Pese a que todavía no tenemos los datos emergentes del recuento poblacional, el Censo Nacional de Población y Vivienda 2024 ha servido para confirmar la precariedad en la que se encuentran las bases de datos del país, en las que está la información de todos los ciudadanos.
Aunque los sucesos de 2019 pusieron en evidencia esas fallas, el Censo recordó cómo se manejan esas bases de datos, o sistemas, que, tomando en cuenta las facilidades de la informatización, ya deberían haber sido agrupados hace mucho para manejarse con una sola cabeza institucional.
Aunque parezca difícil de creer, en la actualidad hay cuatro sistemas que aparentemente deberían dar información sólida de quiénes son y dónde están los habitantes de Bolivia. Debido a que todavía está fresco en la memoria colectiva, el Censo ubica a las personas en el territorio y conoce las carencias de su habitabilidad.
En segundo lugar está el Padrón Electoral, por el que se sabe dónde vive la ciudadanía el día en que votan.
En tercera posición, y muy vinculado al anterior, está el Servicio del Registro Cívico (Serecí), que es el que anota los actos de la vida civil de las personas, sean estos nacimientos, reconocimiento de hijos, adopciones, matrimonios y defunciones. Finalmente, en cuarto lugar, el Servicio General de Identificación Personal (Segip), administrado por civiles. Esta institución guarda los datos personales de cada uno y asigna un número de identificación.
Los cuatro sistemas son esencialmente uno en la mayoría de los países del mundo y es el empadronamiento el que vincula una persona a determinado domicilio y el que después permite tramitar el número de identificación. Claro, estar empadronado en tal o cual lugar, que hace a la veracidad del Censo, da unos beneficios fiscales o de servicios personales y familiares, muchos de ellos vinculados también al otro gran sistema de información, que es el tributario y de efectos fiscales, que también cojea en Bolivia, y entonces la gente no duda en regularizar su situación, incluso los inmigrantes irregulares.
La aplicación práctica de la ausencia de uniformidad y coordinación en este desconcierto resulta un cúmulo de despropósitos. Esto impide aplicar una distribución justa de los recursos y también genera problemas logísticos de magnitud.
Para comenzar, en Bolivia existe la dificultad de que centenares de calles no tienen nombre, miles de casas carecen de numeración (y autorización)
Cuanto más tiempo se tarde más difícil se hará, pero alguien debe empezar a pensar en poner orden en ese sentido. No hay demasiado misterio: se trata de cumplir la ley, ubicar a los habitantes del país dentro del territorio, no infringir las normas de construcción, vivir donde se dice que se vive, etc. En algún momento alguien tendrá que enfrentarlo, aun a pesar de la desconfianza. Pero habrá que dejar de lado las desconfianzas. Es hora de poner en orden la casa.