La tristísima monja

Monica Briançon Messinger 21/05/2024
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“No es algo nuevo”, me dijo mi mamá cuando le hice un resumen de la ópera ‘Suor Angélica’, que pondremos en escena la próxima semana en el Teatro Achá, bajo la dirección de José Coca Loza.

Me opuse. “Dudo que todavía existan familias que metan a la fuerza al convento a sus hijas porque se han embarazado sin estar casadas o con quien no debieron”, hablando del argumento de esta ópera de Puccini.

Me respondió que “si bien no te obligan a ser monja, en muchos casos, te intiman a casarte porque ‘no podemos tener un hijo fuera de la familia’”.

Cuando Giacomo Puccini compuso la música y encargó el libreto a Giovacchino Forzano, estaba leyendo, en un tren, ‘La Divina Comedia’ de Dante Alighieri; allí pensó en una trilogía compuesta por un panel de tres óperas en un acto, cada una basada en un pasaje de La Divina Comedia. Así nació Suor Angélica.

La obra se desarrolla en un convento de monjas italiano, cerca de Siena, en el siglo XVII. Comienza con escenas cotidianas dentro del convento, donde las monjas expresan sus deseos y preocupaciones. Suor Angélica, una de las monjas, se revela como una mujer que vive allí debido a un escándalo anterior. Ella es visitada por su tía, quien le informa que como la hermana pequeña de Angélica se va a casar, esta debe renunciar a su herencia.

Suor Angélica se ve confrontada con la noticia de que su hijo ilegítimo ha muerto, lo que la lleva a una profunda desesperación. En un acto de desesperación y arrepentimiento, toma una poción venenosa para unirse a su hijo en la muerte. Sin embargo, en el momento de morir, experimenta un milagro en el que la Virgen María y su Hijo la llevan al cielo, ofreciéndole consuelo y redención.

Suor Angélica es una representación de quienes han sufrido privación de libertad.

Por otro lado, como dice el brasileño Marlon Zé, director de escena, vestuarista y actor, la ópera es una representación de la fortaleza y la solidaridad femenina en un entorno dominado por hombres y, a pesar de las restricciones impuestas por la sociedad y la Iglesia, las mujeres del convento encuentran formas de apoyarse mutuamente y de encontrar consuelo en su fe y en su hermandad.

Esa hermandad, presente en Cochabamba o en cualquier parte del mundo, nos ha preparado para abordar los desafíos de esta ópera sumergiéndonos en la comprensión de cada personaje, su individualidad, sus anhelos y cada “desiderio”, como dice la ópera.

En este siglo XXI, tan digital y plagado de likes, esta obra musical te invita, querido lector, a pensar si habremos avanzado en algo respecto a la violencia, cubierta, encubierta o descubierta, que se ejerce contra la mujer.

Analizo los hechos y diría que poco hemos cambiado, terminando por darle la razón a mi mamá.

 

* Es periodista.

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