Estamos a 14 meses y seis días del bicentenario de la fundación de Bolivia y, más allá de lo protocolar y el inevitable protagonismo que se confiere a las obras físicas —de las que casi no tenemos noticia—, poco o nada se sabe respecto a un asunto que debió ubicarse entre las prioridades de la conmemoración: el debate histórico.
¿Qué tan precisa ha sido la historia de Bolivia? Para entenderlo, hay que recordar que el primer intento oficial, y conocido, de hacer historia es la publicación de los “Apuntes para la historia de la revolución del Alto Perú, hoi Bolivia”, tan tarde como 1855. Oficialmente, este trabajo es anónimo ya que su única identificación autoral es la de “unos patriotas”, pero desde siempre se ha insistido que el autor de los originales fue Manuel María Urcullu.
Como se sabe, Urcullu formó parte del grupo de abogados que lideraban Casimiro Olañeta y José Mariano Serrano. Por ello, no es de extrañar que los “Apuntes…” le confieran protagonismo a Olañeta y prácticamente lo consideren autor del decreto del 9 de febrero de 1825, que posibilitó la fundación de Bolivia.
Al encontrarnos en el año previo al del bicentenario, el decreto ya ha sido motivo de análisis, pero solo a nivel de los historiadores, que ningún apoyo han merecido por parte de la comisión del bicentenario. En los límites de la discusión académica, se ha planteado que ese documento es la prueba fehaciente de que la fundación de Bolivia ya se había decidido en febrero de 1825 y Antonio José de Sucre simplemente aparentaba al polemizar con Simón Bolívar respecto a permitir que las cuatro provincias de Charcas se constituyan en un nuevo país.
¿Qué tan importante son esos debates? Mucho, porque proporcionan bases para discutir temas tan actuales como el Pacto Fiscal.
El decreto del 9 de febrero permite hacer un diagnóstico del país en 1825 y la realidad política de ese entonces. Baste decir que, antes de esa disposición, el departamento de Cochabamba no existía y literalmente fue creado por el decreto, cuando Bolivia solo era una idea.
Son precisamente los “Apuntes…” los que minimizaron la Batalla de Tumusla, librada el 1 de abril de 1825. La importancia de este episodio histórico radica en que derrotó a las fuerzas realistas que todavía quedaban en Charcas y estaban lideradas por el tío de Casimiro Olañeta, Pedro Antonio.
Según los “Apuntes…”, no hubo batalla de Tumusla sino que “se sublevó el batallón campado á la orilla derecha del rio, se lo avisaron al jeneral (Olañeta) que estaba en la casa de la otra banda y cuando salió á cerciorarse, el único tiro de fusil que se disparó por un soldado cuyo nombre se ignora, acabó con la vida del jeneral”.
A partir de esa publicación, la Batalla de Tumusla prácticamente fue negada y, cuando el peso de las pruebas derrotó a los “negacionistas”, surgió una tercera versión para aceptarla y, al mismo tiempo, minimizarla: se optó por llamarla “motín”.
A eso se suma otro elemento: el investigador Valentín Abecia López publicó una obra en dos tomos donde menciona que 14 cartas que vinculaban al vencedor de Tumusla, Carlos Medinaceli, con esa batalla, han sido supuestamente falsificadas.
Frente a todo esto, los historiadores de Potosí han reaccionado y lograron acopiar 14 pruebas de reciente conocimiento, todas anteriores a 1855, que demuestran que la batalla no solo fue tal, sino que sí fue importante para la historia de Bolivia.
Pero, los debates se realizan solo a nivel de los investigadores y raras veces llegan al gran público. Las autoridades se están olvidando de fomentar esta importante parte de la conmemoración y, por lo tanto, existe el riesgo de que sea ignorada.