Mucha gente cree que los problemas ambientales son la consecuencia propia del capitalismo. Han creado la expresión “capitalismo depredador” para referirse a un modo de organización de la economía que consistiría en formar riquezas mediante la destrucción alocada e irresponsable del medio ambiente. La solución entonces, tendría que ser el reemplazo del “capitalismo depredador” por el socialismo respetuoso del medio ambiente. Incluso, a una alta autoridad del régimen se le ha ocurrido que basta con inventar el “ambientalismo comunitario socialista” para que la contaminación y el daño ambiental desaparezcan.
Esa posición es superficial, torcida y falsa. Hoy se sabe que los desastres ambientales de los países socialistas igualan y superan a los del mundo capitalista. Debido a la complejidad del tema resumiré en una primera parte algunos desastres ambientales socialistas verdaderamente extremos. En la segunda examinaré las causas que los produjeron.
Primera parte: los problemas ambientales
Aire: La contaminación del aire en el socialismo ha sido conocida desde hace mucho. La peor contaminación de aire estaba en el corredor industrial de la zona sur de Alemania Oriental, a lo largo de la frontera con Checoslovaquia, y hasta el sur de Polonia. En esa área el carbón de lignito blando con alto contenido de azufre era la principal fuente de combustible. En Leuna, en cualquier momento del año, 60% de la población sufría de molestias respiratorias; 4 de cada 5 niños en Espenhain tenían bronquitis crónica o molestias cardíacas a los 7 años. En Telpice (Checoslovaquia), la contaminación del aire obligaba a los niños a permanecer en sus casos por lo menos durante un tercio del invierno. Los niños de la Alta Silesia de Polonia tenían cinco veces más plomo en la sangre que los de ciudades occidentales comparables. La mitad tenía enfermedades vinculadas a la contaminación. Rumania no tenía controles de contaminación del aire; en algunos lugares sólo se permitía que un caballo estuviera hasta tres años; de otro modo moriría. La causa común de las emisiones de gases eran tecnologías viejas, escaso mantenimiento de las plantas y ausencia casi total de monitoreo de la calidad el aire.
Agua: Abundan los ejemplos. Entre los más significativos están la alteración de dos grandes cuerpos de agua, el Lago Baikal y el Mar Aral. El Lago Baikal era el lago más grande y profundo de agua dulce del mundo, hogar de 1200 especies endémicas de plantas y animales. Los planificadores soviéticos decidieron emplazar una fábrica de pulpa de papel en sus orillas, donde estarían cerca de los grandes bosques, fuente de la materia prima, y tendrían amplio suministro de agua limpia. Los efluentes de las fábricas fueron descargados directamente al lago, creando una zona contaminada de 23 millas de ancho. El Mar Aral fue más grande que los Grandes Lagos de los EEUU. Se decidió usar sus aguas para irrigar los campos de algodón, porque la URSS quería ser autosuficiente en la producción de esta fibra. Se tomó agua de los lagos Aral, Syr Daruya y Amu Darya. Como resultado de la extracción de agua la superficie del Mar Aral se redujo en 40% y su volumen en 66%, de 1960 a 1991. Ahora las tormentas de sal son frecuentes. Han desaparecido 24 especies de peces nativos. La pesca, que empleaba 60.000 personas en los años ’50, se ha reducido a cero. La ciudad de Muynak, que en los años ‘60 era una pesquería y puerto floreciente, hoy está a más de 40 kilómetros del Mar Aral. El gobierno soviético llegó a transportar pescado congelado desde otros lugares, para mantener en funcionamiento la planta de procesamiento de pescado.
En Hungría, el agua para beber estaba seriamente contaminada con arsénico. No había tratamiento de efluentes en muchas ciudades grandes. Campos de cultivo de alimentos eran irrigados con aguas contaminadas con metales pesados.
Energía: En la ex URSS se producía gran parte de la energía a partir de carbón mineral con gran ineficiencia y emisiones, y se la usaba igualmente. Por ejemplo, para producir un producto cualquiera, Checoslovaquia consumía tres veces la energía que las sociedades occidentales usaban para producir la misma unidad de producto. En la ex URSS la unidad de PIB industrial requería usar casi el cuádruplo de energía que en los EEUU. En Cuba sólo 5% de la energía producida es de fuentes renovables.
