzan para tratar de justificar la necesidad de que en Bolivia aparezca un Milei con la misma prédica y medidas similares a las de la Argentina de hoy, como si las realidades de ambos países fueran las mismas.
Entonces, son más las diferencias que las similitudes, partiendo por lo más importante: la inflación, que es la única magnitud que tiene controlada el Gobierno boliviano. Es de esperar que en este asunto clave no solo haya diferencias, sino que también ninguna similitud.
