Misceláneas económicas

Gastón Solares Ávila 16/08/2024
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Sería inútil discutir sobre si todo está bien en el país o si todo está mal. Lo real es que no hay suficiente gasolina, ni diésel, ni dólares, ni facilidades para nuevas inversiones y, lo que es peor, lo difícil que es mantener las existentes.

El Gobierno ha llegado al extremo de anunciar un referendo para preguntarle al pueblo si deben mantenerse o no las subvenciones, que son en parte la causa de la actual situación económica y financiera. La pregunta es realmente insólita porque los gobernantes han sido elegidos precisamente para administrar el país.

La respuesta al referendo debería ser otra pregunta pero a los gobernantes, que tienen la obligación de tener o proponer por lo menos un plan de emergencia en lugar de la excesiva propaganda que trata de asegurar que todo está bien y que es otra parte del gasto innecesario en tiempo de crisis, durante el cual se necesita información, no publicidad.

La forma de preservar la salud de la economía para una persona, una familia, una empresa o un país es muy simple y consiste en no gastar más de lo que se tiene porque si se lo hace, hay que recurrir primero a los ahorros o a la reserva, después a vender bienes y finalmente a prestarse dinero de la familia, de los vecinos, de los parientes o de los bancos nacionales o internacionales hipotecando a los hijos o a las nuevas generaciones, según los casos. Eso ha ocurrido y, por lo tanto, el remedio es hacer lo contrario de lo que se hizo y de lo que se sigue haciendo.

Establecer precios diferenciados para los carburantes es otro camino a la corrupción. Para el que recorre frecuentemente las carreteras bolivianas le es fácil comprobar que, especialmente en ciertas rutas, existen bellísimos vehículos, inclusive los llamados de alta gama, que circulan libremente sin ninguna identificación; es decir, sin placas, algunos prestando servicio público.

¿No sería bueno dar facilidades para nacionalizarlos? Aunque sea una medida injusta para los que los adquirieron pagando impuestos, se ordenaría el caos existente, ingresarían recursos públicos y se haría más equitativa la subvención.

Por supuesto que estas medidas tienen que provenir del Gobierno. Ya es tiempo de reflexionar y de trabajar eficientemente construyendo el país sobre la unión, el trabajo y la verdad. La mentira se ha generalizado en forma alarmante, aunque hay excepciones, como en un conocido programa radial en el que los protagonistas siempre dicen la verdad, a pesar de que se llaman a sí mismos los “mentirosos”.

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