Bolívar y la noticia de la muerte de Sucre

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 08/08/2024
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No existe mejor manera de reflejar el impacto de la muerte de Antonio José de Sucre que recordando cómo fue que recibió la noticia Simón Bolívar, hace 194 años, el 24 de julio de 1830. Causalmente, es la misma fecha de nacimiento del Libertador.

En retirada, y soportando el peso de los males que finalmente lo llevarían a la muerte, Bolívar estaba en la quinta Quisqueya cuando el gobernador de Cartagena, Mariano Montilla, llegó ante él, con el rostro sombrío y, ante su requerimiento, le dio la peor noticia de su vida desde la muerte de su esposa María Teresa: “Han asesinado a Sucre antes de Pasto. Fue una emboscada en un sitio tenebroso llamado Berruecos”.

Las reacciones de Bolívar han sido contadas de diferentes maneras, pero el común denominador es el dolor que sintió. Unas dicen que conjuró a Dios, pidiendo castigo para los asesinos, y otras que rompió en llanto. En lo que coinciden es en señalar que comparó el crimen de Sucre con el que Caín cometió en la persona de su hermano Abel.

Para nadie es un secreto que Sucre era el hijo que Bolívar hubiera querido tener. “Es el mejor general de la República y el primer hombre de Estado —dice en el Diario de Bucaramanga—. Sus ideas son excelentes y fijas; su moralidad ejemplar; grande y fuerte su alma. Sabe persuadir y conducir a los hombres; los sabe juzgar, y si en política no es un defecto el juzgarlos peores de lo que son en realidad, el general Sucre tiene el de manifestar demasiado los juicios desfavorables que hace de ellos”.

Una de las muchas razones por las que se planificó el asesinato de Sucre es la opinión que él tenía de los políticos. Los consideraba carentes de toda ética y capaces de cometer los más atroces crímenes con tal de alcanzar el poder. Sus adversarios sabían eso y también estaban conscientes de que, si no pudieron matar a Bolívar, por lo menos iban a herirlo de muerte si asesinaban a su lugarteniente. Y así fue. Tras enterarse del fallecimiento de Sucre, el Libertador, que venía ya delicado de salud, empeoró notoriamente, al punto de que no pasó de ese año. Murió el 17 de diciembre, consumido más por el dolor que por las desilusiones que cargaba.

El asesinato de Sucre ocurrió el 4 de junio, pero de 1830. Fue en La Jacoba, paraje El Cabuyal de la encrucijada de Berruecos. Se trató de un crimen político, aunque hasta hoy no se ha establecido con la claridad necesaria quién fue el autor intelectual. El señalado con esa calidad es José María Ramón Obando del Campo, el hombre que más se benefició con esa muerte y promotor de la separación del actual Ecuador de la Gran Colombia.

Pero en las escuelas y colegios, incluso en las universidades, solo se hace referencia a la muerte de Sucre y no a las razones que motivaron el magnicidio del hombre que —es preciso recordarlo— fue el verdadero fundador de Bolivia, quien convocó a la Asamblea Deliberante que decidió que el territorio de Charcas sería libre e independiente.

Lo que ocurrió en aquellos años es que los enemigos del Libertador forjaron un discurso: hicieron correr el rumor de que, al declararse dictador, Bolívar tenía la intención de coronarse rey de la Gran Colombia. El rechazo que existía en Sudamérica a nuevas monarquías, así sean constitucionales, hicieron el resto. Por eso en las cartas y proclamas previas al asesinato de Berruecos, el lenguaje de los conjurados era virulento, pero patriotero. Creían que, al matar a los libertadores, le estaban haciendo un servicio a la patria y por eso no fue difícil conseguir gente que coopere en el crimen.

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