Radioactividad: No hay necesidad de mencionar el desgraciado accidente de la central nuclear de Chérnobyl. La nube radiactiva que causó contenía veinte sustancias o elementos radioactivos. Sólo el cesio-137 llegó a más de 162 mil kilómetros cuadrados en 13 países. La poderosa radiación emitida ha hecho que la zona sea inhabitable, hasta por milenios. Todos los centros poblados en un radio de 30 km han tenido que ser abandonados, incluyendo la ciudad de Pripriat y otras. El gobierno ruso nunca querido reconocer más de un centenar de muertos por radiación, pero se ha estimado que su número llega a varios miles, si se cuenta las muertes inmediatas por exposición directa y las muertes posteriores, por exposición diferida. Los impactos sobre la calidad del aire, las aguas, la flora y la fauna han sido enormes. Debido a que la central de Chérnobyl sigue emitiendo radiación, se ha tenido que encapsularla en un “sarcófago” especial, que resultó ser insuficiente y tuvo que ser reforzado con otros dos sarcófagos. El último fue instalado recién en 2017.
Para la producción de armas nucleares la ex URSS llegó a desarrollar hasta 33 ciudades cerradas, que hoy son conocidas como ciudades escondidas. Hubo en ellas otros accidentes nucleares antes del accidente de Chérnobyl, muy bien escondidos a la prensa internacional. Uno de ellos fue el de Ozerzk y Mayak. La primera era el centro residencial, la segunda el área de investigación y producción propiamente dichas.
El Lago Irtyash, cercano a la ciudad escondida de Ozerzk, fue contaminado por las aguas del río Techa (la principal fuente de agua para uso doméstico en Ozerzk) que recibía plutonio de las fábricas de armas nucleares de la ciudad de Mayak. Los desechos radioactivos eran vertidos directamente al río como parte de las operaciones rutinarias de las fábricas, pero el gobierno dijo que el vertido fue un accidente. En 1957 hubo un nuevo accidente, la explosión de depósitos con líquidos radioactivos. El estroncio liberado llegó hasta el mar Ártico. Medio millón de personas fueron expuestas a una radiación igual a cinco veces la de Chérnobyl. En 1967 el Lago Kachay (donde también se vertía residuos radioactivos) se secó y una tormenta de polvo afectó un amplio territorio. Los gobiernos posteriores a la caída del socialismo decidieron evadir el problema sanitario de miles de afectados por cáncer y neoplasias.
China es otro universo de problemas ambientales. Ha incrementado su emisión de gases de efecto invernadero, sigue amenazando la capa de ozono, es el más grande contaminador mundial por mercurio, promueve el tráfico ilegal de vida silvestre y de productos forestales, vierte al mar enormes cantidades de plástico y altera el curso del agua de ríos internacionales. La represa de las Tres Gargantas ha dejado de ser una promesa de riego y energía y se está revelando como la causa principal de deslizamientos en las cuencas de los ríos tributarios, y especialmente, de temblores de tierra, que amenazan la vida de millones de chinos que viven alrededor de la represa.
En Corea del Norte, la política económica del gobierno produjo una crisis de tal magnitud en 1990, que el combustible prácticamente desapareció de los hogares. La gente se volcó a los bosques, con lo que crecieron el apeo clandestino de árboles y la extracción desmedida de leña, generando un daño enorme a los frágiles suelos forestales y aumentando el riesgo de deslizamientos e inundaciones.
En Cuba, el socialismo ha deforestado extensos bosques para producir caña de azúcar y extraer madera, y para la minería a cielo abierto. Hay abundante degradación de suelos, especialmente donde se instaló grandes granjas basadas en mecanización, insumos químicos y riego extensivo; la salinización y erosión de suelos asociadas a malas prácticas de riego y drenaje son abundantes (14% de la tierra agrícola tiene problemas de salinización); se está extrayendo agua de acuíferos costeros por encima de la capacidad de reposición. La crisis actual, que ha encarecido el costo del combustible, ha hecho que muchos hogares urbanos estén retornando a la leña y al carbón como fuente de energía. La contaminación por la industria azucarera ha sido de gran escala, especialmente en los años 80. Genera grandes volúmenes de residuos orgánicos - especialmente la levadura torula y bagazo, que contaminan las corrientes de agua y eventualmente las áreas costeras. Entre las industrias no azucareras, las plantas de cemento generan grandes cantidades de polvo y humo; las industrias metalúrgicas, vapores ácidos, humo y hollín; las industrias de acero y las no ferrosas, humo y hollín; la industria minera, especialmente la de níquel, emite grandes volúmenes de polvo y efluentes. La contaminación por plomo es una de las más altas en el planeta. En general, las fábricas son ineficientes y altamente contaminantes. El control de las aguas servidas en centros urbanos es mínimo o no existe. El resultado conjunto es que la contaminación de aguas terrestres y marinas es continua. Amplias playas han sido sacrificadas al turismo. Se ha reportado pérdida de diversidad biológica, especialmente en áreas en aquellas que han sido deforestadas o perturbadas severamente. Las condiciones sanitarias y ambientales en asentamientos humanos están empeorando. Prácticamente no existe ninguna capacidad para el tratamiento de residuos sólidos, ni siquiera en la etapa primaria, la recolección.
