El Ministerio de Educación, sobre la base de reportes del Ministerio de Salud, que a su vez recibió otros de los Servicios Departamentales de Salud (Sedes), ha dispuesto prolongar, una semana más, las vacaciones de invierno en todo el país.
En estos casos, la información cobra suprema importancia antes de emitir una opinión. Siempre se debería opinar sobre la base de una previa información, pero en temas como este, tal premisa se vuelve aún más necesaria.
La ampliación de unas vacaciones en el sistema educativo tiene sus implicaciones. No se puede olvidar que al inicio de cada gestión escolar se trazan objetivos, en el marco de un plan que contempla una cantidad de días de trabajo en las aulas. Por lo tanto, la prolongación del tiempo de descanso implica un desfase en esa programación inicial.
Por otro lado está la cuestión de la salud. Hace años que la decisión de extender o no las vacaciones de invierno se basa en dos tipos de reportes: el del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) y el de las autoridades sanitarias. Desde que atravesamos la dura etapa de la pandemia del covid-19, el mundo ha tomado mayor conciencia del cuidado del mayor bien que posee el ser humano: su salud.
En consecuencia, ante la persistencia de las bajas temperaturas y el incremento de las enfermedades respiratorias en gran parte del país, el Ministerio de Educación ha decidido dar prioridad a la protección de los estudiantes y garantizarles un retorno seguro a las aulas. Esto último, por supuesto, no tiene ninguna garantía: el invierno continuará el 29 de julio, la fecha determinada para la vuelta a clases, pero sí permite mantener a niños y adolescentes dentro de las viviendas en horas generalmente frías, tanto en la mañana como en la noche, para el caso de quienes estudian en colegios nocturnos.
La alternativa —que muchos pensaban se iba a imponer— era que las clases se reanuden este lunes 22, con un horario ampliado.
Ahora se abre el debate sobre lo que se debe hacer con el cumplimiento de las horas establecidas; para este año, 200 días trabajados. El ministro de Educación, Omar Véliz, lanzó este miércoles el siguiente mensaje: “Pedimos a los maestros y maestras tomar estrategias para no afectar el calendario escolar”.
El descanso pedagógico fijado en el calendario del Subsistema de Educación Regular, para las unidades educativas fiscales, de convenio y privadas, era de solamente 15 días. Pero resulta que ahora esos 15 días se convirtieron en 30. ¿Cómo harán los maestros para “recuperar” ese medio mes?
Lo habitual, cuando se resolvía extender las vacaciones por una semana, era compensarla con la primera semana de diciembre. ¿Será que las autoridades educativas se atreven a instruir que se pasen clases hasta el 15 del último mes del año? Eso, de inicio, suena improbable.
También, en años pasados, se ha apelado al recurso de convocar al alumnado a concurrir a los establecimientos educativos no solamente hasta los viernes de cada semana, sino incluso los sábados. Por lo general eso ocurría dejando, por lo menos, un sábado de por medio. ¿Será que las autoridades educativas, porque necesitan recuperar 15 días perdidos, determinan que se pasen clases no solamente hasta bien entrado el mes de diciembre, sino también los sábados? ¿Algunos? ¿Todos? Eso suena todavía más improbable que lo otro.
Al parecer, la mesa de una nueva polémica, esta vez de verdadero interés para las familias, está servida…