La contralto Caroline Unger detuvo al director cuando empezó a dirigir el “scherzo”. Le dijo “maestro, dese la vuelta”, pero él ya no podía escuchar. Estaba sordo hace años. Giró su cuerpo y vio a una audiencia enardecida en aplausos. En su cabeza, sólo silencio, pero en sus ojos, vítores y pañuelos por el aire.
Esta escena sucedió un 7 de mayo de 1824, hace 200 años, cuando Ludwing van Beethoven estrenó la Novena Sinfonía en el Kärntnertortheater de Viena. Tenía 54 años y volvió a los escenarios después de 12 años, los cuales vivió temeroso de que la gente supiera de su “discapacidad”.
Esta sinfonía fue encargada por la Sociedad Sinfónica de Londres y marcó un hito fundamental en la música hasta el día de hoy. En 1985 fue adoptada como el Himno de la Unión Europea y está inscrita en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO. La “oda a la alegría”, como se la conoce popularmente, trasciende las fronteras del idioma y los países, pues de alguna manera, alguien ahora, la está escuchando, la está descubriendo, la está sintiendo.
Muchas veces se menciona el debate si se debe separar la obra de su autor. En este caso es imposible. A los 30 años, Ludwing ya presentaba severas complicaciones al oído, y que terminaron por aislarlo del mundo. En 1802, escribe una famosa carta a sus hermanos, conocida hoy como el Testamento de Heiligenstadt, donde confirma su sordera, además de su frágil salud. La pregunta que todos se hacen ¿y cómo podía componer en tal condición? Ludwing tenía una especie de audífono metálico que podía colocar entre su oído y el piano, para “escuchar”/sentir la vibración del mismo.
Este pequeño gran detalle es el que convierte a una persona en leyenda, y a una obra musical, en una pieza maestra convertida en arte. Hagamos una pausa. Repasemos algunas partes de tu vida personal: Rewind a tus primeros recuerdos. ¿Cuáles son los primeros sonidos que recuerdas? ¿Las primeras voces? ¿La primera canción? No te parece curioso que escuchar una simple canción te puede transportar a otra época y llenarte de la hermosa palabra “saudade”.
De alguna manera, en tiempos actuales, todos tenemos algo de Beethoven, ciertamente no su genialidad pero sí bastante de su sordera. Escuchar para responder, no para entender parece el mantra de todos. Una simple mirada a la televisión, a las noticias, y a los millones de comentarios en redes sociales dan cuenta de una sociedad que busca tener voz propia y dar voz a miles de personas, pero no a escuchar o simplemente, callar y oír. La era de los sordos con Bluetooth.
De alguna manera, la Novena Sinfonía nos trae de vuelta como humanidad.
Y en estos tiempos de Inteligencia Artificial, botox y soledad digital, subyace la pregunta de ¿qué es lo que nos hace humanos?
Acaso la respuesta sería esta, no en palabras sino en notas, escritas por alguien que convirtió su prisión de silencio en un altavoz de su alma, y escuchó a la vida a través de su piano.
Beethoven, ahí parado frente a un teatro abarrotado que lo aplaudía, probablemente escuchaba sólo su corazón, sin imaginar que siglos después, sería parte de la cultura popular, desde la intro a programas de televisión, hasta viajar en el Voyager en discos de oro al espacio profundo.
“Si es que no encuentras la Alegría, en esta Tierra, búscala, hermano, más allá de las estrellas”.
* Es periodista.