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n febrero de 2023 se acelera la crisis de los dólares. En este mes, las reservas internacionales (RI) del BCB habían llegado a 3.538 millones de verdes. En 2015, las RI eran de 15.123 millones. Desde esa época, el Gobierno impulsó varios parches para intentar superar la caída en picada de las RI. Ofreció pagar un tipo de cambio mejor a los exportadores. Convirtió al BCB en una casa de cambio. Presionó para que la Asamblea Plurinacional apruebe la venta de 22 toneladas (t) de oro de las RI. Gritó hasta el cansancio que esa era la solución a la escasez de divisas y todos los que se oponían a la venta del oro no pensaban en el bienestar del pueblo y la estabilidad. Se vendieron las 22 t, como $us 1.300 millones, y no pasó nada. La crisis del dólar continuó.
Sotto voce (en voz baja) también se usaron los derechos especiales de giro (DEG) que teníamos en el FMI. Se monetizaron $us 480 millones de esos recursos con el pretexto de que así se acabaría con la escasez de divisas. Tampoco pasó naranjas.
Después, comenzó la presión sobre la Asamblea por un mayor endeudamiento externo y también se hablaba de que esa sería la solución para que vuelvan los dólares. La Asamblea aprobó varios créditos internacionales. Pero tampoco hubo cambios significativos. Seguimos esperando los Washingtones.
Después, en una jugada rápida, se implementaron 10 medidas de políticas públicas para que se resuelva la crisis de los dólares, en un acuerdo con el sector privado de Bolivia. A saber: Se liberaron parcialmente las exportaciones, se ofreció devolver más rápido los impuestos a los exportadores, se autorizó que el BCB emitiera bonos en dólares, se reguló el cobro de comisiones por transferencias al exterior, se ofrecieron varias medidas para la importación directa de diésel y otros puntos, se habló inclusive de una subasta de diésel entre grandes productores. Esta medida nunca se implementó. A pesar de la tremenda propaganda sobre el acuerdo, tampoco se revirtió la escasez de dólares.
También todo este tiempo se ofrecieron medidas estructurales para superar la escasez de dólares, como la sustitución de importaciones y nuevos proyectos como la urea, hierro y el litio. Por el momento, los programas son de bajo impacto o solo promesas.
En todo este tiempo de medidas fallidas también se comenzó a coleccionar culpables por la escasez de divisas. Los opinadores económicos del pantano neoliberal y sus lenguas viperinas. Los asambleístas, exhermanos y compañeros del proceso de cambio, que ahora, convertidos en saboteadores, que se “atajan” los dólares de los préstamos internacionales. Los especuladores, yanki llokallas, que atesoran sus verdes en el Colchón Bank. Los exportadores sin alma que hacen negocios en Miami. Los contrabandistas y otras sabandijas que traen todo tipo de chucherías. Y ahora, los más feos de la película: Los banqueros “chupacotos”.
En la semana que termina, el Gobierno ha salido a denunciar que el sector de bancos retiene como $us 462 millones y son los nuevos responsables de la falta de divisas. Veamos cuál es la historia que hay detrás de este sagaz descubrimiento que ha convertido a la política económica en un caso policiaco. Para esto, tenemos que conocer la historia de amor, odio y conveniencia entre la banca privada y el BCB.
Antes del año 2017, la banca privada tenía $us 3.000 millones en depósitos de personas y empresas nacionales. Estos hacían parte del encaje legal, es decir, de la obligación que le impone la autoridad monetaria para mantener una parte de los depósitos en Washingtones de la gente en bóvedas para garantizar posibles saques a futuro. Literalmente, estos dólares dormían el sueño de los justos. Mientras tanto, el BCB necesitaba urgentemente dólares para alimentar sus reservas internacionales, que caían muy rápidamente.
La necesidad tiene cara de hereje y un día el BCB le ofreció a la banca privada hacer un negocio que, en una primera aproximación, parecía una situación de “ganar ganar” para todos. Los gringos dirían a Win Win Situation. Le propuso hacer un intercambio de monedas, un swap de dinero.
El BCB les ofreció a los bancos privados intercambiar –a una tasa de cambio muy baja y buena y a costo cero, es decir, sin ninguna tasa de interés– bolivianos por dólares. Los bancos con los bolivianos podrían dar créditos para la vivienda y la producción, de esa manera el dinero que estaba durmiendo en dólares se convertiría en préstamos, en bolivianos, para el sector inmobiliario y el tejido productivo.
Todos, en teoría, saldrían ganando. El Gobierno estimularía la demanda agregada interna, la niña de los ojos de la política económica. A través de estos créditos se activarían la producción y el consumo. Era la política monetaria desplegando sus alas expansivas. Además, así el BCB aumentaba sus RI, ayudando a la estabilidad del tipo de cambio. A su vez, los bancos estaban felices porque aumentarían sus créditos, como en Bs 20.880 millones, y ganarían un poco más de dinero en el camino. Sena quina, se diría en el ámbito del cacho.
La promesa de este acuerdo era que, después de un tiempo, los bancos le devolverían los bolivianos al BCB y recuperarían los dólares que habían colocado como garantía del dinero para los créditos.
Pero, resulta que el BCB se gastó los dólares y no tiene cómo revertir el Swap de monedas. El BCB reconoce la deuda y dice que ya devolvió $us 500 millones. Y afirma que: “no es que no está queriendo pagar sus deudas, sino que no está pudiendo”. Las RI en efectivo son tan solo de $us 139 millones y promete honrar sus obligaciones el 2026, si es que la banca privada le devuelve los bolivianos que le entregó. Los bancos no tienen estos recursos porque los han prestado a 15 años. Esto se conoce técnicamente como descalce.
Preguntas centrales a estas alturas de la columna son: ¿A qué tipo de cambio se revertirá el intercambio de monedas, al oficial o al de los bancos (más 10%)? Es decir, ¿quién correrá con el riesgo cambiario? ¿El Estado o los bancos?
Ahora la banca privada necesita urgentemente de los dólares para atender sus clientes y las operaciones de comercio exterior y el BCB requiere juntar divisas para reponer las RI. Lo que había sido una relación de amor y conveniencia, ahora muestra signos de deterioro y de reproches. El sector banquero es el nuevo saboteador y pasa a engrosar la larga lista de culpables, pero este le salió respondón y le cobra sus dólares.
Como verán, continúa el culebrón que podríamos denominar “Por un puñado de dólares” y, por el momento, el Gobierno sigue coleccionando culpables, pero no soluciones.