Pese a la mentira oficialista que ya ha dejado hace muuucho de ser propaganda para convertirse en pura sinvergüenzura (y con nuestros escasos recursos públicos), la crisis acecha desde todos los flancos y resulta inocultable. Sin la menor pretensión de exhaustividad y solo para señalar algunos ejemplos, pensemos en las filas por carburante que no producimos, aunque mienten diciendo que son el gobierno de la industrialización; el incremento de los precios de los productos, aunque alguna ignara espeta que el dólar no influye pues no se compra pan con los Washingtones, aunque elemental pues, son nomás imprescindibles para el funcionamiento de actividades de todo tipo en un mundo globalizado o la sensación de que lo peor está por venir, pese a quien le pese se están empezando a normalizar entre el soberano, mientras los “hermanos” se agarran de las mechas para seguir depredando a su idolatrado Estado, al que lo han dejado en esa situación lamentable. Incluso el impresentable dice que volvería a “salvarlo” y el otro ¡¡¡jura que ya lo ha hecho!!!
En el ámbito de la administración de justicia, si bien la situación nunca fue buena, ahora ha caído hasta límites nunca antes inimaginables probando aquello de Borges cuando escribió que nunca se sabe qué tan bajo aún se puede caer, pues a su eterna falta de independencia de poderes fácticos, retardación, corrupción y ineficiencia, ahora hay que sumarle ilegitimidad, que empezó por las goleadas que sufrieron los “electos” por el soberano mediante avalanchas de votos nulos, blancos y pifiados en las elecciones judiciales, ahora multiplicada inverosiblemente por la autoprórroga de los exmagistrados y su cadena de actos nulos por elemental orden e interpretación del art. 122 de la CPE: “Son nulos los actos de las personas que usurpen funciones que no les competen, así como los actos de las que ejercen jurisdicción o potestad que no emane de la ley”, así se pongan bajo el barco su autoconfeccionada DCP No. 049/2023.
Lo peor de todo es que no solo estamos ante esa cadena de nulidades por flagrante usurpación de funciones, incluso castigada por el Art. 163 del Código Penal como delito, sino es urgente razonar sobre lo que esa sistemática e impúdica actividad está generando no solamente para sus perpetradores –que por el momento gozan de asquerosa impunidad mientras les dure sus “buenos” servicios al Gobierno– sino para todos, absolutamente todos.
En un mundo hiperglobalizado como en el que vivimos y aunque desde antes formamos parte de la periferia, esas señales que en tiempo real mandamos al orbe ancho y ajeno nos están pasando una muy onerosa factura de perpetuación de pobreza, cuando lo más necesitamos dada esa crisis económica pero fundamentalmente institucional sino estatal, es atraer inversiones y no ahuyentarlas como lo estamos haciendo. Alguien dijo que el capital es lo más asustadizo que existe y huye hacia entornos que otorguen seguridad jurídica. O alguien cree estúpidamente que el Estado plurinacional otorga ese bien global de altísima relevancia, cuando sus más altos cargos del sistema de justicia que lo cierran, cada vez que resuelven, nombran o hacen lo que hacen, incurren en nulidad y así están agravando ese estado de No Derecho en el que se revuelcan. ¿Creerán ingenuamente –para ser educadito– que al final del día esos sus actos sobrevivirán, por ejemplo, ante un tribunal de justicia internacional? ¿Qué les hace proceder con tanta ignominia? Porque no debe ser que les gustó nomás la peguita, debe haber algo muuuucho más poderoso (que todos lo olemos…).
El tema es que así el estado deplorable del arte, nos estamos ya no solamente baleando a los pies, sino misileando nuestro inmediato futuro, pues dentro del contexto de crisis generalizada del Estado (economía, institucionalidad, etc.), la multiplicada crisis del sistema de administración de justicia ahora superlativamente por la autoprórroga + nulidades resultantes, nos presenta en el muy competitivo orbe como una jungla en la que manda el que tiene el poder temporal y no existe el Estado sujeto al imperio del Derecho, pues hasta sus máximos responsables han perdido no solamente legitimidad sino hasta elemental sentido jurídico con tal de seguir mamando de la teta de la corrupción (usar recursos públicos para fines particulares).
De esa manera es improbable que seamos un país que atraiga inversiones sino las ahuyentamos sosteniblemente y, entonces, no se genera riqueza, empleos y hasta impuestos, además obviamente están dólares contantes y sonantes que es –elemental– la moneda en la que vienen las inversiones. ¡¡¡NO estamos saliendo adelante, Sr. Presidente, por favor, no nos mame más pues!!! Respétese un poquito siquiera. Con todo, ojalá no hayamos llegado aún a aquello que: “Un día se va a poner de moda ser sinvergüenza y, muchos no van a saber qué hacer con la fama” (Robinson Jerez).