En fin, las anteriores son sólo unas pocas informaciones que muestran muy resumidamente algunos de los problemas ambientales del socialismo real. Muchos temas han quedado fuera, como los impactos sobre la salud humana, la desaparición de especies silvestres y varios otros, pero el espacio no permite incluirlos.
Segunda parte: las causas
Los problemas ambientales ocurridos en el socialismo real pueden remitirse a causas conectadas entre sí, entre las que sobresalen la no evolución de derechos de propiedad, el deseo de planificación y el predominio de empresas públicas y falta de incentivos; los problemas de información y la falta de soluciones mediante el intercambio o comercio y la ausencia de sistemas de gestión ambiental.
La ausencia de derechos privados de propiedad facilitó la contaminación y el daño ambiental en el socialismo real. En las economía de mercado, los derechos de propiedad son una pieza clave en el manejo de la contaminación porquer: i) permiten que la competencia ocurra y que los que sufren la contaminación puedan reclamar por ella ante los causantes; ii) ayudan a expandir la definición misma de propiedad y su cumplimiento; iii) eso permite el regateo coasiano: el regateo entre un contaminador y uno que sufre la contaminación puede poner de acuerdo a ambos en un nivel aceptable de contaminación, en el que las ganancias del contaminador son iguales al daño impuesto al que sufre la contaminación, y, al menos en teoría, puede ocurrir una compensación perfecta. El regateo coasiano eliminaría las externalidades mediante el intercambio y aseguraría que los recursos sean usados en su modo más valioso. También, los que toman decisiones tienen que enfrentar todos los costos de oportunidad de sus decisiones y son responsables de los efectos de sus acciones (presentes) en el valor (futuro) de los recursos. En cambio, en las economía socialistas, al no existir derechos privados de propiedad (y tampoco una evolución hacia ellos), se presentaron todos los efectos negativos. De hecho, la mayoría de los casos mencionados en este artículo se hubieran podido evitar con la simple existencia de derechos de propiedad privados.
Gran parte de los daños ambientales se originaron en la intención de planificar el futuro. La intención de los gobiernos de modelar el futuro de acuerdo a sus deseos era preeminente y no admitía objeciones. Los desastres del mar Aral, de las represas chinas, de las fábricas ineficientes, incluso los accidentes nucleares, tienen su origen en la decisión de generar una economía floreciente a partir de empresas estatales, fundadas en la creencia de que las decisiones del Partido no pueden ser equivocadas.
En el socialismo no hay incentivos para proteger el medio ambiente, sino para dañarlo. Según un anticuado economista del siglo XIX que escribía en el Museo Británico, los bienes tienen valor porque llevan trabajo humano condensado. Es la ley del valor. Un diamante vale mucho porque extraerlo y pulirlo toma mucho trabajo; los árboles valen muy poco porque cortarlos es cuestión de un minuto. Ese principio ha sido la base de muchos errores.
En primer lugar, los que tomaban decisiones no eran sancionados por las caídas en la cantidad, calidad, diversidad o valor del recurso extraído. Por tanto, al incrementar la producción, no consideraban ni el agotamiento del recurso, ni la contaminación de ninguno de los medios del ambiente. Eso permitía que las decisiones de inversión, que debieron fundarse en criterios técnicos, económicos y financieros, se tomaran más bien con criterios políticos. El ejemplo típico fueron las metas de producción quinquenales, siempre crecientes, por suerte rara vez alcanzadas. Por ello, el socialismo se permitía usar sistemas de producción ineficientes. Comparadas con sus pares occidentales, las fábricas de los países socialistas de Europa oriental usaban más recursos, más energía, producían más desechos, reciclaban menos (a veces nada) y contaminaban mucho más (sin contar la mala calidad de los productos, que era otro modo de imponer externalidades). Tampoco contenían ningún sistema para reducir la contaminación o reciclar los desechos, aun cuando ello hubiera sido rentable. El motivo: todos los costos eran pagados desde los presupuestos generales de cada país. Es muy sabido que las plantas químicas en la URSS emitían grandes cantidades de flúor. Aunque se lo podía recuperar el flúor con ganancias y venderlo, los gerentes encontraban que era más fácil seguir contaminando. No había un sistema por el cual un gerente fuera premiado por reducir costos y mejorar el desempeño ambiental. Los tomadores de decisiones no eran penalizados si sus decisiones reducían el valor de los recursos.
