Bolivia recordó hace poco los 207 años de la batalla de Tarija, librada entre el 14 y el 15 de abril de 1817 y más conocida por el nombre de los campos donde se disputó, los de la Tablada de Tolomosa. Se trata, indudablemente, de un importante episodio histórico, aunque no es el único ya que, antes, durante y después de la Guerra de la Independencia, Tarija dio abundantes muestras de heroísmo.
De Tarija se recuerda siempre que es boliviana por decisión propia, por cuanto un cabildo en 1826 —cuando el país recién estaba construyendo sus cimientos— determinó que esa región, que a lo largo del periodo colonial fue una dependencia de la Intendencia de Potosí, forme parte de Bolivia y no de Argentina.
Como se sabe, La Real Audiencia de Charcas —sobre cuyo territorio nació Bolivia— formaba parte del Virreinato del Río de la Plata cuando estalló la Guerra de la Independencia. Al terminar esta y formarse los nuevos estados, Argentina reclamó derechos sobre Tarija.
Tres cabildos abiertos decidieron el destino de Tarija y Bolivia. El primero, el 26 de agosto de 1826, por iniciativa de Bernardo Trigo y con el respaldo de otros como Eustaquio Méndez; fue el que decidió que esa porción de territorio no formaría parte de Argentina sino de la naciente Bolivia.
Lo que no se sabe, o se sabe poco, es que esa historia no terminó ahí. La decisión de los tarijeños debía ser ratificada por el Congreso que, en una actitud de indolencia muy parecida a la que ahora se advierte en las reparticiones públicas, se tomó su tiempo en emitir su resolución.
Frente a tal dilación hubo un segundo cabildo, el 7 de septiembre de ese año, que ratificó las decisiones del anterior. Con esa presión, el Congreso promulgó, por fin, la ley del 23 de septiembre de 1826 que estipulaba que “la Provincia de Tarija pertenece al Alto Perú por todas sus relaciones y por la naturaleza misma de su situación”.
Aunque la corriente bolivianista ya había ganado, Trigo y los suyos propiciaron un tercer cabildo, el 17 de octubre de 1826, a convocatoria de la Municipalidad y el Colegio Electoral de Tarija. En este se aprobó un documento divulgado recientemente por el historiador Elías Vacaflor en el que se lee que los tarijeños ratificaron su voluntad de pertenecer a Bolivia y sostuvieron que Tarija “sin Bolivia no quiere existir en el mapa geográfico. Esta es la última y solemne declaración que, de nuestra propia voluntad, libremente y sin coacción alguna, hacemos por el pueblo que representamos y que presentamos al juicio de los hombres imparciales de todo el mundo que amen el bien de sus semejantes. Tarija, octubre 17 de 1826”.
Tarija no quería existir sin Bolivia. Doscientos siete años después la pregunta es si Bolivia podría existir sin Tarija. Por el lado de lo económico, habría que recordar que las mayores reservas de gas se encontraban en ese departamento hermano, por lo menos hasta que el expresidente Evo Morales asumió la presidencia. Esa región se vio muy favorecida con los pagos recibidos después por las ventas a Brasil y Argentina.
En ese marco, habrá que apuntar, también, que entre las razones que pesaron para que Tarija decidiera pertenecer a Bolivia, y no a Argentina, estuvo también la económica ya que, en 1826, las Provincias Unidas del Río de la Plata eran un intento de país que aún no había logrado consolidar su unidad territorial. En Bolivia, en cambio, se encontraba el Cerro Rico de Potosí, cuya plata mantuvo al país incluso hasta el siglo XX.
Se trata de elementos sobre los que también se debe hablar cuando nos encontramos en puertas del bicentenario.