Según la primicia dada a conocer por el diario CORREO DEL SUR (¡felicitaciones al importante trabajo del diario chuquisaqueño!), el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que cesa en sus funciones a fin de año, en el último día hábil que le quedaba ha dictado la Sentencia Constitucional 1010/2023, por la cual habría dejado sin efecto otra resolución del mismo tipo, la 84/2017 que, de maneara absurda, ilegal e inconstitucional y bajo el eufemismo de “declarar la aplicación preferente” del artículo 23 del Pacto de San José de Costa Rica por sobre los artículos 156, 168, 285.II y 288 de la Constitución Política del Estado (CPE), en las frases: “por una sola vez de manera continua” y “de manera continua por una sola vez”, declaró además la inconstitucionalidad de varios artículos de la Ley Nº 26, de Régimen Electoral, permitiendo de esta manera que Evo Morales y su acompañante Álvaro García Linera candidateen una vez más en las elecciones generales de 2019.
Hay que recordar que con esta barbaridad jurídica el TCP, Morales, García Linera y demás acólitos, desconocieron los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 que, de manera contundente, expresaron el “No” de la ciudadanía a los intentos de modificación del artículo 1668 de la CPE, que hubiera dado paso a la permanencia vitalicia en el poder del binomio autoconsiderado como el único capaz de conducir los destinos de Bolivia. Ni siquiera el sanguinario dictador chileno Augusto Pinochet hizo esto y, por el contrario, respetó la decisión de la ciudadanía chilena que en 1988 le impidió permanecer en el poder hasta el 11 de marzo de 1997, como pretendía.
Evo Morales llegó a la presidencia de Bolivia en 2006, luego de un triunfo contundente con casi el 54% de los votos obtenidos en las elecciones generales respectivas, que evitaron que la elección de presidente se resuelva en el Parlamento, como iba ocurriendo desde 1982. Ese fue motivo suficiente para que, desde entonces y hasta 2019, pretendiera a toda costa y pese a todas las barbaridades que se cometieron durante su gobierno, mantenerse como presidente.
La visión de que en política no habían adversarios sino enemigos a los que había que aplastar y destruir, llevó a una serie de acciones que sería largo enumerar en su integridad, pero que no debemos olvidar so pena de caer en el futuro nuevamente en desgracias como las que aún estamos atravesando: cooptación o división de las organizaciones populares (todo comenzó cuando el 1 de mayo de 2006 el Gobierno organizó una marcha de los trabajadores paralela a la de la COB), Asamblea Constituyente manipulada, Constitución aprobada entre “gallos y medianoche” y con muertos de por medio, ordenamiento jurídico modificado para hacer posible la permanencia indefinida del devenido salvador “indígena” en el poder, cooptación de los órganos del Estado, masacres y represión despiadada a quienes no comulgaban con el masismo, padrón electoral trucho y un larguísimo etcétera.
Todo esto, como no podía ser de otro modo y como corresponde a todo régimen con aspiraciones totalitarias, lo llevó adelante haciendo uso de una conveniente ideología destinada a convencer a todos de que el gobierno del MAS era distinto a otros que le antecedieron. Ahí comenzó a utilizarse muletillas como “proceso de cambio”, “revolución democrática y cultural”, “gobierno del pueblo”, “gobernar obedeciendo al pueblo”.
Al mismo tiempo se utilizaron otras muletillas destinadas a instalar en el sentido común boliviano de que Evo Morales era lo máximo; así, se dijo que era el “líder espiritual de los indígenas del mundo”, que “cada 500 años nace un hombre como Evo Morales”, que “Evo es como Jesucristo”.
Y también tonterías como aquella de García Linera, expresada a los padres de familia de la comunidad Viliroco (Viacha, La Paz), en sentido de que si no apoyaban al presidente Evo en el referéndum de 2016, “regresarán los vendepatria, quitarán todo a las wawas, el sol se esconderá y la luna se escapará”, expresión cumbre de la mentalidad del supuesto defensor de los pobres, que con esto demostró sobradamente que estaba seguro de la imbecilidad de estos de sus oyentes.
Todo este afán de eternización en el poder, que no fue solo la sentencia constitucional 84/2017 sino también las decisiones del Tribunal Supremo Electoral que habilitó (también “entre gallos y medianoche”) al “binomio eterno” y encabezó el fraude de las elecciones de 2019, desencadenó la crisis de octubre y noviembre de aquel año, que terminó con la fuga de Evo Morales y García Linera (eso no se lo perdonan sus bases), primero a México y luego a Argentina. En medio de ello se instaló el terror en La Paz con la quema de al menos 66 buses Pumakatari y asaltos diversos en la zona sur, gritos de “ahora sí, guerra civil” proferidos por fanáticos en El Alto, llegada de impostores internacionales como Abrao y Grabois que mintieron descaradamente, instrucciones de cercar las ciudades para que no entren alimentos, muerte de varios compatriotas enviados al matadero (como los seguidores de Maquera en El Alto, con instrucciones precisas de volar la planta de Senkata) y, finalmente, la invención de un supuesto e inexistente “golpe de estado”, a consecuencia de la cual hay alrededor de 200 presos políticos en el país.
Hoy se discute si, con la sentencia constitucional 1010/2023, a cuyo análisis nos dedicaremos en otro momento, Morales podrá o no candidatear el año 2025, se habla de que el TCP “anuló el derecho humano a la reelección” y cuestiones similares. No hay que apresurarse en afirmaciones de este tipo.
Solo recordar la Opinión Consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 13 de agosto de 2021, que declaró que “La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris del derecho internacional de los derechos humanos”. Y a formidable movilización pacífica del pueblo boliviano, mediante la cual se opuso a la eternización en el poder de Morales y su número dos, sin la cual no hubiera sido posible nada de lo que se consiguió.
Por último, no se debe olvidar nunca que, si en el mundo hubiera menos angurrientos de poder, las cosas serían muy, pero muy diferentes.
* Pertenece a la plataforma Una Nueva Oportunidad, que promueve el debate plural pero no comparte necesariamente los puntos de vista del autor.