El sistema judicial no era un sistema efectivo para frenar la contaminación. Por ejemplo, los campesinos (que ya no eran propietarios individuales de la tierra), no tenían un incentivo para quejarse por la contaminación de la tierra ante los jueces, ni éstos tenían un modo para imponer una compensación y reparación de la tierra a los gerentes de las fábricas (altos funcionarios de la burocracia en el poder). A su vez, si los jueces les imponían una pena, los gerentes la incluían en el presupuesto de la empresa, que era cubierto por el Estado, y de ese modo, en vez de corregir la contaminación, el daño que causaba se convertía en un costo recurrente y la externalidad se repetía.
En el socialismo no había (y quizá no puede haber) información apropiada sobre el medio ambiente y los recursos naturales. Esto tuvo cuatro facetas:
Los recursos naturales (sin trabajo humano “cristalizado”) no eran bien contabilizados. Una gran parte de los accidentes ambientales se traducían en problemas de salud, cuya difusión podía dañar la imagen de los gobiernos. Por consiguiente, la información era escondida o minimizada. Tampoco había mecanismos para mejorar la información. Por ejemplo, no había prensa libre, lo cual se explicaba porque todos los medios de comunicación eran del Estado. Sin prensa libre, los accidentes ambientales eran escondidos, negados o minimizados. Tampoco habían ONGs ambientales. Los gerentes no tenían que enfrentar todos los costos de sus decisiones. Los precios no reflejaban la realidad económica, no había un mecanismo para que se corrigieran y se ajustaran. Y por consiguiente las decisiones ambientalmente inadecuadas dominaban. No había un sistema de renta diferencial. La tierra (y los bosques) cercanos a las ciudades costaban lo mismo que los que estaban lejos, cuando naturalmente, debían costar más, por el mejor acceso. Eso llevó a la deforestación y degradación acelerada de los bosques cercanos a las áreas urbanas y a la destrucción de casi todos los bosques de aldea.
No había soluciones basadas en el intercambio. Los efectos de las externalidades pueden ser evitados mediante el intercambio. Pero el socialismo asegura que habrá externalidades y evita su resolución mediante el intercambio. Ejemplos típicos han sido la extracción de arena de las playas para construcción de viviendas (por los gobiernos centrales), que llegaron al punto de destruir las playas, arruinando los hoteles (de administraciones locales). Aunque las ganancias de los ganadores eran mayores que las pérdidas de los perdedores, la idea misma de compensación no existía. Los costos de transacción entre partes en el socialismo son altísimos. No consisten en una negociación rápida entre partes, en un arbitraje o en una decisión judicial. Consisten en larguísimas negociaciones en los pasillos burocráticos, sin reglas, sin plazos y generalmente sin resultados.
La gestión ambiental era pésima. Por “gestión ambiental” entiendo el conjunto de decisiones, normas y controles que toma un gobierno para reducir los impactos negativos de las actividades humanas en su país. Las intervenciones de un gobierno pueden ser directas o indirectas; de prevención o de reparación, centralizadas o descentralizadas, pero la clave es que el gobierno debe estar en posesión de la información ambiental esencial que le permita monitorear el estado del medio ambiente y saber cuán importante o urgente es su intervención. Los mercados resuelven muchas cosas, pero no todas, y el medio ambiente es uno de los campos en que no generan necesariamente resultados eficientes. Los gobiernos socialistas de la ex URSS, China, Rusia, Corea, Cuba, no poseían, ni poseen en la actualidad, ni una mínima parte de la información necesaria para intervenir con eficiencia. Tampoco habían establecido órganos apropiados para la gestión del medio ambiente. El resultado era fatal: había daños ambientales, se los podía ver, pero no se tomaba acción respecto a ellos, porque no se sabía quién tenía que hacerlo. Así se acumularon los impactos ambientales en todos los medios del ambiente.
Tercera parte: Conclusiones
Todas las economías –comunitaria primitiva, esclavista, feudal, capitalista, socialista- han producido impactos ambientales. El daño ambiental contemporáneo no es resultado únicamente del capitalismo, porque en el socialismo puede producir daños similares y peores.
Hay algo común entre el capitalismo y el socialismo, que es el modelo industrial. Sin embargo, en el socialismo existen factores institucionales que empujan hacia daños mayores e impiden su corrección.
El ocultamiento de la información ha hecho que durante decenios se ignore los daños ambientales ocurridos bajo el socialismo. Hoy, lentamente, esa información sale a luz y deja ver un nuevo aspecto negativo de las economías planificadas y regímenes no democráticos.
* El autor pertenece a la Plataforma Uno de Bolivia, que fomenta el debate pero no necesariamente comparte sus puntos de vista.