Hoy se celebra el Día del Niño en Bolivia y, no hay buenas nuevas. No solo porque existe abandono y pobreza, sino porque el maltrato es moneda corriente contra un segmento sensiblemente considerado el más débil de la sociedad. De acuerdo a estudios, más de 403.000 niños en el país, de entre 5 y 13 años, son obligados a trabajar para sobrevivir. Y si de trabajo infantil se trata, habrá que recordar que los niños en Bolivia no solo trabajan, sino que lo hacen en lugares insalubres como, por ejemplo, en las minas cooperativizadas.
A los niños trabajadores de las minas se los oculta, mientras que los otros están a la vista de todos. Se los ve allí en los mercados, con sus carretillas, de vendedores ambulantes, pidiendo en las calles, realizando faenas agrícolas, en casas de familia, etc. Allí donde no debieran estar, sino en la escuela o en sus casas estudiando y preparando un futuro; pero, la vida los puso en situaciones muchas veces indeseables. Miles de ellos deben afrontar la sostenibilidad de sus hogares, si tienen, ganando para el pan de cada día.
La crueldad no pocas veces tiene la mala costumbre de enfocarse en las niñas que sufren los embates de la pobreza y sus consecuencias. En muchas circunstancias —que luego se conocen por estadísticas o proyecciones—, las encargadas de sufrir la explotación en tareas domésticas, embarazos precoces y violencia de género tienen su rostro.
El año pasado, según Unicef, Bolivia tuvo una de las tasas más altas de América Latina en cuanto a embarazo adolescente, colocándose después de República Dominicana, Nicaragua y Paraguay.
Hasta antes del Censo Nacional de Población y Vivienda 2024, las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) señalaban que la población boliviana era de 11.842.000 habitantes, una cifra divulgada en 2020. De esa cantidad, casi el 24 por ciento tenía entre cero y 11 años, es decir 2.833.000, y un 11 %, es decir 1.391.000 (11,7%) entre 12 y 17 años. Por tanto, según esas proyecciones, que variarán con los resultados del reciente censo, aunque no en gran proporción, casi el 36% de la población es menor de edad. Estamos hablando de una población joven, con serios problemas desde los primeros años, que afectarán a las nuevas generaciones.
Muchos niños no han ido a la escuela y muchos otros no tienen la atención médica adecuada. Basta ver los hospitales para los más pequeños: atestados, sin medicinas, con problemas de atención. La desnutrición y la falta de alimentación para el desarrollo medianamente óptimo es otro de los grandes males crónicos aún sin superar.
Por eso, en este Día del Niño hay poco o nada que celebrar, y hasta la cesión de sus puestos por un día que hacen algunos legisladores resulta una posición más apropiada para las fotos que orientada a resolver los problemas de este sector mayoritario de la sociedad.
Si nacer es peligroso, crecer es un milagro para miles de niños y niñas bolivianas. Pero hay manos que ayudan, organizaciones no gubernamentales que trabajan en el país para contrarrestar el trabajo infantil, la pobreza y la exclusión social. Hoy, entre agasajos, celebraciones y festejos por los niños y niñas de Bolivia, es necesario recordar que, de no trabajar seriamente por estas incoherencias que se ven en las esquinas de la limosna y del trapito contra el parabrisas, estaremos hipotecando el futuro de un país joven y con un alto techo de oportunidades.