En Bolivia hoy se celebra a las madres: festejamos su vida y honramos la memoria de las que ya no están. El motivo es histórico y se remonta a la Guerra de la Independencia, al 27 de mayo de 1812, cuando las mujeres de Cochabamba decidieron enfrentarse a las tropas realistas en la colina de San Sebastián, la Coronilla.
“Si no hay hombres, nosotras defenderemos”, dijeron ellas en el cabildo previo, cuando los escasos hombres que quedaban decidieron no luchar contra las fuerzas españolas. Les hicieron frente con las pocas armas y todo lo que podía servirles para defenderse, en un acto heroico que les costó la vida.
El sacrificio de las Heroínas de la Coronilla comenzó a ser honrado poco después por los patriotas que luchaban por la independencia argentina.
“Todas las noches, a la hora de la lista, un oficial de cada cuerpo militar preguntaba en alta voz: ‘¿Están presentes las mujeres de Cochabamba?’. Y otro oficial respondía: ‘Gloria a Dios, han muerto todas por la patria en el campo del honor’. ¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras!”, escribía el general Manuel Belgrano, desde Jujuy (Argentina), el 4 de agosto de 1812.
Hermosa inspiración la de esas mujeres cuyo amor por sus hijos, sus hogares y su libertad nos legó una fecha fija para celebrar cada año a nuestras madres, cada una de ellas una heroína a su manera.
Las celebramos hoy, a todas —a las que nos engendraron y también a aquellas que, sin habernos dado la vida, nos criaron—, pero nuestra gratitud con ellas debiera ser un festejo de cada día y en cada uno de nuestros actos. Un festejo que las llene de orgullo por tenernos de hijos y les retribuya el amor infinito que nos profesan.
El ejemplo de aquellas mujeres que murieron en la Coronilla por la patria, y el amor de las que hoy homenajeamos tendrían que motivarnos a ser cada día mejores. Y ese propósito debería extenderse a todas las mujeres, a las esposas y a las hijas, que merecen el respeto que les debemos como humanos, pues les debemos la vida. Una vida que, en el caso de las más jóvenes, merece protección y libertad de decisión.Así, al celebrar a nuestras madres hoy, reflexionemos en la capacidad que tenemos de extender nuestro amor por ellas a todas las mujeres.
La realidad también marca que a las mujeres les cuesta el doble conseguir trabajo, que continúa la discriminación en las contrataciones porque pesa la posibilidad de que ellas se conviertan en madres y necesiten bajas pre y post natales o subsidios de lactancia. La brecha salarial es una constante y la oportunidad de acceder a cargos mejor remunerados sigue privilegiando a los hombres. Eso significa que la sociedad, sus ideas y estructuras, no son favorables a las mujeres, muchas de ellas madres de familia.
Afortunadamente también está cambiando el rol de los padres, sobre todo los más jóvenes, ya que es mayor —aunque no ideal— la participación en las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. Pero la sociedad sigue cargando con problemas sociales muy graves como la violencia de género y esa persistencia responde también a la falta de políticas de educación y sanción real de los casos.
A pesar de todas esas dificultades, las mujeres avanzan y el grueso de la sociedad tiene pendiente aún el comprender que las madres tienen derecho a trabajar, a realizarse y a ser jefas de hogar con plenitud y orgullo y, además, sin violencia de sus parejas. Los hijos aprenden del esfuerzo, la perseverancia, el emprendimiento y el espíritu de superación de sus valerosas madres.
A todas las madres luchadoras, desde el lugar que les toca, un homenaje con admiración en este 27 de mayo.