Desde siempre hemos sabido la importancia de decir la verdad, sin que ni siquiera se nos haya enseñado. Aún los niños, cuando eventualmente mienten, se delatan solos. Será por eso que casi siempre le rinden tributo a la verdad, que es la conformidad, la armonía de la realidad y el concepto que de ella tiene la mente. Es una especie de mandato de la conciencia.
La mentira, en cambio, es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.
Lamentablemente siempre se ha mentido y, en el mundo político, la mentira se ha convertido en una norma que afecta gravemente al ser humano. El cinismo se ha generalizado, esa conducta descarada del que miente fingiendo sabiduría.
La situación de crisis generalizada, saturada de problemas económicos, es la causa de que las mentiras se hayan vuelto parte de nuestra vida cotidiana, ya no se sabe cuál es información veraz y cuál es falsa. La explicación más corta y sencilla de la actual situación, es la que afirma que para cosechar hay que sembrar y no limitarse solamente a cosechar. Para evitar responsabilidades es mejor culpar a cualquier cosa como golpes, pandemias, especulaciones de los peligrosos opinadores, entre otras causas-
Por supuesto que esa conducta no es exclusiva de nuestro país, se ha vuelto una práctica en el mundo, pero eso no es ningún consuelo. Lo que pasa es que a todos nuestros males, se ha sumado la ruptura de la fuerza política más grande de Bolivia, cuyos líderes se acusan mutuamente con detalles de actos de corrupción.
Pero volviendo a los atentados contra la verdad, lo peor es el mal ejemplo que se da a la juventud, porque se le enseña a mentir en tal forma que lo que debería ser proscrito, se empieza a considerar normal.
Sobre la verdad y la mentira, en una cita del libro “Aclaraciones Históricas sobre la Guerra del Chaco”, del gran escritor boliviano don Roberto Querejazu Calvo, dirigida al general y expresidente de la República Enrique Peñaranda, sobre ciertas divergencias y decisiones tomadas por el Estado Mayor durante la campaña, en la parte final de la histórica y documentada respuesta de fecha 13 de mayo de 1960, el general Peñaranda expresa: “en mi vida militar, en la pública como en la privada, he preferido siempre la verdad que me condene a la mentira que me proteja”.
Digno ejemplo de tomarse en cuenta.